Decía aquel buen amigo, ya
muerto, del despacho de su padre: “Se podía perder un tío a caballo”. Pues vale
para este señor, crítico de arte de cuyo nombre no tomé nota… Me pregunto, ¿y
sirve para algo tener todos esos libros, si no le dará tiempo a leerlos, si no
encontrará lo que busca, si no puede acordarse dónde puso cada uno? El del
caballo tenía, decían, unos 14.000 lo que puede ser verdad y no haber pasado.
¿Usted cree que alguien con una biblioteca caótica puede saber cuántos y qué
libros tiene?
Una vez, hace cuarenta años,
mis libros cabían en un par de estanterías que no tendrían las baldas más de un
metro veinte de ancho y dos de alto. Eso era todo. Me sabía de memoria los
libros que tenía. Y empecé a catalogarlos, porque me temía que hay determinadas
realidades en la vida que se hinchan, aumentan y pueden llegar a reventar. En
aquel entonces compraba son suma dificultad algún libro de vez en cuando:
apenas tenían agua los veneros económicos propios.
Ahora puedo decir cuántos
libros hay catalogados en la biblioteca de mi casa: 2.556. Puedo decir dónde
están colocados, salvo dos que están “perdidos”o que se perdieron bajo el brazo
de alguien bajo justificación de “préstamo”. A estos dos mil y pico libros se
le pueden sumar unos 210 más o menos que están sin catalogar por razones que no
vienen al caso.
Sigo con el caos en la
biblioteca… y me pregunto… Bien está que no se pueda encontrar un libro, ¿pero
se puede trabajar en un espacio así, en medio del caos absoluto? Eso no es
desorden, es intentar trabajar en medio de la vorágine. Servidor reconoce que
necesita orden, no el orden obseso de García Márquez, pero sí la serenidad:
saber dónde están los diccionarios (en el ordenador y a mano en la estantería)…
Viene al caso. Hace muchos años entraron en mi casa a robar. Revolvieron todo:
lo que peor me sentó fue que tocaran mis ropas y tiraran al suelo mis ficheros:
tengo un par de ficheros que elaboré a mano, en unas fichas que yo me inventé y
de las que tengo más de tres mil… Tras aquello nunca más volvía a usarlos. No
los volví a ordenar. Quizá ahora y al hilo de esto sea una buena ocupación,
cuando termine el libro en que ahora ando, ponerme manos a la obra. Seguro que
recuerdo muchas ideas que eran de mi gusto entonces, volverlas a ordenar por
los temas que yo dispuse porque eran de mi interés…
Virtud sin orden, rara
virtud, aprendí hace cerca de 50 años en Camino y creo que la llevaba y
la lleva.
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