Si aceptamos que el objeto de
la inteligencia es la verdad, comprenderemos por qué, como antes dije, nadie se
atreve a decir que toda lectura, en general, es nociva. Entiendo que la inmensa
mayoría defendemos que la lectura es agradable, formativa, interesante, buena…
y podríamos seguir; mas ¿cómo es posible entonces que no se lea? Porque, siendo
el objeto de la voluntad el bien…, pues sencillamente porque video meliora,
deteriora sequor que decía Ovidio: Veo lo mejor, entiendo lo mejor, ¡pero
no lo sigo! ¿Quién no está preocupado por la incapacidad lectora
de los alumnos y los hijos, mas quiénes se ocupan de fomentarla,
animar a ella, aficionar a su cultivo, invertir tiempo en esa tarea…?
Cierto que Luri no iba a
descubrir el Mediterráneo, ¡pero servidor tampoco!, pero me gustaría aportar
una perspectiva distinta. No es fácil enseñar a leer al niño de entre tres y
seis años: no lo es. Eso debe hacerlo quien sabe que es un maestro: unos lo
harán mejor y otros… no tanto. Más el ejercicio de la lectura, una vez iniciado
el niño, que ya sabe, no puede ser exclusiva obligación de la escuela. Me niego
a que la escuela sea el inicio y continuación de todo cuanto a esta sociedad
insaciable se le ocurra. No hay hoy realidad que no deba ser obligatoriamente
enseñada en la escuela y no tenga cabida en sus horarios: la urbanidad, la
lectura, las matemáticas, el baile, la educación vial, los idiomas, el juego, la
transmisión de sentimientos, la sexualidad, ¡la cocina! (se lo oí a un cocinero
decir no ha mucho: “La escuela debe iniciar a los niños en la cocina y
continuar con ella hasta…”), el trato con los animales racionales e
irracionales, cómo vestir… Es imposible: lo siento. La escuela no da para todo.
Los papás, primeros y principales educadores de sus hijos, deben asumir la responsabilidad que les compete. Y entiendo y comprendo y comparto los estudios que Luri
aporta por los que sabemos las diferencias que existen entre los niños con
papás ricos, que Luri llama, y quienes son pobres. Conozco mucho rico
que no lee, ni tiene libros, ni sabe de ellos… ¡ni Dios que lo permita…! Cierto
que los padres aficionados a la lectura, con libros en casa, que leen en ella y
a la vista de sus hijos, que comentan con estos los libros que unos y otros
leen, así, como por casualidad, sin necesidad de organizar un libro fórum,
darán pie a hijos lectores, que serán posiblemente mejores estudiantes con
un vocabulario más rico, que luego hallarán menos vacíos fácticos al hablar y al
escribir…; y quienes no lo hacen o lo hacen poco o mal: porque no son
aficionados a los libros, porque no los tienen en casa ni los sacan de la
biblioteca, porque no dan importancia a la lectura…, porque son “pobres”, en el
decir de Luri, tendrán más problemas…, pero eso siempre ocurrirá: hay quienes
no saben hacerse el nudo de la corbata y son ingenieros o profesores (he
conocido ambos modelos), hay quienes viajarán por el extranjero y quienes no lo
harán, quienes dominarán otros idiomas y quienes solo balbuceen el materno… No
olviden ni los lectores ni Luri (él lo sabe de sobra) que la enseñanza
obligatoria en España está legislada desde la ley general de Villar Palasí, que
es del 70, ¡hace medio siglo! Y uno se pregunta cómo es posible que quienes han
tenido un pupitre en la escuela estatal, pagado, “gratuito”… apenas saben
hablar y no saben escribir (hablo de mi servicio militar 85-86 con varones
españoles con 18-20 años, donde hallé que más del 20% no sabía nada y casi
otro tanto “dibujaba” su nombre sin saber propiamente escribir). Y me voy
aparte.
Señoras y señores, siempre
habrá, como los ha habido, ricos (personas con medios económicos,
culturares, sociales…) y pobres (que carecen en mayor o menor medida de
los citados en el paréntesis anterior). Los ricos, llamémoslos así, tendrán más
posibilidad: en ningún caso garantías absolutas de alcanzar lo mejor; los
pobres, llamémoslos así: no tienen la condena absolutamente garantizada de no
alcanzar metas de excelencia en todos los ámbitos. Afirmar lo contrario sería
tanto como adherirnos a un sociologismo falaz. Vuelvo sobre lo arriba escrito:
existe la voluntad, que puede y debe ser educada, principalmente en casa, que
se apoyará en las virtudes y que dará cauce a un proceso de adquisición de lo
mejor en un camino siempre quebrado (para ricos y pobres) que puede llevar,
insisto, a lo mejor. Me niego, porque lo he visto y comprobado, que los alumnos
de familias ricas sean buenos estudiantes, estudien carreras punteras
(?), etc., siendo tan falso como que quienes son alumnos de familias pobres
tienen garantizado el fracaso. ¿Son ricos los niños inteligentes? No lo sé,
pero sí sé que los niños inteligentes por nacimiento, como quienes se dotan de
mejores medios: virtudes, conocimientos, proyectos, etc. alcanzan metas más,
digamos, altas (y ahora vuelvo sobre el particular). Es cierto que “La escuela
no puede contentarse con ser un elemento neutro en el desarrollo lingüístico de
un alumno. Lo que no haga ella por los niños pobres, ¿quién puede hacerlo?” (p.
69). Cuando doy vueltas a esta realidad, dando un salto ontológico, si se
quiere, pienso en la expresión agustiniana que afirma que “Dios que te creó sin
ti, no podrá salvarte sin ti”, lo que quiere decir que Dios nos otorgó una
naturaleza sin contar con nuestra aquiescencia, más la salvación no es posible
sin la colaboración necesaria de cada uno. Pongamos la idea en perifrástica: Si
tienes una escuela (la que sea, la que tienes: estatal, privada, concertada…)
que se te ha otorgado, que se te paga (por tus papás o por todos, que no es
gratuita) y la tienes ahí, ahora eres tú, mi querido alumno, quien debe
aprovecharla…, más ¿cuál es el índice de abandonos escolares, de fracasos, de
analfabetos (en cualquier grado y de cualquier condición) que tenemos? Cierto
que la escuela puede paliar, ayudar, empujar, impulsar, completar… más quod
natura non da, Salamanca non presta: ningún maestro, ni la sociedad
que lo ponga, puede suplantar la voluntad de quien no quiere leer (escuelas y
bibliotecas hay), no desea estudiar, no desea hacer, no… Lamento que las
realidades distópicas, donde con una barita mágica, todo se orienta al bien y
aún a lo mejor automáticamente solo lo hallamos en las novelas de
Zamiatin, Huxley, Orwell… Lamento que querer no sea poder.
Pretendía terminar la faena
en esta entrada, pero luego, algunos de ustedes, me regañan: que me extiendo
mucho y se cansan… La dejo aquí y me voy a una cuarta…
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