Cuarto libro de la serie que leo
de este autor y con los mismos protagonistas. No hace mucho leí el anterior y publiqué aquí un comentario.
Sigo pensando que cuando la situación no es buena, cuando el agua sube por el
cuello arriba y amenaza con llegar a la boca, lo mejor es leer literatura
ligera, que no quiere decir ni mala ni peor, sino sencillamente distinta: algo
que distraiga de lo fatigoso que nos atenaza y cansa.
En la entrada que arriba cito,
dejé cuenta y razón de un excelente artículo,
eso me pareció, sobre el autor y sus novelas. En él leí que la obra que ahora
comento, Monte Cassino, era de las
mejores. La busqué de segunda mano y la hallé sin problema.
¿Es mejor que las anteriores?
Ciertamente todo en ella está más cuidado que en la anterior, al menos, especialmente
la redacción. Ya he escrito que los personajes no cambian, los protagonistas
–que nunca mueren- son los mismos: Porta, Hermanito,
Barcelona, Heine, el Viejo, el Legionario, el propio autor, que se incluye como testigo y como
un protagonista más…, un grupo de soldados alemanes destinados en un batallón
disciplinario de carros de combate que hacen la guerra por su cuenta. En este
caso, que no en los anteriores, el autor sitúa a sus personajes en el frente
italiano de la Segunda Guerra Mundial. Da la impresión en esta obra, pero esto es solo una
opinión, de que el comienzo, los primeros capítulos, son narraciones de sucesos
de guerra espectaculares, violentos, donde el autor va tanteando sus
posibilidades: estos capítulos no tienen más conexión entre sí que los
personajes, un espacio elástico, digamos, en el mapa, Italia y la guerra. Por
primera vez, para mí, el enemigo no son los rusos, sino los americanos. Téngase
en cuenta que en los años en que escribe Hassel, esta novela es del 63, nos
encontramos en plena guerra fría y los malos
eran los rusos y los buenos los
americanos, por tanto, no era de recibo, en general, guerrear y poner en la
picota a los buenos…
Del comienzo descentrado, desde
mi punto de vista, la novela cobra sentido en un hecho histórico que he podido
comprobar -¡qué maravilla es Internet!- como cierto. El asedio a Monte Cassino por parte de los
americanos, que se describe como brutal, provocó que los alemanes con excelente
criterio, sacaran de allá decenas de camiones con obras de la biblioteca y
obras de arte en general que fueron trasladadas a Roma. Será la División
“Hermann Göring” del monasterio de Monte Cassino la encargada de los traslados
y a ella se suman los protagonistas de la novela. En realidad, digamos, el
hecho histórico solo es puro fondo desvaído, que da algo de color y sabor a la
novela, pues ni se describen obras ni espacios reales de la abadía ni del
Vaticano donde llevan las obras y Roma es un entramado de calles que se pueden
mirar en cualquier mapa al uso…, pero esto nos da igual al autor y a los lectores,
porque de lo que se trata es de ver pulular en medio de escaramuzas y anécdotas
bélicas, con muertos de mentirijilla, a los protagonistas de la novela, que
visitan burdeles, juegan a las cartas, roban muelas de oro, pretenden quedarse
con obras de arte para revenderlas, disparan a un enemigo que nunca, de forma
milagrosa, los hiere, etc. porque ellos son los verdaderos jabatos
indestructibles del frente…
Visto lo visto, en estas obras
todo funciona de forma bastante mecánica: da igual dónde se sitúen los frentes,
quiénes sean los enemigos…, el grupo siempre saldrá indemne, cada miembro tiene
un papel asignado que funciona igual en todo momento: Porta es el jugador de
cartas, cínico, que se ocupa de abastecer de todo lo impensable en el frente,
egoísta… hasta ciertos límites, interesado junto con Hermanito en buscar las
muelas de oro en el enemigo muerto…; Hermanito es el bruto, imprudente, un poco
lerdo, que a base de fuerza e ignorancia logra salir de todos los fregados sin
un rasguño; Heine es el nazi convencido que se halla rodeado de esta cuadrilla
de indeseables insubordinados, indisciplinados, condenados a un batallón
disciplinario, que se burlan de sus creencias en un mundo mejor anunciado por
su amado Führer; los superiores militares son todos unos andarríos y pelagatos,
ineptos, ignorantes, ladrones, etc. y, por tanto, y como contraste, nuestros
amigos… tampoco desentonan mucho del contexto que, además, como justificación
de todo se produce en una guerra donde no hay ni buenos ni malos, sino o vivos
o muertos.
Como en la anterior entrada
escribí, y en el comienzo de esta, entiendo que estas obras de Sven Hassel son
literatura que divierte para quienes no sean muy exigentes con las calidades ni
literarias ni históricas… Literatura divertida para andar por casa en
alpargatas.
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