1 de agosto de 2014

García Márquez, Gabriel, EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA



        Siempre dijo que, entre sus creaciones, su novela preferida era El amor en los tiempos del cólera. La leo como homenaje al premio Nobel colombiano. Nunca fui seguidor de su obra. Lo estudié algo. Hoy ya está junto al Principito en el jardín de las cinco mil rosas de las que él solo se inclina por las de color amarillo. Está bien. Cada uno domestica lo que puede. La explicación que daba Gabo para su predilección por esta obra es porque rememoraba los amores de sus papás, aunque ignoro en qué sentido, ni lo pretendo.
         En realidad en la obra quizá haya ¿una historia de amor? El resto de las historias, como la designación misma de qué sea el amor…, son un acto de impiedad. Se me ocurren muchos títulos floridos, llamativos y exactos, pero que no vienen al caso, pero que darían cólera justa a un título más atinado. Creo que se hace innecesario hablar de una obra por casi todos ustedes conocida, leía, apreciada o despreciada… Sí puedo añadir como dato para mi amigo Javier Ochoa que esta obra NUNCA hubiera ganado el premio de novela de la Diputación de Jaén para escritores noveles, aunque su autor tuviera un Nobel… La historietilla sobre Ángela Vicuña, por poner un poner, es un penoso y truculento tratado de pederastia sencillamente asqueroso por muy envuelto que vaya que en ese lenguaje trabado y denso que a muchos tanto les gusta del escritor finado hace unos meses.
         Veo tras los renglones horas de dedicación feroz al pulido, a la orfebrería léxica hasta dar en aparentes oraciones sencillas, que no lo son. Adjetivos sorprendentes, verbos seleccionados para la ocasión… que procuran sabores y olores equívocos, si poco nítidos en cuanto a su significado sí muy eficaces en cuanto a su resultado estético y efectista, que termina por sorprender el lector atento y por aburrir e importunar a quien quiere saber de la historia que fluye… ¡y fluir fluye!, pero al ritmo lento de una brisa que apenas mueve el aire, pero lo trae cargado de olores, sabores, sonidos, reminiscencias creíbles e imposibles… que, pienso, ¡será el Caribe!
         La obra toda se me antoja un enlazar de historias unas a otras de forma un tanto caprichosa, de un modo irracional, historias entre lo mágico y lo absurdo que se van encadenando, insisto, del modo más antojadizo. Lo que sucede en realidad anda atascado, la narración apenas si corre. El tema es recurrente y el autor lo llama amor y hacer el amor y pijadas semejantes, pero no pasa de ser una narración rancia y ñoña de muladar prostibulario, eso sí envuelto en la peculiar prosa y estilo del Nobel colombiano, aunque arriba fue escrito. Ya digo, me ha costado alcanzar el final, porque estaba harto de las calenturientas aventuras más o menos puteriles del protagonista (ese hombre impresentable, mentiroso y viejo verde, como el mismo autor lo llama).
         Tengo decenas de notas en un par de folios escritas, pero están de más. Descansen en paz García Márquez y sus papás.

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