Más ollas
que días…
No se cumple ya desde
hace tiempo que haya más días que ollas. Este refrán ha colapsado. Son tantas
las reuniones de toda índole, especialmente festivas y en fines de semana, que
es un verdadero ejercicio entre el trapecismo y el escapismo acordar una reunión
de la índole que sea. Hablo con un jubilado como yo. Intentamos quedar en
abril: es imposible porque todo está ya ocupado en la agenda. “Ya vemos en mayo”,
me dice: imposible. A mediados de abril dejó de haber huecos. ¿Junio? Lo dudo.
Raro es quien por la
calle no va con el teléfono hablando, wasapeando, viendo incluso a su interlocutor
en la pantalla de su móvil. Nos comunicamos de continuo. Conocemos a muchas personas.
Nos relacionamos con muchísimas de ellas. Nos gustaría compartir nuestro tiempo,
¡que son trocitos de vida!, pero el tiempo es limitado y las relaciones se expanden,
aumentan, crecen geométricamente, mientras el tiempo de la vida es limitado.
Hoy todo se celebra y
todos lo festejan: bodas, comuniones, cumpleaños, santos, inauguraciones,
presentaciones… civiles y religiosas. Todo suceso lleva aparejado su festín.
Las bodas tienen almuerzo, cena y recena… ¡y preboda! Las famosas bodas de Camacho
fueron una celebración de caridad tras la catequesis comparado con lo actual.
¿Recuerdan ustedes, si son mayores, cómo fue el festejo de su primera
comunión? Padres, hermanos y unos tíos que
iban de paso: un chocolate, unos pasteles… Hoy todos llegamos a todos lados:
coches, trenes, aviones… No podemos faltar.
Más ollas que días… es
lo que hay.
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