Perdonen que en mi inicio me desvíe en parte del comentario del libro. Necesito de lo que contaré. Hace muchos años, real, un amigo mío deseaba mucho ver una película –no recuerdo el título, aunque sé que era, digamos, de caballeros medievales-; compró su entrada para el cine y, por razones que no vienen al caso, no pudo verla. Pasados muchos años, le quisieron hacer un regalo con motivo de su cuarenta cumpleaños: ¡aún guardaba la entrada y deseo de ver la película…! Se la buscaron y proyectaron. Le resultó un fiasco: ¡tantos años anhelando verla para llevarse semejante disgusto!
No es exactamente mi
caso, pero recuerdo perfectamente –en la biblioteca está el ejemplar encuadernado- cuándo leí la primera crítica
de la obra que ahora intento comentar. Era un ABC literario. Aquello de El
perfume lo recuerdo como un boom, digamos: un éxito fulgurante; si me es
factible lo reproduciré aquí. Transcurrieron los años y no quise leer la
novela, aunque la compré (marcada está en pesetas y la edición es del 92). El
otro día, trasteando por la biblioteca (he perdido tres títulos que no hallo)
me la crucé con ella, con El perfume; y pensé que había llegado su hora.
La novela no la he
estudiado ni, contra mi hábito, apenas he tomado notas. No me importa decir que
me ha decepcionado sobremanera: la he leído con esfuerzo y desconcierto: varias
veces he estado tentado de abandonarla… a su suerte. He estado yendo tras la
nariz del protagonista, un tipo despreciable, ridículo, apenas esbozado por el
autor al que no le ha prestado ni tres renglones para perfilarlo como
personaje, quien más que una rana es un sapo (el protagonista se llama
Grenouville, que significa ‘rana’ en francés). Su vida y el sentido de esta
quedan, da la impresión, al albur de las ocurrencias del autor: en absoluto
queda claro el móvil de sus asesinatos, de sus olores, de sus fragancias; el
personaje vaga, se mueve, anda o se para, va o viene… sin explicación racional
(la segunda parte de la novela, el retiro del mundanal olor, es de risa). En
realidad, no sé en alemán, y la traducción que he leído en español me dio la
impresión de que no era excelente, pero el lector se siente zarandeado y sin
comprender en absoluto lo que hacía el protagonista… Son confusas las
sensaciones que percibe por los distintos sentidos que se atribuyen a otros de
un modo ridículo, forzado, inimaginable e increíble en una obra recubierta de
una pátina de realidad histórica. En la página 200 de la edición que manejo,
tras ser atrapado y tras haber asesinado a su última víctima, cuando le
preguntan cuál es su móvil, por qué ha matado a esas 25 muchachas el
protagonista responde no saberlo. En realidad, tengo la impresión, de que el
protagonista no lo sabe porque no lo sabe su creador.
El momento de su
ajusticiamiento paralizado por su perfume y al par la orgía frenética me
parecen una tomadura de pelo semejante al final, la última parte: cuando el
tipo llega a París, etc. ¡de aurora boreal!
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