8 de abril de 2022

ANTONIO ALCALÁ VENCESLADA -14

 


Comas Caraballo, Daniel, Autonomía y reformas en la Universidad de Valencia (1900-1922)

Vuelve a contarme el autor, como no podía ser de otro modo, noticias conocidas que ya leí en libros anteriores, si bien en este percibo una clara inclinación en favor y defensa del krausismo y los krausistas como las estrellas rutilantes del espacio educativo de los años que estudia: eran ellos, casi sin duda, quienes podrían renovar el mundo universitario, la educación española, la formación de sus gentes, el cultivo de tantos millones de analfabetos… porque tenían las ideas claras sobre cómo y qué hacer… “El regeneracionismo en materia universitaria no puede identificarse plenamente con la Institución libre de enseñanza, sin embargo, se entendieron porque ambos coincidían en su deseo de amplia reforma. La segunda iba más lejos pues no se conformaba con denunciar, sino que contaba con un plan definido, con un camino para la transformación universitaria del que los regeneracionistas sociales, claros en sus pesimistas diagnósticos, carecían”.

No deja sin embargo de llamarme la atención que la Institución libre de enseñanza, a lo largo de sus décadas de existencia, solo creara un colegio, privado, exclusivista, caro y en Madrid… Y su influencia solo fuera puntual y parcial, beneficiándose de su acceso al poder quienes eran institucionistas. Difícilmente así se podría llevar a cabo ninguna reforma “amplia”. Es posible que tuvieran las ideas clarísimas con respecto a qué hacer, pero hacerlo… no lo hicieron.

Creo que es fácilmente demostrable que la comprensión de la necesidad de un cambio, de una mejora impostergable en la educación ha sido una realidad que se remonta en el tiempo a mucho antes de los llamados regeneracionistas de finales del siglo XIX y, por supuesto, de los krausistas. Las legislaciones, por ejemplo, de todo ese siglo pretenden mejorar la educación, con un claro pero: es más que una impresión que todos, me refiero a partidos políticos y corrientes de pensamiento, los eclesiásticos, las órdenes religiosas, pretenden la mejora y la reforma a beneficio de su inventario, llevando el agua a su molino y arrimando el ascua a su sardina. Todo ello deja bajo dudoso pabellón las intenciones rectas y verdaderas de una reforma general y beneficiosa para la educación en sí y para los educando como principales benefactores, sin ver en ellos solo mentes que amaestrar, manipular, condicionar, etc. Y a las legislaciones nonatas o pseudoimplantadas… me remito.

La reforma universitaria deseada se reducía en la lucha de estas, eran diez en España, por “la autonomía universitaria la que se convertiría en el estandarte de la renovación y el cambio universitario”. La Iglesia representaba el retroceso y lo retrógrado y los renovadores, los krausistas en particular, “La europeísta y liberal, identificada casi por completo con el ideal institucionista, que pretendía modernizar el sistema español y asimilar modelos que aplicaban con éxito los países más avanzados”: por sus adjetivos también los conoceréis.

El autor afirma que “La autonomía universitaria del primer cuarto del siglo XX podemos dividirla cronológicamente en tres etapas. Una primera que abarcaría desde la creación del ministerio de instrucción pública en 1900 hasta el gobierno de Santamaría de Paredes en 1905”, que es, digamos, la universidad que afecta de lleno a Alcalá Venceslada, aunque sus estudios de Derecho irán más allá de esa fecha, pero hemos de entender que estos fueron marginales… No obstante, para nuestro estudio, para el universitario que fue Antonio Alcalá, como para cualquier universitario, su problema no está tanto en la legislación que conduce y encauza su carrera como las asignaturas que debe aprender, dominar y aprobar…


Creo que con este libro he cubierto sobradamente la legislación que rigió los años de estudiante de Alcalá Venceslada, que, como todos cuantos hemos sido tal, de más de un siglo a esta parte, nos hemos limitado a padecerla y aún lo hacen quienes están en las aulas. 


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