He
leído decenas de libros de RAMÓN y creo que no sabría muy bien qué decir de sus
novelas y de sus mixtificaciones, ensayos, biografías… ¡de sus obras!: de su Circo o de su Piso bajo, o de La mujer de
ámbar, o de miles de greguerías, o de sus biografías, de El caballero del hongo gris, de La quinta de Palmira, El torero Caracho, El incongruente, Cartas a mí
mismo, Cartas a las golondrinas…
El ramonismo es un estilo conformado
con la sangre de RAMÓN y su inagotable creatividad que termina por llevar
agotado al lector que va, a matacaballo, tras sus párrafos y sus imágenes, tras
sus greguerías en rosario, enristradas. Casi imposible decir por dónde va El
rastro.
Algo
así creo que me está pasando con el marinismo…
con ese estilo del que él mismo se confiesa en esta obra: “Las múltiples
referencias históricas, culturales de este libro, la acumulación de datos y
testimonios, no es presunción erudita, sino transcripción abreviada de esa
universal sesión de creatividad” (p. 612). Dicho queda. Llega un momento en
que, en la obras de Marina, son tan sugerentes las ideas seleccionadas, tan continuas,
tan de síntesis de otras obras que en cada renglón nos tropezamos con tal cúmulo
de aforismos, de ideas nucleares… que no da la lectura para comprender su
alcance, para pensarlas, meditarlas… y termina uno por padecer un atracón de
sobreinformación paralizante.
Tiene
Marina una valentía intelectual singular porque tengo la convicción de que no
se arredra ante los retos que se propone, o que se tropieza. Se ocupa de
vericuetos existenciales, vitales, sociales… que son muy interesantes para los
lectores, pero echo en falta una mayor calma (¿existía realmente en sus
primeros libros y en sus artículos o es un mero recuerdo errado y mío? Tendría
que comprobarlo y ahora carezco de tiempo para ello). Me gustaría leer más de
su cosecha, que cesase su recolección de perlas en las obras de otros autores y
que estirase sus propias proposiciones sin tener que andar de continuo colgado
en la autoridad de otros, siguiendo las pistas de otros… No hay por qué ocultar
las fuentes en que se bebe: de leales y bien nacidos es ser agradecidos, pero
me gustaría, como escribo, hallar un pensamiento más pausado, más moroso, ideas
que ayudaran a mejor meditar al lector, sin tenerlo acribillado, fusiladito a
ideas sustanciales que pasan por la ventanilla del tren de la lectura sin
apenas ser entrevistas.
Tomo
nota de obras que cita, de autores que se me antojan interesantes y que anoto.
Anoto páginas e ideas: procuro estar alerta con mi folio y lápiz en ristre.
Recopilo ideas para buscarles un mejor acomodo en las estanterías intelectuales de que dispongo. Leo con esmero las notas
finales y el comentario de la bibliografía y su camino recorrido.
También
felicito a Marina –y con él me felicito, y a quienes lo disfrutamos- porque sus
iniciativas son muy poco españolas. Decía Julián Marías que el español tiende a
preguntarse qué va a pasar y rara vez
se apunta al qué voy a hacer. Marina
no pertenece a esa estirpe: es hombre de acción que ante el problema no busca
ni responsables, ni culpables, ni se ve acogotado…, sino que negocia, investiga
y escudriña posibles soluciones. Magnánima postura a la que, con mis
posibilidades, me sumo.
Aún
me quedan dos títulos suyos sin leer en las estanterías. Libros de repescas y
otras noticias: vamos a verlos.
Leo
el libro de hoy a la par que el proceso llamado de la Restauración que se produjo
en España, allá entre 1874 y el 31, opiniones aparte. Leo Las culturas fracasadas. El
talento y la estupidez de las sociedades a la par que sigo leyendo una excelente
biografía sobre Maura (pronto espero poder ocuparme de ella aquí): tengo la
sensación de que una España fracasada, atorada, atrapada, enfangada se regodea
en su fracaso, diciendo desear salir del lodazal… sin hacerlo. Ni sabe ni
puede: la pobreza de quien dirige y la indolencia indócil de quien debiera
ayudar la lastran. Leo del fracaso de parte sustancial de mi cultura… mientras
leo en los periódicos de hoy las noticias. Y hago un balance que me entristece.
Esta sociedad no ha generado cauces claros, diáfanos, para que el ciudadano de a
pie pueda llegar a los centros tangibles de poder…
Quizá,
como siempre pensé, como en la educación, como en la vida… sumar +1 es siempre
mejor que no sumarlo, siempre es preferible encender una cerilla en la
oscuridad que no disponer de ella y siempre será mejor entrar en el juego
ineludible, por muy malas que sean las cartas recibidas… que no entrar,
intentarlo, porque peor sería ser echado de la mesa… sin intentarlo siquiera.
Que por mí no quede, que decía el otro.
uff ¡que montón de cosas! ¿practicas el marinismo?
ResponderEliminarNo sé si el “marinismo” es un afán desmedido por demostrar lo evidente en una época tan necia como la que nos tocó vivir o mero "horror vacui" intelectual que desea cerrar de forma esférica todo razonamiento. Quizá ¿sencillamente la inseguridad que busca apoyo en el otro, en la autoridad intelectual y contrastada del otro? No lo sé. Gracias por su comentario. Un saludo.
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