Las
entradas sobre este libro están siendo muchas y largas, pero le son útiles a
servidor para asentar en la memoria y mejor comprender realidades que en esta
obra se le han regalado de forma espléndida. Me ha parecido tener la
cotidianidad del momento mostrada, explicada, argumentada… desde la perspectiva
del tiempo pasado, desde dentro y desde diversos ángulos. Buen libro sin duda
para esos que hablan y opinan, pero ni compran ni leen libros y, sin embargo,
pretenden pasar por maestros y dar clases…
Una
y otra vez Maura habla de su hacer político como realidad nacional, no
particular ni partidista. Promovió una legislación que fomentó “elementos de
identidad nacional. Promovió desde amenas fiestas «patrióticas» (Día de la Raza
o conmemoración de la Reconquista), hasta grises leyes homogeneizadoras del
cuerpo de funcionarios o del servicio militar obligatorio (sin redención a
metálico)” (p. 413). Quiso que todos los españoles se sintieran cómodos,
iguales, etc. en una misma comunidad nacional y, a su ley de descentralización
administrativa por un lado pretendía justo eso, pero a su vez, y por paradójico
que parezca, centraba y cohesionaba una España que aún, según leo hoy, sigue
necesitándolo.
Otro
elemento de cohesión que pretendió Maura fue la unidad de los partidarios
conservadores o de las derechas bajo la esfera de lo liberal, con la convicción
que ya se ha expresado: La cultura política cívica era la única que podía
favorecer una transición ordenada hacia la democracia liberal. Obsesión suya
era promover el civismo entre esa masa
neutra para que se incorporasen como ciudadanos formados que pudieran dar
pie a una democracia.
Sin
paliativos, para la autora Maura es un estadista fracasado. Fracasa él y
fracasa el sistema que intentó implantar. Sus intenciones fueron buenas, su
quehacer recto… Quizá no le ayudó su modo de ser, como tampoco se lo pusieron
fácil ni a los españoles que conoció: amorfos e incultos en grado destacable,
los líderes políticos que se le opusieron, la reacción de la derecha y el
maximalismo de la izquierda… (mismamente hoy, insisto). Hasta se le echó en
cara que él debía haber sido el Mussolini
español, el líder carismático que nunca deseó ser por mucho que los
españoles anhelaran ese cirujano de hierro que él mismo rechazo, como rechazó
taxativamente la influencia militar en la política o los inmorales tejemanejes
del monarca…
Es
curioso que el diagnóstico que se hace de la llegada de la Dictadura sea que
esta adviene por pura impotencia de los españoles. “La apetencia o la ilusión
de la dictadura es en España un caso de «milagrismo», o fe en el azar, en el
premio de la lotería política” (Ortega), era lo propio para los españoles, país
de “paralíticos”, según Araquistain, donde se inventó el dontancredismo vital
propio de pusilánimes que afecta todo: “Ya escampará”.
Felicito
a la autora por el libro y me felicito por haberlo podido leer y divertirme. Le
agradezco lo mucho que he aprendido en ella y los ratos de verdadero gozo que
he disfrutado.
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