Querido charlie:
El autor de esta frase, Paul Henrí Spaak, estaría hoy de pésima
enhoramala y mala leche. Fue nuestro hombre uno de los grandes impulsores de la
cesión de soberanías nacionales, particulares, en favor de una unidad superior
llamada Europa. Defendió a ultranza la inclusión en esa unidad europea la
presencia de la primera nación que: una vez quiso sumarse, y hoy ha dado un
paso atrás con el llamado Brexit. Malos días para este político belga y gran
visionario… Malos días para Europa. Curioso: siempre sopla buen viento para los
tontos, charlie. Dicho esto, y centrándonos en su frase, convendría decir que
el azúcar es tan nocivo como los tontos…
El tonto puro, el tonto patanegra, integral, el tonto de libro… en
tanto que persona es literalmente digno de la misericordia de todos. Aún no me
crucé con ninguno en mi vida en las aulas. He visto personas enfermas, personas
perjudicadas de nacimiento, niños incapaces de alcanzar la media razonada por
una sociedad que ha puesto sus lindes…, pero no vi nunca en las aulas ese tonto
pueblerino, del que Cela escribió. Siendo niño sí los vi en las calles de algún
pueblo, en las calles de alguna capital. Algo hemos avanzado: hoy ya, por
muchos motivos, no se ven esos tontos pobres que deambulaban de acá para allá.
En la Literatura recuerdo el loco descrito en un poema de Machado; un libro que
recuerdo vagamente de Jaime Campmany que se titulaba… Jinojito el lila, que era más
libro de un vivo que de un necio; recuerdo a Nilo aquel personaje de Las nogueras, de Delibes, que
era tan inocente como el Azarías… Recuerdo otro libro de Ana María Matute… Los niños tontos, del que solo
conservo en la memoria que es un libro breve de Destino… En fin, tontos que no
se ajustan en absoluto al comentario de Spaak.
El tonto veteado e impuro, el tonto tan
tóxico como el azúcar, es lo que conocemos por un vivales. Es el animal
“que las ve venir”, es el listo de la cuadrilla, el egoísta que, con habilidad,
se percata de lo que le conviene y aprovecha con astucia las oportunidades,
aunque para ello tenga que pasar literalmente por encima de los cadáveres de
sus próximos y sus ajenos. Pura plaga. Arsénico letal sin mixtura. Es cierto
que muchos de estos tontos pasan desapercibidos hasta que “por sus obras” se
les conoce… Ya fue tarde. Eso que Spaak llama “enfermedad” se convirtió en
pandemia. El tonto de quien habla Spaak es malo como la tiña. Se extiende por
la vía de “aluengo de meda el deluvio”, “yo primero, yo después y detrás yo”,
“íbamos yo y este”, “¡anda y que le den!”, “ya vale”, “todo está bien”, “si
callan, otorgan”… Es el silencio de los corderos de los que tanto habló, por
ejemplo, Anna Arenth: esos judíos que, en silencio, tan inteligentes, tan
espabilados, no quisieron ver venir a ese vivales fabuloso de Adolfo Hitler.
Primo este, por parte de intereses, de ese otro -no hay pretensión de
reduccionismos equidistantes- de Stalin que masacró más de treinta millones de
personas, tan terne él, tan con su bigote, sonriente… ¡y qué espabiladillo nos
salió!
No obstante, siendo muchos los vivillos
que en mundo han sido, hay uno, el poncio de la jofaina, el tal Pilatos, que se
me antoja en tonto arquetípico del que habla Spaak. Su necedad, su tontura…
“los que de verdad la padecen son los demás”. No quiere quedar a mal con nadie:
ni con judíos ni con romanos, ni con sus jefes ni con sus subordinados.
“¡Pásate la jofaina que me lavo las manos! No quiero saber nada. Este jodido
judío no me jode el pasodoble”, debió decirse. Incluso, porque el vivales suele
ser un pellejo de cordero sobre lobo, intenta aquietar su conciencia con un
“¿Os suelto a Barrabás o al tal Jesús que se dice hijo de Dios…?”. El tipo se
las sabe todas: referéndum popular; a él no lo coge el tren por muy derecho que
le venga. Que no, que él solo fue responsable
ejecutivo de la muerte de el Hombre. Él, un quídam que
estaba allí en el momento inoportuno…, pero, ya digo, a él que no le pidan
cuentas más allá de lo dicho. “Echa más agua a la palangana, bombero de mi
alma”. Nada que no sea en su propio interés le interesa lo más mínimo. ¡Si fueran
el Sol, no calentaban ni a su madre!
Y en este renglón entra Cameron, que no
entendió que “camerón que se duerme…”. Su jofaina fue su referéndum. “A mí no
me la colocan estas huestes que piden que crucifique a mi Gran Bretaña”. “Le
pregunto al pueblo -se dijo- y que él, entidad tan romántica como irresponsable
(¿quién armó a la mitad del pueblo en nuestro 36?) decida”. “Ahí lo llevas,
David, que voy a por otro” y le han pegado un urnazo en la boca que nos ha
trepado los dientes a todos los europeos. ¿Y el vivales? Pues eso… ¡con su
sardina en el ascua, charlie!
Que tenemos un problema, no hay duda... Pero, apurando la analogía entre Pilatos y Cameron, me pregunto: ¿Qué hubiese pasado si en aquel juicio, Pilatos, hubiera decidido lo contrario, condenar a Barrabás? ¿Hubiera desaparecido el problema que tenían entre manos las gentes de la época? Cristo murió por nosotros, era necesario que muriera por nosotros... Pilatos hizo lo que tuvo que hacer... La tontería de Pilatos, y la de Cameron, no es más que el callejón sin salida en el que una sociedad está inmersa, del no saber a dónde va ni de dónde viene. Supongo, desde un punto de vista más optimista, esa tontería nos puede abrir la puerta 🚪 a algo mejor... ¿Esa no fue la grandeza del cristianismo?
ResponderEliminar"Hizo lo que tuvo que hace", el tipo era kantiano sin Kant. Ya sabes que solo Alá es grande y por tanto solo Él se sabe la peli de cabo a rabo... Los demás merodeamos, por no decir mariposeamos... Gracias, Rafa, por tu comentario tan oportuno.
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