El refranero recoge la
experiencia sabia de lo muchas veces vivido y comprobado, de lo evidente y por
práctica repetida, y así se autoconstituyen en cuasi aforismos. Me consta que “Quien
lava al lechón, pierde el agua, el tiempo y el jabón”. A esas actividades y
quehaceres con nulo aprovechamiento posterior también se pueden acompañar con
un “Esto es como quien barre el desierto”, “Como quien le lava la cara a un
burro”, “Como predicar en el desierto” y el aún más ordinario y vulgar “eso es
cagar y envolver”. Es decir, nada solucionamos, nada aprovecha: perdemos “el
pan, el collar y el perro”… Son empeños emotivos, idealistas, altruistas… de
quijotes contra molinos que son molinos y no gigantes… y se sabe que emplearse
en estas batallas es “pozo sin fondo” y “Echarle perlas a los cerdos…”, que
dice Jesús, y Mateo recoge, siendo más de lo mismo. Lázaro Carreter puso un
empeño tremendo en ayudar en el revuelto jardín del periodismo en particular… y
ahí están sus volúmenes de El dardo en la palabra, muertos de risa y más
rientes aún quienes desprecian cuanto ignoran.
Haberme dedicado
durante décadas a la educación, la enseñanza, la instrucción avalan lo escrito
en el párrafo anterior. Explicas, corriges, vuelves a explicar, vuelves a
corregir, y corregir, y corregir… ¡y la burra siempre, por norma, vuelve al
trigo! Lo peor es que la burra no puede evitarlo, pero lo malo es que quien
cree que el bien es de suyo difusivo, que todo lo bueno que se posee es para
compartirlo…, ¡tampoco puede evitarlo! Pues eso: vaya allá, sin olvidar que
todos somos burra… y corrector. El castigo no debe descartarse, aunque hoy no
está bien visto, pero es sumamente eficaz para educar: lo probé durante muchos
años el jarabe de palo en mis propias carnes… ¡que de todo se aprende!
Voy a iniciar un
recorrido, ya hice algo por el estilo no recuerdo cuándo, en este mismo blog
sobre expresiones o faltas ortográficas corrientes que se pueden encontrar en
textos académicos, en periódicos y ejercicios escolares. Errores y confusiones
de significado de las palabras… Vulgarismos que se cuelan y se esparcen con la
facilidad de lo malo. En las aulas, que ya no volveré a pisar, parece, lo he
enseñado infinidad de veces e insisto: en ocasiones con escasa eficacia.
Es frecuente oír o
escuchar, más que leer… la confusión entre tres verbos: sentir, oír,
escuchar… Y así incluso entre personas supuestamente cultas se
oyen expresiones como “Por aquí atrás no se escucha”, quiere decir que el
sonido que sea, la voz, la música, etc. ¡no se oye! Más frecuente aún es el uso
de sentir: “Desde aquí no se siente” con el mismo sentido: no se oye,
porque posiblemente sí que se sienta, pues se puede ver, por ejemplo… y la
vista es un sentido de los llamados externos.
La confusión entre
estos tres verbos nos sirve para discriminar el grado de educación y cultura de
quien los emplea mal… o lo hace bien.
Lo más seguro para no
errar ni divagar en esto es dirigirse al mejor diccionario que se tenga a mano.
En mi caso tengo a tecla el diccionario de la RAE y el Diccionario de uso
del español de María Moliner, DUE.
Sentir (Del lat. sentīre.)
1. tr. Experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.
2. tr. Oír o percibir con el sentido del oído. Siento pasos.
Este verbo
concreta su significado en torno a impresiones sensoriales, placenteras o
dolorosas, corporales, espirituales o psíquicas… en todos los ámbitos de todos
los sentidos, externos e internos. Digamos que el verbo sentir tiene un
espectro de sensaciones más general que oír o escuchar. Es
evidente que sentimos con las palmas de las manos; el golpe en la cabeza
también es sentido; y en el paladar también es sentido el buen gusto de una
comida agradable o el rechazo de una desagradable, etc. A la pregunta de una
profesora de la universidad -hay testigos-: “¿Se me siente por atrás?”, servidor
contestó que sí: “Especialmente por la planta de los pies”, silencio, murmullo,
asombro…
Confundir sentir
por oír es de uso vulgar. No debiera de emplearlo una persona culta.
Oír (Del lat. audīre).
1. tr. Percibir con el oído los sonidos.
Buscamos por mayor
claridad: percibir Del lat. percipĕre.
1. tr. Recibir algo y encargarse de ello. Percibir el dinero, la renta.
2. tr. Captar por uno de los sentidos las imágenes, impresiones o sensaciones externas.
Sin duda, oír nos sitúa en la puerta de la captación, de la percepción de sonidos, ruidos, etc. exclusivamente por el oído. De hecho, como no podía ser de otro modo, oído deriva de oír, ya lo encontramos en textos de Berceo, en el siglo XII. La imagen poética de “oír por los ojos”, “escuchar por los ojos” no pasa de ser una metáfora que, por ejemplo, leemos en el maravilloso soneto escrito por Quevedo en la Torre de Juan Abad, tan emocionante para mí:
Retirado en la
paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
La tercera palabra en
liza usada como sinónima de las dos anteriores y develadora de la cultura de
quienes la emplean es:
Escuchar Del lat. vulg. ascultāre, lat. auscultāre.
1. tr. Prestar atención a lo que se oye.
Sería necesario un
estudio para el que no tengo alcance, pero tengo la convicción de que se ha
difundido mucho últimamente la expresión escuchar por oír. En
este mismo curso terminado, 20-21, lo he corregido varias veces: el uso de las
mascarillas en las aulas facilitaba la situación. “No se le escucha desde aquí…”,
a lo que yo contestaba sin ambages y con sorpresa de mi interlocutor: “¡Pues
presta atención!”. Es obvio que quien no oye no puede escuchar,
pero escuchar implica necesariamente la voluntad de oír. En un
aula es fácilmente demostrable: se pide un silencio absoluto y que se escuchen
los ruidos ajenos al aula…: se oyen coches, pitidos de autos, voces, ladridos,
maquinaria…, profesores que explican a gritos… Todo aquello que pasaba
desapercibido, aunque se oía también unos minutos antes. Así la cajera del
supermercado o el médico… afirman no escuchar lo que le decimos, aunque
quiere decir que el ruido ambiente o su sordera les impide oír con
nitidez…
En fin: “cartucho que
no te escucho, fideo que no te veo…”. Inconfundibles para una persona culta los
tres verbos: oír, escuchar, sentir…
Y quien tenga oídos
para oír, y que escuche con los ojos y la inteligencia.
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