En
alguna entrada anterior anuncié que, tras ella, vendría otra sobre Luis Cernuda
a partir de un libro de Emilio Barón Palma: aquí está. Segunda vez que leo este
libro, muchísimo más concreto en el tiempo de la vida de Cernuda y más enlazada
su obra y su vida en él, que el anterior comentado de P. Silver, así como gran
abundancia de citas, fechas, sugerencias, comentarios de sus versos. Cuando leí
por primera vez esta obra, Luis Cernuda:
vida y obra, me gustó y me dejó un sabor lejano del poeta sevillano quizá
porque no lo encuadraba bien en su obra, que no había leído entonces, que ahora
releo y de la que espero escribir algo por aquí dentro de no mucho.
Vuelvo
con la idea que mueve estas lecturas mías, detenidas y detallosas, de este
verano: parece que será el nuevo autor de las lecturas
obligatorias-recomendadas para la prueba de Selectividad de junio del 19 en
Andalucía. Luis Cernuda reemplaza a Machado, a Juan Ramón, al resto de los
autores andaluces del 27 y se erige como “el elegido”, por mano y mente que
ignoro, ni me importa.
El
libro de Barón Palma me parece que puede resultar excelente para hacer un
recorrido detallado por la obra de Cernuda. Es cierto que quien lo haga, le
recomiendo, pensando en voz alta, que lea previamente algo más esquemático y
breve sobre una y otra, vida y obra, y vaya a la vez compaginando esta lectura
con la lectura directa del autor sevillano.
Barón
Palma nos confirma a quienes conocemos algo a Cernuda la personalidad del poeta. Niño
solitario, mal avenido y peor comprendido en su casa sevillana de los mil
recuerdos y un patio, y de donde es posible que naciera -¡vaya usted a saber!-
esa personalidad enlutada, triste, pesimista, quejosa, soberbia, rencorosa que,
para mí, sin perdón, es propio de personas poco listas, poco inteligentes y que
terminarán haciendo una gran obra, la que fuere en el sentido que fuere, mas su
vida y las de quienes les rodean serán puro luto y desgracia: infelices. Es
rara la persona de quien no habla mal, con quien no se lleva mal, si todo
marcha bien en un principio no demasiado después la ruptura -además sonada-
está asegurada… La persona inteligente resuelve problemas y no los genera: no
es el caso de Cernuda.
Los
motivos para que su vida cristalizara en ese puro fracaso es la envida (por
ejemplo a Aleixandre a quien ve como un burgués, y así sí se puede crear una
obra); él siempre se quejó -con o sin razón- de sus escasos medios económicos
(tampoco tuvo un empleo fijo ni firme, ni lo buscó porque no le gustaba atarse,
se le hacían largas unas oposiciones: despreciaba dar clases y a los
profesores, pero él hacía su papel de tal por necesidades económicas; lo que
provocaba que, en la memoria de casi todos los sitios por los que pasó, dejara
malos recuerdos y malos recuerdos se llevó); a Salinas, su mentor, por llamarle
licenciado Vidriera -por su
susceptibilidad- no lo perdonó nunca; a Dámaso Alonso tampoco: a este no le
agradaba la condición homosexual de Lorca y posiblemente tampoco la de Cernuda,
a Alonso le llamó sapo (me sonrío
porque me parece de una inmadurez infantil); imposible hallar un amor estable…
en ningún país por los que pasó: España, Francia, Inglaterra, Gales, Estados
Unidos, México… donde murió. Todos los espacios le resultan desagradables: solo
Sevilla y Málaga -su Sansueña- en su recuerdo merecen ser recordados, pero el
resto… Madrid, Toulouse, Valencia, Londres, Nueva York, San Francisco (no le
gustaba porque para su gusto hacía mucho viento)… En fin… Cernuda.
En
medio de esta desesperación de vida sin demasiado sentido, fue creando una obra
excepcional que defendió a tinta y pluma bajo todos los condicionantes.
Puntilloso cual Juan Ramón, a quien terminará también detestando, con sus
publicaciones, las erratas en estas, los artículos que escribían sobre ella o
sobre él, lo que editaba, dónde, cómo…
En
cierta ocasión en casa de los Altolaguirre con quienes tenía especial amistad y
trato continuo desde que se marchó de Sevilla a Madrid, era por Navidad, era
uno más para la cena…, pero como venían otros invitados, se le ocurrió, por no
saludarlos y estando parte de la casa en obras, esconderse sentado en una silla
y bajo unas lonas de los albañiles: lo buscaron por la casa, pero no lo
hallaron hasta que en un momento dado, los niños, jugando, lo hallaron así y
allí ante el asombro de todos estaba. En fin: este sí que me parece un extravagante ciudadano,
más rarito que un perro verde. La excelencia artística no garantiza en absoluto
la excelencia humana.
Dejo
a Cernuda e invito al lector a que lea el libro de Barón Palma, obra que aún se
puede hallar en librerías de viejo o de segunda mano… Creo que la obra le
ayudará a mejor comprender al reconocido poeta Luis Cernuda.
Anotado queda en la lista de desideratas, maestro. Gracias, como siempre.
ResponderEliminarQue digo yo, por cierto, que todas estas anécdotas se las cuentas a los chavales y los enganchas, pienso, creo. Me voy a anotar algunas por si este año me toca dar en segundo, que será el curso que nadie quiera dar, verás.
ResponderEliminarTe felicito por tu optimismo. Cuento decenas de anécdotas de obras, autores... y no enganchas a nadie... Eso no quita para que las siga contando y refiriendo y ellos pasando y confundiendo a Zenobia con Leonor..., o con la madre de la portera. ¡Adelante...! Que por ti o por mí no quede.
ResponderEliminarGracias Antonio por estos comentarios tan amenos, que al menos, en mi caso, incitan mis ganas de leer más. Aunque como Cernuda me queje de que como no tengo dinero, tampoco tengo tiempo. un abrazo.
ResponderEliminarLamento no poder dirigirme a usted... por su nombre. Quien le agradece vivamente su comentario soy yo, escritor solitario en mi rincón... Cierto lo que usted dice: el dinero, decía la Lola de España, no da la felicidad, pero quita los nervios; y esa serenidad propiciaría la lectura, puerta hermosa para el espíritu, pero me temo que hay muchos ricos que solo leen los extractos de sus cuentas... Gracias de nuevo. Un saludo afectuoso,
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