Solo 158 páginas de
libro en octavo, pero bien cargadito de contenidos, citas, referencias,
reflexiones, señalización de nuevos caminos… Editado en 1989. El libro lo leí
antes de hacer mi tesis doctoral y luego lo volví a leer y tomar notas para
ella cuando la estaba preparando: las he buscado, sin necesidad de dar muchas
vueltas –suele ocurrirle a quien hace un trabajo de varios años: como lo
contrario a quien no lo hace, sino que se la hacen: no conserva notas del tema;
veinte folios de notas tengo de este libro-. Lo vuelvo a leer con gusto y
cierta tristeza, la verdad. Nace el gusto de lo acertado que el autor se halla,
en mi modesto juicio, en cuanto escribe y razona. Mi tristeza arranca por los
años transcurridos y lo poco transitado del camino que él, como tantos otros,
señaló. El empeño y empecinamiento del hombre en el error, en el egoísmo, la
mentira, la usurpación, en la injusticia… solo se explica de un modo. Lo que
entonces me abría espacios intelectuales asombrosos, los miro ahora como
pasillos conocidos: su autor me ayudó a transitarlos y orientó nuevas lecturas.
Muchas gracias. Me asomo también a espacios que entonces no comprendí en su
alcance pleno y que hoy reconozco y entiendo mejor y ajusto su trascendencia.
El libro en el momento
de su edición deseaba situarnos en una posición que diera vistas a la
Modernidad como etapa de pasado y arranque a un nuevo mirar el mundo, a un
nuevo paradigma. ¿Qué fue la Modernidad y qué se entiende por ella? ¿En qué
punto nos hallábamos entonces y hoy? ¿Qué ha sucedido desde aquel análisis?, me
pregunto yo. Entiendo que el autor hablaba de la postmodernidad de Habermas, de
los cambios señalados por Vattimo: un nuevo pensar débil o sencillamente
líquido, como afirmó Bauman; una nueva sensibilidad, según Llano; la
tardomodernidad y la ultramodernidad de F. de Onís. El término
«postmodernidad» aparece en la historiografía, para calificar nuestra época,
por vez primera, en la monumental obra de Toynbee A Study of History,
comenzada en 1922 y publicada entre 1934 y 1954.
Frente a los modelos de
pensamiento de la Modernidad, el autor explaya, en el espacio de que dispone,
otras alternativas que se me antojaron acertadas y aún hoy me lo parecen.
Frente a la exactitud, la primacía de lo fragmentario, la
valoración exclusiva de lo instantáneo y efímero, frente a la alienación necesaria del hombre
actual; al capitalismo consumista despilfarrador y derrochón; la constatación
de lo jurídico, de lo político y, en general, de lo institucional como
represión por parte de los poderosos; la política como puro teatro, etc.
Insisto, frente a todo ello el autor propone: una lucha más ferviente por la
paz (que va más allá de la simple ausencia de guerra, y en la que incluye como
elementos fundamentales la eliminación de los temores irracionales, la
indiferencia, la promoción de la solidaridad, la tolerancia y la lealtad…), la
solidaridad ecuménica… ¿Dónde ha ido a parar todo eso y a qué ha llegado?
Plantea el autor que hay en esta postmodernidad resistente la creencia en una
razón integral, ampliada, interdisciplinar, omniabarcante donde tengan cabida
las necesidades fundamentales de todos los hombres… Los grandes problemas de la
humanidad no son técnicos, sino éticos (Marina). “Una democracia que, lejos del
etnocentrismo del relativismo, busca ante todo el respeto a lo inalienable en
la persona tanto frente al Estado como frente al mercado”. Servidor en sus
cortas luces no vio avance en estas tres décdas. Si no fuera por otros motivos,
no veo progreso en ese sentido, sino más bien indecente atasco interesado.
Escribe el autor: “frente a tales retos –los de la modernidad-, nos parece que
el pensamiento con más posibilidades de hacerles frente sería, respectivamente,
el que designamos como pensar no-violento, pensar ecuménico, pensar ecológico,
del que empiezan a encontrarse importantes testimonios humanos y literarios en
el presente, aquellos que únicamente podrían designarse de modo cabal como
«postmodernos», en cuanto ofrecen alternativas a la Modernización
hegemónica" (p. 105). Me parece más bien percibir un cuidado
desnaturalizado de la naturaleza que ha caído en un ecologismo pacato de tienda
al por menor. La presencia del neofeminismo que no ha cuajado sino en un
neomachismo con falda o en pelotas y a lo loco… Porque el feminismo que
propugna el autor no coincide con sus primeras formulaciones históricas:
defensa de la justicia y la igualdad de derechos, "pero al precio de
sacrificar lo específicamente femenino en el altar de los valores machistas de
la producción y el éxito". Como asegura el propio autor los economistas
burgueses y marxistas no han tenido ninguna consideración con la ecología: ni
unos ni otros conocen el sentido del oikós, de cuidado.
Recuerdo con agradecimiento
que me enseñó Ballesteros el camino de Lo pequeño es hermoso de
Schumacher, con mi amigo Luis hablo de ello hoy precisamente…
Era un libro, para mí,
este de Ballesteros, como un hermoso rayo de luz, de esperanza intelectual… que
los poderosos, nada interesados en los cambios que no lleven el agua a su
molino…, no han permitido iluminar sino espacios muy limitados… ¡lástima!
Perdonen el comentario sesgado, parcial, incompleto del libro, carente de su
conjunto, pero he pasado mal rato, ya digo, viendo lo que pudo ser y no es o,
al menos, aún no es. ¡Pero no tiremos la toalla siempre hay tiempo para
lograrlo y ser más felices aún!
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