Las artes marciales
nunca fueron lo mío. No sabría distinguir, por tanto, si lo que veo en la
EUROCOPA 24 son mañas de judo o de jiujitsu, pero fútbol, lo que se llamaba
fútbol no es. Cierto que dejé hace años de ver con continuidad las emisiones de
este deporte y me sorprende ver lo que ahora observo. Cierto que las cámaras hoy
nos muestran el más mínimo pestañeo de los jugadores en el campo. No deja de asombrarme
cómo se empujan, cómo se agarran, como se quieren quedar con la camiseta y los
calzones del contrario… Se dan unos meneos que no me extraña que se descoyunten…
Recuerdo que decían de
Cruyff que siempre andaba malmetiendo con el defensa que pretendía cubrirlo y
que con ello buscaba desquiciarlo, ponerlo nervioso, provocar la falta que
diera lugar a una tarjeta… Nadie que viera el fútbol de entonces olvidará el
puñetazo que le dio Villar, quien fuera presidente de la Federación de Fútbol
después, antes de un saque de esquina. Aquello pareció no venir a cuento, pero,
al parecer, el holandés le llevaba un ratico mentando a la madre, a los
difuntos y a sus vástagos… y Villar le propinó un puñetazo estilo Urtain. No
esperó a que el árbitro le mostrara la tarjeta roja y la dirección de la caseta…
Él se fue solito.
Lo de hoy parece
distinto. Dos jugadores acuden por la pelota, pero antes de llegar a ella se agarran
con discreta brutalidad de la camiseta, ya digo, de los calzones, del brazo, del
pescuezo… y se hacen lo que de chicos llamábamos unas “mañas” que dan al traste
con la belleza de un deporte donde el fair play son dos palabras en
inglés que no designan nada reconocible.
A ver si otro día hablo
de los comentaristas.
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