Adiós, buen viaje... |
A don Enrique Vílchez Sánchez.
Mi
querido charlie:
Te
repito la vieja anécdota de Borges. La he contado tantas veces que ya no sé si
ocurrió exactamente como la refiero, pero así la recuerdo. Le hacían al
escritor, ya ciego, una entrevista y le hablaban de su muerte, no sé si del
temor a ella, de cómo le gustaría morir, etc. y Borges contestó que lo único
que pedía era morir en España porque “en España es donde mejor entierran”. La
convicción de Borges entronca directamente con ese defecto tan español,
especialmente señalado por Unamuno, como es la envidia. El pecado capital por
excelencia de los españoles, decían y dicen, es ese: la envidia…, y esta solo
cesa y deja descansar al envidioso cuando muere el envidiado: ¡gloria, loa,
enaltecimiento, aclamación y elogio para quien muerto ya no hace sombra! ¡Qué
paz trae la muerte del envidiado al envidioso! Ambos descansan en paz y es por
ello que enterramos en España qué da gloria vernos…
Pues no es el caso… Con la seguridad que me dan los diccionarios -que no
siempre Internet, a veces tan marrullero-, me asesoro para pisar voquibles que
no me enchortalen. El verbo ‘jubilar’, pronominal e intransitivo, según
Corominas y Pascual (por vía de Julio Cejador, que nos lleva a Nebrija), nos indica
que jubilar aparece primeramente en
el sentido secundario de ‘alcanzar la jubilación’: «jubilado, suelto
de trabajo: emeritus; jubilar, suelto ser assíy»
(Nebr.), es decir: no se trata tanto de su primera acepción del verbo latino iubilāre, ‘lanzar gritos de júbilo’, si bien camino de
eso voy. Por influencia de jubileo, festividad celebrada cada 50 años, los mismos
tras lo que se concedía antiguamente la jubilación. Resumiendo: que a los 50
años no sé si de declaraciones al fisco,
Ministerio de Hacienda de la época, entiendo, de los Reyes Católicos, se
jubilaban los parias o con cumplir 50 ya se podía dar de mano… (¿alguien que lo
aclare? A lo mejor el mismo don Enrique Vílchez). No les quepa duda de que
fuera como fuese 50 años de la época debían ser un renglón a tener en cuenta.
Cuando veas las barbas de tu vecino… y
eso ha ocurrido con mi colega y, sin embargo, compañero y amigo Enrique Vílchez
Sánchez… que se ha repelado las barbas y se ha jubilado. Por no estar presente
en ese momento, cosas de la cirugía, no sé si dio gritos o no de alegría. Sé
que se largó. Que se fue como tantos otros educadores y enseñantes he visto
irse. Sacudirse los zapatos a la puerta del Centro, y no volver la mirada atrás,
eso lo sé de largo.
Si yo
fuera encargado mínimo de responsabilidad en el ramo, en la enseñanza primaria
y secundaria (de lo que Dios me libra), más allá de la provincia, más allá de
los comisarios, me preguntaría que tiene mi área, mi servicio, la educación,
que todo aquel que cumple los 60 años coge la de Villa Diego y toma por la
tiesa y, sin volver la vista atrás, ¡ni se despide! ¿Qué tiene mi empresa, mi
negocio, mi servicio que nadie quiere permanecer en él? Personas válidas para
enseñar y educar, con plenas capacidades físicas, mentales e intelectuales, con
prestigio, con empeño en su profesión y oficio durante años, con interés, con
conocimiento sobradamente demostrado de su materia… ¡se largan en el minuto
cero tras cumplir los 60 años! Los chicos jóvenes emigran al extranjero porque
no hallan trabajo, capital humano perdido, gente con cierta formación, ¡pero en formación!…, pero ¿y estos
profesores ya formados, capaces, habiendo demostrado sus cualidades, sus
talentos, su competencia…, por qué no se les incentiva, por qué no se quieren
quedar, por qué huyen como alma santa que vio al diablo o como el diablo huye del agua bendita?
Solo
permanecen en el puesto aquellos que cobran mucho más en activo que jubilados.
El motivo es económico y laboral: por sus cargos y encargos dan pocas horas de
clase y cobran mucho. ¿Por qué no se jubilan los profesores universitarios a los
60 años -si es que pudieren que no lo sé-? ¿Por qué directores de centros de
primaria y secundaria no se jubilan a los 60? No me digan que es por amor a la
educación, a la materia que imparten… y al bien común y a esa entidad llamada
Humanidad o gente, que me derrito en la melcocha. Dejemos el traje de luces del
cinismo para otras parroquias.
Es
una lástima que mi amigo Enrique Vílchez se haya jubilado hace unos días y en
él hago modelo de otros muchos, mucho antes… que se fueron, muchos que se irán
sin que nadie se apene ni mueva un músculo por no perder esos tesoros de
profesores, esos auténticos capitales. Cierto que algunos, como don Guido y
el maestro Ciruela, bien idos están y
otros, que aún quedan, tanta paz se lleven como dejan, pero ¡¡el buen profesor,
el que sabe educar, enseñar, ocuparse, preocuparse…!!: ¡una lástima que se vaya
a ese país, llamado Jubilandia, del que, segurísimo, nunca volverá!
Buen
viaje.
Tucho
Castelo.
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