El
grado de conocimiento de una lengua y la voluntad de entenderse con el otro,
sin duda, condiciona una comunicación correcta. Son necesarios los códigos y los
cauces adecuados, el medio de comunicación, el canal, especialmente en las comunidades
con fines comunes: el hombre es el zoon
politikon. En una empresa de lo que sea la comunicación es crucial y
siempre problemática. ¿Cómo puede funcionar correctamente la comunicación o
sencillamente funcionar, en general, un centro educativo –por poner un poner, cercano y que conozco- donde no hay canales
válidos y validados entre los individuos y los grupos que lo componen? (Me
acuerdo de Parábola del náufrago de
Delibes y de la historia de la torre de Babel…).
El
planteamiento inicial de esta entrada fue, resumidísimamente: estoy solo porque no me puedo comunicar,
es una hipérbole que nos sitúa en el escepticismo absoluto (suspendo mi juicio
y me mantengo en la epojé, es decir, como dijera Cela a Jesús Hermida, a una
invitación de este, sobre lo explicado por Sánchez Dragó: “¡Sepa Dios lo que
quiere decir este tío!”) o del relativismo absoluto, plaza esta donde
curiosamente, tras dar muchas vueltas, terminan muchos planteamientos,
razonamientos, posturas que en ocasiones no saben ponerle ese nombre, lo
ignoran. Son relativistas y lo desconocen.
A
la plaza del relativismo, por un lado, y por seguir con la metáfora, se llega
desde los extremos del pueblo por la calle de la desilusión, de la decepción,
de lo políticamente correcto, de la duda de la existencia de la verdad. Siempre
el paseante de esas calles se mueve en vehículos de supuesta superioridad
intelectual y moral, cargados de larga experiencia vital. Su vehículo suele
estar pintado de modestia intelectual, madurez muy viajada y culta, circunspección
de larga raigambre prudencial y siempre se mira todo con cierto desdén,
desprecio, indiferencia, distancia, conmiseración hacia el crédulo pueril…
fruto todo ello de los largos estudios, teóricos y prácticos, de la asignatura
de Mundología (en general esta actitud solo oculta la soberbia de quien tal
practica, pereza, desidia, acedia, dejadez… necedad confesa).
Por
otro lado y por lo general, todo aquel que haga una afirmación categórica será
visto compasivamente como un pobre ignorante, un iluso, un idealista, si no
como un dictador que desea imponer, con su soberbia y su candidez, su verdad,
por ejemplo que su madre es su madre, que el sol saldrá mañana y otras
supuestas necedades que se tienen por verdad. “Señorita, no se tiré desde el
sexto para no hacerse daño, creo”, hay que añadir. Así no debe decirse nunca que
esta buena mujer es mi madre, sino que uno
cree que lo es, que dicen que es…,
que parece que lo es… De donde se
deduce que uno admite que quizá sea un… malnacido potencial… ¡Son cosas que
pasan, si se me permite!
Para
Brentano, maestro de Husserl, gran matemático, la palabra “relativo” procede de
‘relación’, y la relación real es la que posee términos relativos reales y
realmente distintos entre sí. Si se dice que todo es relativo pero no se dice a qué es relativo, se está
diciendo algo que no termina de decirse, o sea, que tiene un sentido incompleto.
Relativo es derivado de preferir… tomado del lat. praefĕrre ‘llevar delante’,
‘presentar, ofrecer, mostrar’, ‘preferir’, derivado de fĕrre ‘llevar’.
Si
todo es relativo, es relativo que “todo sea relativo”… y el absurdo de la
gallina y el huevo, el huevo y la gallina no deja sino de llevar al absurdo y
como escribió un amigo mío, al final, lo que quiero saber, muertecito de hambre
que estoy, es si estas setas me las puedo comer para alimentarme o no, si me
como o no este pájaro, o esta otra simiente… ¡y no me ande usted con
“filosofías”! que tengo que dar de comer, además, a la prole. Hemos llegado a
lo que esencialmente defiende el relativismo: La verdad no existe, si existe
vaya usted a saber si existe y, en cualquier caso, es complejo constatar su
existencia y así todo es del color con que se mira… Es otra obviedad señalada
por Husserl que es mentira que la verdad no existe, pues “si la verdad no
existe” necesariamente esta afirmación debe ser mentira; es una tesis que se
autodestruye.
Conozco
a muchos que mienten, pero a nadie que quiera ser mentido, afirma san Agustín.
Cierto que no son pocos quienes maquillan, hasta convencerse de la veracidad
plena de sus medias verdades dichas a sí propios o a otros, pero se hace
difícilmente pensable que se piense algo sin pensarlo como verdadero. Y, salvo
que se desee engañar, tampoco es posible expresar un pensamiento sin
pretenderlo como verdadero. Aristóteles ya dijo, con un sentido común soberano,
que las únicas que pueden ser relativistas coherentemente son las plantas, que
ni piensan ni hablan: están calladas. Más abajo quiero hablar de estos
silencios.
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