5 de mayo de 2014

González, María Jesús, ANTONIO MAURA. BIOGRAFÍA Y PROYECTO DE ESTADO (V)






(Me voy a permitir explicarles que si me estoy extendiendo en el comentario de esta obra y en la figura de Maura es porque me llama la atención la rabiosa actualidad de cuanto he leído en este libro. Así cobra sentido la foto de arriba. No desesperen, disfruten: aún queda una entrada más sobre Maura).
         Alcanzar el equilibrio necesario para lograr una democracia real pasaba por una reforma en profundidad de la Administración del Estado, maquinaria donde las demás leyes promovidas por los gabinetes de Maura se veían frenadas, postergadas, derrotadas. El Estado español del momento era una máquina de cohechos, para repartir favores, donde felones y prevaricadores, funcionarios viles y caciques encontraban su humus perfecto, ¿cómo podrían sus domeñadores y beneficiarios permitir que ese magnífico estado de cosas se alterara? ¡Ni Dios que lo permitiera! La Administración pública era un coto donde el régimen impuesto se retroalimentaba sin parar y sin desear frenarse.
         La Reforma de la Administración era la herramienta necesaria para el “descuaje del caciquismo” una necesidad para dar paso a las reformas de las Haciendas Locales, la ley electoral, la Reforma de la justicia… ¿No es el caso… que a cualquier español de hoy un poco atento a todo esto de la cosa pública le suena a titular de periódico de actualidad? [hoy mismo la prensa publica en España que se han producido detenciones entre funcionarios y una empresa constructora].
         Rasgo capital para comprender el fracaso político de Antonio Maura es su alejamiento –por «desidia» o «incapacidad», apunta la autora del libro- de su propio partido. El líder se aleja de las bases sin comprender que el partido, al fin y a la postre, debe articular el proyecto político desde la política local hasta la nacional…, sin embargo Maura comprende que esto comporta control y más caciquismo contra el que lucha y ello, sin duda, suponía una contradicción con sus idealistas presupuestos democratizadores y una limitación práctica a los mismos por la que no deseaba entrar.
         Como no podía ser menos las contradicciones entre los políticos y sus desacuerdos en qué sería o debía ser la democracia, llevará a la unificación de criterios propia del español, que no es otra que la calle de en medio: no hay ninguna unidad de criterios, cada mochuelo a su olivo, máxima del individualismo cerril español. El vandalismo propio del español –entonces se usaba términos como cabileño, pasión africana…-, de los políticos españoles -¿hay en el fondo diferencia alguna?- terminará por lastrar el asistemático sistema político español hasta llevarlo renqueante a una Segunda República (un sistema, por cierto, contra el que estaban la inmensa mayoría de los partidos: PSOE, los monárquicos, los radicales de toda laya…, mas hoy curiosamente muchos de ellos defensores del republicanismo, pero esas son reflexiones de don Joaquín Balbín para otro momento).
         En el proceso imaginario de Maura, este entendía que era necesario subir peldaños en la cultura liberal que llevaran a los españoles de la época, con la debida preparación, a la democracia. Se hacía necesaria una identificación de los españoles con España y su Estado en un momento donde los radicalismos nacionalistas pretendían –y pretenden- su desmembración unilateral. “El suyo era un nacionalismo cívico y recoleto, no expansivo, y pleno de recursos” (p. 412), afirma la autora de Maura. Siempre y en todo caso su nacionalismo intentó potenciar todos los elementos posibles de identidad y patriotismo, sin exaltación del colonialismo militar que -contrariamente a lo que se pensaba-, una vez más resulta incomprendido, él nunca alentó. Potenciará Maura en aras de esa unidad y cohesión nacional el concepto unificador de ciudadano: “todos somos uno”, dirá. Cierto que no tenía inconveniente en cantarle las verdades del barquero al monarca y dejar de bailarle el agua, pero en la Monarquía veía una realidad estable y unificadora, que en nada se asemejaba con la monarquía demócrata que proponía Canalejas ni con la derechización de los últimos años de Alfonso XIII.

No hay comentarios:

Publicar un comentario