El llamado “lenguaje inclusivo” es
una pamema cursi más de lo políticamente correcto. Eso que se cuajaron no sin
acierto para los cantamañanas y los comunistas relamidos que se dejaron llevar
por esta iniciativa marxista de la Escuela de Frankfurt: Max Horkheimer y
Adorno fueron sus creadores. Un elemento distintivo de donde gobiernan los
marxistas, más o menos aguados, es el enorme cúmulo de prohibiciones con que
uno se tropieza de continuo y el devenir diario. Lo suyo es prohibir porque la
libertad y que cada uno haga lo que le dé la gana, dentro de un orden
legislativo sensato, les molesta. Les sobra la libertad: no saben qué hacer con
ella. Si usted y yo no podemos decir ni “maricón” ni “gitano” ni “negro” por
temor a que nos señalen, nos denuncien, nos califiquen de fascistas, tendremos
que decir “gay” -que es un maricón travestido-, “etnia peculiar” -que es un
gitano de los pies a la cabeza, ¡y a mucha honra!- y “afroamericano” -que dicen
en los USA, a un tío más negro que el cerote-… Insisto: modo cursi de
manipularnos, controlarnos y encerrarnos, por un lado.
Por otro, están las razones de
corte científico filológico que en España las expuso Ignacio Bosque, de la Real
Academia, y catedrático de Filología
Hispánica de la Universidad Complutense de Madrid desde 1982. Por razones obvias, servidor se
posiciona de parte del doctor Bosque. El llamado desdoblamiento o redoblamiento del género es un problema
ideológico: es como ir dos veces a la tienda para recoger la misma gaseosa…
¿Tiene sentido? Obviamente no. La historia de la lengua, de cualquier lengua,
tiende en sus larguísimas vidas a procurar decir lo más posible con el menor
número de palabras también posibles: en las lenguas más evolucionadas, el
francés con respecto al español, por ejemplo, predominan las palabras agudas,
mientras en español nos alargamos en las llanas y esdrújulas.
Por último,
que lo he visto entre los enseñantes ideologizados y manipuladores en sus
clases, el sentido común y la ciencia debiera de prevalecer sobre esta
sobrecarga absurda de ideología que, como dicen en Alemania “no refleja
nuestro habla”, por cierto… se dice “nuestra hablar”, que no “nuestro habla”,
como aclaró Laín Entralgo hace muchos años en la prensa.
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