Es arduo
sintetizar el comentario de un libro en el espacio que me impongo: una página
de un folio. Entiendo que cuando excedo esa medida, el lector -que no sé quién
es, dicho sea de paso- puede rehusar ante la extensión, se puede hastiar antes
de entrar: dicen los sabios de la cosa que: por Internet se viene más bien de
paseo que de visita, se va a husmear, echar un vicheo, fisgonear. En este caso quiero abordar un libro denso en su
contenido, de mucho renglón por página y más de quinientas el volumen…
Los libros, ya lo
he dicho, salen al paso. Se hacen conscientes en el lector de pronto y este los
coge con ilusión o los rechaza sin tener una cabal idea de la causa. Ya olvidé
por qué empecé este libro de Safranski, que me ha gustado. Me ha parecido denso
y complejo a ratos, pero accesible al aficionado bisoño a la Filosofía en
general.
El primero que
habló de existencialismo en el sentido en que lo harán Jaspers, Bergson,
Heidegger, Sartre, Marcel, etc., y en sentido general entre ellos, fue el viejo
Schelling… y Kierkegaard tras él… y cursó el concepto por Nietzsche, hasta
Scheler, Jaspers y Heidegger.
El giro
filosófico de Heidegger en los años veinte consiste en obviar los grandes
sistemas filosóficos anteriores (el de Hegel, por ejemplo), centrados en
realidades solo del interés de la filosofía académica y alejados del hombre
corriente. Será a partir de Ser y tiempo
cuando el filósofo alemán no dejará de buscar el encuentro entre la filosofía y
el hombre y su actividad: «No describir la conciencia del hombre, sino conjurar
la existencia (Dasein) en el hombre».
Por lo que se
refiere al sentido del ser (no de la expresión), podemos decir que es la
cuestión que atrajo persistentemente la reflexión humana desde los comienzos
históricos hasta hoy. Es la pregunta por el sentido, el fin y la significación
de la vida humana y de la naturaleza, esas preguntas que Jaspers llama “del
límite”. Es la pregunta por los valores y orientaciones de la vida, el porqué y
para qué del mundo, del cosmos, del universo. La vida moral práctica hace al
hombre preguntarse por todo eso. En tiempos anteriores, cuando física, metafísica
y teología constituían todavía una unidad, también la ciencia había intentado
responder a la pregunta por el sentido. Ahora bien, desde que Kant falló que
nosotros, como seres morales, ciertamente hemos de plantear la pregunta del
sentido, pero como científicos no podemos responderla, las ciencias estrictas
se abstienen de esta cuestión. No obstante, la vida moral práctica sigue
planteándola, y lo hace cada día, en la propaganda, en la poesía, en la
reflexión moral, en la religión. ¿Cómo puede afirmar Heidegger que ya no hay
ninguna comprensión de esta pregunta? El pensador alemán afirma que las
preguntas correspondientes por el sentido, pasan de largo ante el «sentido del
ser», y él retorna a Platón con el afán de redescubrir lo olvidado y escondido
desde los días del griego que habló de la cueva y los esclavos.
El lector que
busque en esta obra una biografía personal de Heidegger hallará retazos: este
no es su libro sin duda, pues más es un estudio biográfico a la sombra de su
pensamiento. Hay pasajes esclarecedores de su relación con Hannah Arendt, por
ejemplo, y de la relación de esta, en
cuanto amante que fue del filósofo, con la mujer de él, Elfride Petri, esta nazi y antijudía, y aquella
judía, antinazi. La relación con Jaspers, problemática, esquinada, con
altibajos y con un final que el silencio cubre. La relación con Sartre (otro pichón del pensamiento y sus intereses
particulares, ¡qué poco sabía de palomos quien así lo llamó!).
Párrafo aparte
merece la relación de Heidegger con el nazismo. La inteligencia nos justifica a
cada uno cada día para poder seguir respirando y mirarnos al espejo. Heidegger
fue un nazi convencido durante un tiempo y un nazi por interés. El nazismo
venía a ser para él una nueva aurora tras un modernismo desolador. Ni el
neokantismo idealista ni la fenomenología de distintas índoles solucionaban
nada en la acción. Frente a estos movimientos la realidad histórica sale al
encuentro del hombre y lo zarandea y lo interroga y es justo ahí donde cobra
sentido esa nueva filosofía que defiende Martin Heidegger. Cierto que su esposa
perteneció antes que él al partido nazi, es cierto que ella fue antijudía, es
cierto que Heidegger auxilió a algunos judíos, mas con cierta tibieza, que
posiblemente no fuera antijudío, pero sí le interesaba alcanzar puestos que le
habían ofrecido en el nuevo Estado nazi: él se imaginaba como gran rector de la
Universidad alemana, director de las líneas de pensamiento, quehacer,
investigación, etc. en la Universidad…; pero el nazismo le dio la espalda
porque de bien poco servía al nuevo régimen un filósofo que levantaba sospechas
de tibieza en los cometidos que el partido esperaba de él. Pronto, además, las
ideas que tenía Hitler y lo que de ellas se desprendían, las ejecutaban los hombres de ciencia, los empresarios y los
militares, que son quienes pusieron en marcha la infernal máquina de
destrucción de todo cuanto les resultaba innecesario para la implantación de la
Gleichschaltung (palabra que describe el proceso
por el que la Alemania nazi estableció un sistema de control totalitario sobre el individuo y una coordinación
de todos los aspectos de la sociedad y el comercio).
Insisto el libro para el filósofo
aficionado, para el lector curioso, ha sido suficiente, cierto que árido y
oscuro a veces, pero llevadero, amable, inteligente, por norma. Me ha merecido
la pena. He aprendido, y me ha animado a buscar por otro derroteros que ya
saldrán en futuras lecturas, mediante Dios.
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