22 de agosto de 2019

388-Núñez Cobos, Restituto: LOS CENTAUROS DE BRONCE




Al gran hidalgo don Silverio, residente en la noble, vieja, desmoronada y muy gloriosa villa del Toboso; poeta; autor de un soneto a Dulcinea; autor también de una sátira terrible contra los frailes; propietario de una colmena con una ventanita por la que se ve trabajar a las abejas.

También a mí me hubiera gustado escribir una dedicatoria como esta, pero, a quien lo haya leído, a quien conozca algo de la literatura en general, este estilo demorado, impresionista, acúmulo de pequeños detalles, no se le escapa que es de José Martínez Ruiz, Azorín, con que empezó su Ruta de don Quijote y Sancho.

Estoy también yo en plena ruta de don Quijote, que no de Sancho; olvidaron, parece, citar a ese espécimen tan genuinamente spañol, ese envés de la misma moneda. Solo pues se consigna que por acá se supone pasó el abuelo…, mas ¿qué sería el abuelo sin el tito? El poeta de mi pueblo, el poeta de mi calle no se llama don Silverio, sino don Restituto, que fue maestro y profesor, rodeado de niños y, más tarde, cuando dejó a estos, la emprendió en serio con los versos y con ellos y en ellos anda nuestro hombre.

Don Restituto, hombre de largo hablar cuando hay pie para ello, me regala sus libros, agavillados casi, donde sus poemas se hallan publicados, premiados. Lo hace con la sencillez del hombre bueno, del poeta desconocido, con la simpatía de aquel que regala flores siempre al punto de marchitarse por no olerlas, de no mirarlas…, ay, de no leerlas.

Sonetos con resonancias clásicas de los temas clásicos de los clásicos españoles: la vida como camino del vivir incierto y del morir seguro. No elude el poeta la primera persona, donde el sentir real o fingido se abisma del presente en el futuro por cauces de sonetos firmes, de recios versos cincelados.

No encuentro mi camino
y un ángel de agonía trasparece
por la cruz proyectada en epitafios.

Busca el poeta la eufonía en el adjetivo sencillo, en la aliteración amable. No elude, ¡cómo hacerlo!, el símbolo más o menos evidente que evoca lo inefable. En muchos de sus  versos se muestra el poeta contrariado, disgustado con su vivir que resulta, o así aparece, áspero y arisco. No halla el lector la suavidad de la vida lograda, la paz sencilla y simple del vivir alegre y feliz.

Llama la atención las lecturas del poeta a sus colegas: Alberti y Baudelaire, Gerardo Diego y Bécquer, Juan Ramón y José Hierro, Blas de Otero y Unamuno, del que cita un verso de un soneto suyo conocido, bronco, cortante… Hacía años que no lo leía y me animo a ello (los versos, los poemas, suelen llevar de unos a otros, como las cerezas salen pendientes… unas de otras). Cita don Restituto del inquebrantable don Miguel:

¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!

A lo que enseguida, en el siguiente verso, añade el contradictorio bilbaíno:

Pero no me lo digas; tus cantares

Ni rehúye ni rehúsa, por momentos, tal o cual poema cierta grandilocuencia donde hallamos dioses del olimpo clásico, imágenes y símbolos complejos y difíciles para el lector que, a su vez, ayuntan con palabras sencillas y llanas:

Las bielas mudas mueven unos tornos
por donde no transitan los milagros

No olvida el poeta su origen y así muchos de sus versos brotan con remite rural: almagre, cigarra, criznejas, neguilla, arcilla, aperos, esqueje, pleitas… que a este lector lo cargan de evocaciones: de otras voces y otros ámbitos. Escribe don Restituto:

La tierra es el tapete siempre en vela
que protege de cierzos y de escarchas
las hazas de benévolos arcángeles silentes.

A ratos este lector se enfría ante el verso intrincado de compleja factura y excesiva dificultad ¿innecesaria? ¿No será acaso que el poeta evita la llaneza porque, a pesar del uso de las primeras personas, siente el pudor propio de quien, por vergüenza o modestia…, dice sin quererlo decir todo?

Atardece. El lector marcha modesto, que no como un centauro, con su libro en la mano y se pregunta por el poeta de su calle… Siempre, piensa, infravaloramos lo conocido, lo nuestro, así nuestro don Quijote, nuestro Sancho, nuestro don Silverio… ¡Ay, don Restituto, que usted lo sabe!: España como Castilla face a sus hombres…



2 comentarios:

  1. Le agradezco que me lea y me agrada que le guste lo que escribo. Muchas gracias por visitarme y tomarse la molestia de escribir aquí. Muchas gracias, de nuevo.

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