Querido
charlie:
La
muerte es un enigma. ¡Ay la muerte, esa realidad ineludible! Por la muerte
cobra cierto sentido la vida, tal y como la conocemos bajo el status viatoris. Impone respeto la
muerte, qué duda cabe. Cuando la muerte se hace presente cunde el extremo.
Hay
quien no quiere imaginarse la muerte de los seres queridos. Hay quien nunca se
imagina morir: no logra imaginarse muerto. Creo que hay que hacerlo: mi amigo
Marías, don Julián, estaba seguro. La muerte se impone con la autoridad de lo
irreversible. Presente la muerte, el campo tiene puertas y el capricho, límite.
Quienes no quieran pensarla, imaginarla, hablar de ella… allá ellos.
Resulta
pues, charlie, que tras tu muerte hubo quien apreció que parecía no haberla
sentido yo. ¿Acaso esperaban lloros, lamentos, plañideras, gestos compungidos,
desasosiego…? ¿Desesperación, aspavientos y rebelión…? ¿Por qué habría de ocurrir
esto si tras la vida viene la Vida? Eso creíste tú. Eso creo yo.
La
voluntad es débil: se trabaja poco. Las virtudes ni se nombran (los necios las
confunden con los valores). La ascética se relega al trato con el gordólogo o la
gordólaga, el cilicio se usa como tapabocas y se disciplina al plato, más no
con sentido de ascesis ética o moral, filosófica o religiosa (desde que te
fuiste no he perdido un gramo, charlie). El deporte es el campo de la nueva
ascética. Siguen diciendo que Dios ha muerto: ¡tú sabrás ahora! ¡Qué delgado
está Stephen Hawking!
Ya
sabes de las convenciones y el qué dirán: Se supone que se debe actuar de un
modo concreto ante una situación concreta por… presión social: no hay nada más
que ver lo que ocurre tras el sorteo de la lotería, se me ocurre. Repetición de
las mismas actuaciones año tras año: señora lotera, bulla y agraciados, los
bancarios –chaqueta y corbata-, siempre muy repartida, “lo necesitábamos” (¡como
si el resto nos llamáramos Botín!), la agitada botella de champán o sidra… ¡qué
felices todos!… (quien se lleva el pegote de billetaje y millones:
desaparecido). Estas pautas sociales en muchos casos no son elegibles y vienen
casi impuestas. Tú y yo, charlie, no nos plegamos fácil a lo normativo
irracional. Siempre fuimos unos rebeldes. Lo sigo siendo: para muestra este
botón.
Mi
amor por ti no lo miden las lágrimas, ni siquiera mis palabras: el amor es una
realidad inconmensurable, intangible, no se percibe por los sentidos externos.
El amor de verdad no tiene cuento. El dominio de sí por lo que se cree, por la
fe, hace que las emociones, esas alteraciones que nacen en el paleocórtex, se
reduzcan a sentimientos que no tienen por qué exteriorizarse insurrectas. La
gestión de la emociones tiene que ver con lo ya escrito. Quizá quien tiene un
por qué pueda llegar a amar cualquier cómo: me acuerdo ahora no tanto del autor
de la frase como de un judío crucificado para escándalo de los suyos y necedad
para los gentiles… ¡A ver aquel Hombre tenía su por qué!
Es
una pena charlie porque ya no te podrás volver a morir. La próxima vez, te
apañaría un nicho como el de las fotos de esta entrada. El botellón de chivas
te lo cambio por vino de Lopera: no habrá fallo. Meterte la escopeta ahí se me
antoja un riesgo. El resto, ya te digo, cuenta con ello. ¿O mejor no? Mejor
dejarlo estar, y que cada caminante siga su camino.
Con
el cariño que tú sabes,
El amor no se mide por lágrimas... qué buena frase.
ResponderEliminarSiempre he pensado lo que tú, pero habrá que verme llegado el caso. No estoy tan trabajado...