FASCISTAS
Las menos de 300
palabras de estas entradillas no dan para hacer un tratado del insulto, que ya
hay varios. A ellos redirijo al curioso lector.
El otro día vi en una
grabación (hoy todo está grabado) a la Irene Montero y su consorte que llegando
a un juzgado donde se defenderían ofendidísimos de los escraches (“jarabe
democrático” solo era eso para él) y salió ella hecha un basilisco de arrabal verdulero
vestida y peinada, eso sí, del taco calificando de “fascista” o “fascistas”
a quienes la escrachaban. Me acordé de san Mateo: “Haz a los demás todo
lo que quieras que te hagan a ti” y así ese bien que es el “jarabe
democrático” fue aplicado a tan distinguida pareja. Algo no debió de ir bien en
su suministro, quizá por falta de práctica, porque la Mari de Galapagar, se
ofendió y llamó fascistas a to lo que se meneaba y, además, en un desplante
de dignidad cuasi torera, pidió la intervención de la fuerza pública. Se acostumbra
una pronto, hija, a los chóferes, los coches de gañoteo y a los escoltas y es
que, es faltarte un día, y ya estamos echándolos de menos… ¡la vida!
La actitud de ese dador
de ostias, ese cazador de fascistas, según dijo en una conferencia, que es el
consorte de la Irene… salió también del recinto del juzgado, como rufo entre
las piernas de su amo, de donde mismo se arrancó ella, y se fue to valiente a
por una mujer –no
sé si señora, señorita, joven…, fascista seguro al decir de la Irene–
y por donde mismo fue volviose no “requirió la espada/miró al soslayo, fuese
y no hubo nada”, otro matasiete de tres al cuarto. Envainósela y eso fue todo.
Fascistas…
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