A los ignorantes que siempre confundieron las
almorranas con las témporas, la opinión con la verdad, las librerías con la sentina
y por
ello ni leen ni compran libros, ni falta que les hace. A esos capitanes de
jardines sin arreglo… se les consuela en el evangelio de san Juan.
Piedra
de toque de cualquier gobierno y más aún de un gobierno como el maurista, con
el marchamo de conservador (él pasó del partido liberal a este), es lo que
podríamos llamar la cuestión social,
su acción social que es vigilada con
lupa.
Con
la prudencia propia de quien prefiere prevenir antes que curar, Maura procuró
siempre que cualquiera de las leyes incoadas por sus gobiernos naciera y precediera
a la necesidad, que no de la fuerza, la exigencia, la radicalidad y la revuelta
más o menos revolucionaria. Siendo ministro de la Gobernación creó en 1902 el
Instituto de Reformas Sociales y el Instituto Nacional de Previsión. La autora
del libro comenta que se encontró en este ámbito de lo social con innumerables
inconvenientes de todo tipo, es decir: una vez más tropezaba con la oposición
de los hunos y los hotros que decía
Unamuno… Patronos, sindicatos, obreros, izquierdas, conservadores, radicales…,
leyes incapaces de canalizar lo legislado ni medios para imponerlas…, insolidaridad
como marca en todos, si bien es cierto que entre las políticas sociales
arbitradas por liberales y conservadores no había grandes diferencias.
Se
mostraba Antonio Maura de continuo y en todo un hombre exigente, se creía
providente, quizá rocoso en su negociar político, pero no por ello procuró
siempre ser conciliador, buscar los puntos de encuentro y nunca belicoso ni
belicista como demostró sobradamente en cuanto a la guerra de Marruecos se
refiere (v. por ejemplo, p. 309), siendo el rey quien presionado, más o menos,
por quienes tenían intereses en África amparaba la guerra, siendo esta una
verdad silenciada en los salones y voceada en las plazas (ignoraba servidor que
en Marruecos se simulaban supuestos tiroteos para buscar el ascenso de
militares… ¡esos militares de opereta que jugaban a la guerra con rifles de
caña y espadas de cartón!), ay, junto a ese rey simpaticón y populachero que pretendía
mofarse de sí mismo con aquello de “si no hubiera nacido rey sería
republicano”.
Especialmente
interesante me parece el análisis que hace la autora de un político a quien
conozco muy superficialmente (quien parece hombre admirable y de quien buscaré
biografía: se aceptan sugerencias, ¿Salvador Forner Muñoz?): Canalejas, quien
en absoluto, según la autora, pretendía promover una reforma democrática desde
arriba, supuestamente coherente, cuando: no pretendía reformar la constitución
(cosa que intentó Moret), no procuraba unas elecciones limpias y verdaderas
(como intentó Maura) y por último asumía el poder co-soberano del Monarca…, lo
que lógicamente se hacía impertinente en una democracia que pudiera llevar con
limpieza tal nombre.
La
política económica neutra, nacional,
por encima de bandos que intentó Maura era, una vez más, imposible en una
España donde políticos y negocio iban de la mano, y los intereses comunes
ponían palos en todas las ruedas que no llevaran el agua el molino del interés
de grupos económicos concretos. Los cauces legales tampoco ayudaban: quienes
podían no estaban interesados y así… en una pieza más del puzzle de los
gobiernos de Maura, por fas o nefas, las leyes y sus intentos reformistas, de
recta intención, quedaban en papel mojado.
Todo
esto se intentaba en un ambiente hostil… hasta desear la muerte, como hiciera
el diputado y fundador del PSOE y la UGT quien públicamente en el Congreso admitió
la posibilidad deseable, tras el llamado asunto Ferrer y la política marroquí
seguida por el gobierno Maura, de que se atentara contra él (no quedó ahí la
cosa, pues tanto Lerroux como Blasco Ibáñez siguieron al político socialista,
diciendo Blasco que era Maura carne de
Angiolillo).
Los
intentos Maura, la base de su política de Estado, consistían en el necesario “proyecto
de modernización económica basado en la industrialización, la potenciación del
comercio, la promoción de las clases medias y la creación de pequeños
propietarios agrícolas” (p. 343).
La vieja historia atribuida a Miguel Ángel y referida a su Piedad, creo, en la que afirmaba que la escultura ya estaba en la piedra es idea ya vieja de corte presocrático. Conviene quitar lo que sobra en las personas; el principio pindárico, la ascesis, lo lleva implícito. No se deben temer los choques con la realidad. Solo el cobarde, el miedoso, el pusilánime… se pliega siempre, se contrae siempre. Cierto: la caña y el roble. El magnánimo se enfrenta, lo que sobra va cayendo: el roce es inevitable. Estas letras cobran sentido en la dedicatoria de esta entrada. Cada caminante sigue su camino.
ResponderEliminarNo sé qué hace tanto criterio y buen leer en un blog. El día que descubran la mina otros pensaremos en lo que no hicimos.
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