Lo he dicho, supongo,
muchas veces y hasta es posible que lo haya dejado aquí escrito. Normalmente no
me planteo escribir un libro, sino que más bien las historias o los temas me
asaltan, me los topo. Ahora, cuando no deseaba escribir nada en particular, me
refiero a una novela (tengo varias terminadas y por pulir) o a algún ensayo
(tengo otro en la misma situación que las novelas citadas)… se me cruza un
asunto que me resulta lejano y me carga de nostalgia.
Hablo con un amigo de
los años que dediqué a la educación. Hablo de quienes fueron mis preceptuados y
lo hago con la pasión del amigo porque muchísimos de ellos lo son y me mantengo
en comunicación (prefiero más esta palabra que “contacto”: no me gusta que me
toquen). Sé de sus esposas, de sus hijos, de sus viajes, de sus problemas… de
sus vidas. Rarísimo es el día en que no hablo con alguno de ellos, me escribe
un correo, un wasap, me comenta tal o cual cosa. Y este amigo del que hablaba
al comienzo de este párrafo, por su experiencia de estos últimos años, por mi
pasión al hablar de aquellos años que me llenan de melancolía me propone que
escriba un libro sobre las tutorías personales, las preceptuaciones. A su
juicio, y al mío, son muchos los profesores que se dedican a ellas y queriendo
jugar al fútbol… juegan al rugby o al fútbol americano: no saben ni tienen
dónde acudir para aprender, me temo.
Por largas razones que
voy explicando en el libro que ahora está en la fase de documentación, conocí
de primera mano a la persona que “trajo” las preceptuaciones personales tal y
como las practiqué yo durante décadas (cada profesor tiene su estilo personal).
La persona en cuestión es el autor de este libro. Ignoraba la existencia de
esta obra, que recupero en una librería de segunda mano y me pongo a leerla. Me
parece muy interesante, pero considero que don José Luis, un genio de la
innovación educativa valiosa y solucionador de verdaderos problemas educativos
(no son pocos los que innovan pasando un palito entre las olas del mar), digo,
don José Luis no ha acertado en la transmisión de aquello que trabajó en un
estudio, pues el libro es fruto de un estudio realizado por el ICE (Instituto
de Ciencias de la Educación) de la Universidad de Navarra donde siguió lo que
trajo de Inglaterra, lo asentó en Gaztelueta y luego se divulgó según y como
por los centros que eran labor personal o corporativa del Opus Dei al menos,
que yo sepa, en España, ignoro si se harán tutorías personales en centros de
estas características en otros sitios del mundo donde miembros de la Obra
trabajan en la educación.
Insisto: la exposición
que se hace de la investigación da como resultado chubascos dispersos.
Creo que, siendo lo mejor enemigo de lo bueno, el autor se guio por una
estructura expositiva que da una información impresionista, pero no logra
retratar con realismo y de cuerpo entero lo que es una tutoría. Ciertamente, a
lo peor, yo busco lo que él no quiso explicar (me entero ahora que él ha
fallecido) y solo aspiraba y eso hizo a plasmar como el título anuncia: Experiencias
de acción tutorial por tener la convicción de que no existe un solo modo de
hacer tutorías personales (es obvio que así es), pero creo que debía haber ido
más allá de la exposición de lo que halló en su investigación. Echo de menos el
comentario del maestro… Es curioso que los tutores que cuentan sus experiencias
hablan del laissez faire, de ese dejar a los alumnos a su aire… y algo
así es lo que el autor ha hecho con lo que las nueve experiencias tutoriales le
contaron en los comienzos de la séptima década del siglo pasado.
El punto 6, Relación
con el grupo de clase, apenas me ha aportado nada para el tema de la
tutoría personal, quizá como era lógico; sin embargo, compruebo lo distintas
que fueron aquellas clases, aquellos alumnos, aquellas aulas… a lo que después
vino. En parte yo viví personalmente como alumno aquellos cambios que luego fui
comprobando como profesor y que muchas veces lo ejemplifico con un nombre
imaginario de una profesora, quien en los años 60 era doña María de la
Concepción; en los 70 fue doña Concepción, a finales de estos doña Concha, en
los 80 pasó a ser doña Conchi, a finales de estos Conchi y luego fue derivando
a Chonchi, Chochi y Chocho… y ahora ya no sé por dónde irá la cuesta abajo. Los
responsable últimos, sin duda, porque lo he vivido han sido los profesores que
lo han tolerado, permitido, fomentado y ahora lo padecen.
Este libro merece la pena para aquellos que quieran tener
noticias de qué es una preceptuación, también llamada, con matices casi insignificantes,
tutoría… A ver si logro yo escribir el libro que se me pide… A.M.D.G.
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