Siempre dijo que, entre sus
creaciones, su novela preferida era El
amor en los tiempos del cólera. La leo como homenaje al premio Nobel
colombiano. Nunca fui seguidor de su obra. Lo estudié algo. Hoy ya está junto
al Principito en el jardín de las cinco mil rosas de las que él solo se inclina
por las de color amarillo. Está bien. Cada uno domestica lo que puede. La
explicación que daba Gabo para su predilección por esta obra es porque
rememoraba los amores de sus papás, aunque ignoro en qué sentido, ni lo pretendo.
En realidad en la obra quizá haya ¿una
historia de amor? El resto de las historias, como la designación misma de qué
sea el amor…, son un acto de impiedad. Se me ocurren muchos títulos floridos,
llamativos y exactos, pero que no vienen al caso, pero que darían cólera justa
a un título más atinado. Creo que se hace innecesario hablar de una obra por
casi todos ustedes conocida, leía, apreciada o despreciada… Sí puedo añadir
como dato para mi amigo Javier Ochoa que esta obra NUNCA hubiera ganado el
premio de novela de la Diputación de Jaén para escritores noveles, aunque su
autor tuviera un Nobel… La historietilla sobre Ángela Vicuña, por poner un poner, es un penoso y
truculento tratado de pederastia sencillamente asqueroso por muy envuelto que
vaya que en ese lenguaje trabado y denso que a muchos tanto les gusta del
escritor finado hace unos meses.
Veo tras los renglones horas de
dedicación feroz al pulido, a la orfebrería léxica hasta dar en aparentes
oraciones sencillas, que no lo son. Adjetivos sorprendentes, verbos
seleccionados para la ocasión… que procuran sabores y olores equívocos, si poco
nítidos en cuanto a su significado sí muy eficaces en cuanto a su resultado
estético y efectista, que termina por sorprender el lector atento y por aburrir
e importunar a quien quiere saber de la historia que fluye… ¡y fluir fluye!,
pero al ritmo lento de una brisa que apenas mueve el aire, pero lo trae cargado
de olores, sabores, sonidos, reminiscencias creíbles e imposibles… que, pienso,
¡será el Caribe!
La obra toda se me antoja un enlazar de
historias unas a otras de forma un tanto caprichosa, de un modo irracional,
historias entre lo mágico y lo absurdo que se van encadenando, insisto, del
modo más antojadizo. Lo que sucede en realidad anda atascado, la narración
apenas si corre. El tema es recurrente y el autor lo llama amor y hacer el amor y
pijadas semejantes, pero no pasa de ser una narración rancia y ñoña de muladar
prostibulario, eso sí envuelto en la peculiar prosa y estilo del Nobel
colombiano, aunque arriba fue escrito. Ya digo, me ha costado alcanzar el
final, porque estaba harto de las calenturientas aventuras más o menos
puteriles del protagonista (ese hombre impresentable, mentiroso y viejo verde, como el mismo autor lo
llama).
Tengo decenas de notas en un par de
folios escritas, pero están de más. Descansen en paz García Márquez y sus
papás.
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