Díaz de la Guardia, Emilio: LA ENSEÑANZA MEDIA EN ESPAÑA DE 1875 A 1930
Me he dedicado toda mi
vida a la enseñanza. Quiero decir a la práctica de la enseñanza: como discente
desde los tres años y como docente hasta los sesenta. En medio he sido, a la
vez, profesor (no me atrevo a decir maestro porque esa palabra tiene una
altura y una hondura y un sentido que no debe uno autootorgarse) y alumno.
Mi relación con la
historia de la enseñanza, con la educación en general y con la española en
particular fue tangencial: una asignatura tuve sobre ello, si no me falla la
memoria, en primero de Magisterio. He leído después artículos sueltos, algún
librito o sobre algún pensador en concreto, pero no ha sido de mi interés -ni
confieso que lo sea: que a la fuerza ahorcan-. Me interesaron más las
investigaciones sobre el aprendizaje, métodos, estrategias de
enseñanza-aprendizaje, reflexiones acreditadas sobre la práctica docente… No
obstante, por lo que leo de la legislación sobre la enseñanza en el siglo XIX
en nuestra España… ¡nada nuevo bajo el sol! Unas leyes, unos decretos… se
siguen unos a otros como las rodadas en el barrizal de un carril. Nada nuevo
bajo el sol, insisto.
Si me veo en este
berenjenal metido es por motivo de la investigación sobre Alcalá Venceslada. Me
asombran las investigaciones sobre aspectos tan ajenos a mí y donde quienes las
firman demuestran unas capacidades que me admiran. Esta obra da un repaso a la
legislación que sobre la enseñanza y la educación hubo en España durante el
último cuarto del siglo XIX y el primer tercio del XX. Se centra el autor en la
visión que aportan los legisladores, los políticos, a través de sus leyes, y
particularmente de la enseñanza secundaria, también llamada media por
hallarse entre la primaria y la universitaria; aunque tampoco se deja de
comentar algo de estas. Es la enseñanza media, esa que iniciamos acabada la
escuela y que empezamos en otros centros donde tantos alumnos nos parecieron
muy mayores… Y esa misma enseñanza la terminamos muchos cuando nos vamos a la
universidad…
Insisto: Si algo
constato es, una vez más, que no hay nada nuevo bajo el sol. Desde el arranque
de esta obra, su repaso por las distintas leyes educativas, por las distintas
etapas me encuentro con lo mismo que hay hoy en España. Aquí, la enseñanza ha
sido y es encarnizado e interesado campo de batalla donde solo parece haber dos
bandos y una realidad: el desacuerdo y el deseo de imposición y el trágala para
el enemigo. La escuela es el criadero, parece ser, de futuros
correligionarios políticos y es por ello que es ahí donde se desea manipular,
aleccionar, adiestrar, amaestrar… a individuos que hagan y piensen lo mismo que
nosotros pensamos y hacemos porque creemos -¡estamos segurísimos!- que es lo
mejor y que no hay más camino verdadero que el nuestro, es decir: por el que
nosotros los deseamos conducir, llevar, arrastrar, facturar… a los discentes. No,
no importa el bien de este, del alumno, ni su felicidad, ni su unicidad
irrepetible… Se trata de convertirlo y revertirlo en una realidad semejante a
nosotros mismos… y así pasan… ¡los siglos en esta España!
La libertad de enseñanza es un debate continuo. La enseñanza estatal es defendida por unos, da igual el nombre bajo el que se escuden, la enseñanza privada es defendida por otros, también da igual el nombre bajo el que se oculten… Insisto y van cambiando los gobernantes y con ellos las legislaciones (menos en estos años desde el 1975 para acá donde las únicas legislaciones habidas e impuestas son las del PSOE). Los temas debatidos son siempre los mismos y en oposición innegociable, con un “o” disyuntivo intratable: educación estatal o privada, sueldos y categorías profesionales entre el profesorado, horas de unas asignaturas u otras, religión sí o religión no…
Me resulta demoledor cómo se suceden leyes y legislaciones, unas tras otras, apenas aplicadas, sin haber sido probadas, sin calibrar su verdad y trascendencia… Sencillamente son borradas del mapa legal por el mero hecho de haber sido la legislación del otro y por serlo de él, del otro, es mala y debe ser barrida… ¡y así pasaron las décadas, insisto, casi un siglo y medio!, sin acuerdo posible, sin punto de encuentro, sin buscar la verdad ni lo bueno, sino mis intereses… que no son otros que los arriba descritos.
Me produce profunda
pena que grandes ideas, grandes ideales se hayan quedado en el camino o aún
hoy, más de cien años después, sean engendros ridículos, fetos deformes de
aquellas ideas luminosas que podrían haber hecho tantísimo bien.
¿Qué se pidió tantas veces
el profesorado desde las instancias educativas? En líneas generales, el
profesorado consideró en muchos momentos que, mientras el Estado estuviera
encargado de la tutela de la enseñanza, era una condición indispensable la
neutralidad política, la aplicación de una organización nueva, para lo cual
solicitaba que la enseñanza, igual que la magistratura, el ejército o la
beneficencia, estuviera regida por autoridades propias vinculadas a la docencia
y no a la merced del "capricho, la incuria o la ignavia" de los
gobernantes… Y el tiempo corre y las generaciones pasan…
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