6 de julio de 2014

Estimado Herr Goldmundo...




         Me temo que disiento de tus comentarios. Nada sucede. Este puede ser un espacio adecuado para debatir, pensar, aprender, mejorar… que es de lo que se trata, de lo que estamos tratando.
         La condición indigente, precaria del hombre -de “pecador”- es común a cuantos tenemos conciencia de nuestro hacer y de nuestro obrar. Creo que solo el ignaro necio dice no sentirse arrepentido de nada. La idea es precristiana: digo por si alguien tiene la culata larga, ¡que suele provocar tiros bajos! La caída humilla, levantarse ensalza.
         La cuna reconocida de la sophia nos habla de hombres que buscaban ser felices (Nietzsche, pobre, decía que eso de la felicidad era cosa de ingleses). Eran hombres que andaban en la philo… es lo propio del status viatoris. No eran sophos, pero anhelaban serlo. Se buscaban unos a otros para poder aprender de los mejores. Eran los discípulos que iban a las academias, los discípulos que anhelaban maestros verdaderos… Para todo esto remito a Pierre Hadot, EJERCICIOS ESPIRITUALES Y FILOSOFÍA ANTIGUA, que lo explica infinitamente mejor que yo y pormenorizado. No: en absoluto considero que el filósofo vagabundee entre el sexo de los ángeles, antes al contrario: el filósofo auténtico quiere responder al ser inquirido por una realidad que no comprende y a la que asedia.
         No entremos al detalle. Toda alegoría, toda metáfora tiene sus límites; Ortega lo cuenta. El problema del soldado yanqui Bowe Bergdahl –hoy sargento-, según dicen algunos, no es que fuera secuestrado, cogido prisionero… Su error fue abandonar su puesto de guardia, arriesgarse torpe al campo enemigo, perder las armas, entregarse, rendirse… Quizá tuviera razones, pero no razón. Todos somos capturados por el enemigo en alguna ocasión, todos nos equivocamos, bajamos la guardia, nos dormimos en la garita…, pero no podemos intentar dar lecciones de defensa y alerta, de valentía y lealtad, cuando nos hemos pasado con armas y bagajes al enemigo. No juzgo a Zubiri; mucho menos aún sus intenciones –ni la Iglesia lo hace-, pero se me permitirá desconfiar –y así expresarlo- de quienes están a medio metro de la esquizofrenia vital: recelo del ciego que guía a otro ciego. Ortega afirmaba que las palabras convencen y los ejemplos arrastran: a mí, lo leído sobre Zubiri ni lo uno ni lo otro. Ciertamente ninguno de los filósofos citados (Nietzsche, Wittgenstein, Camus) ni sus pensamientos me interesan para alcanzar en mi quehacer cotidiano -y de quienes me rodean- una vida lograda: sus vidas como sus filosofías me parecen fallidas. La muerte apremia: no digo que no pueda aprender mucho de ellos, pero necesito atajos: y esos se me antojan arriesgados, temerarios. Atiendo a otras voces. ¿Por qué soy otra “clase de persona”? Cierto que todos tenemos amigos con ideas muy distintas a las nuestras y seguimos siendo amigos… Contraria complementaria sunt, mas no pretendamos mezclar el aceite y el agua…
         Ignoro en qué sentido se habla de “salvación” de san Agustín: Dios que no te creó sin ti, no te salvará sin ti, decía el obispo de Hipona. Y el Maestro afirmó aquello de sine me nihil potestis facere… y etcétera.
         Zubiri. La soledad sonora, ha sido un libro que me enseñó que Zubiri, para mí, no suena a verdad, está afónico.

1 comentario:

  1. Hola Antonio José.
    Es cierto que todos los seres humanos somos pecadores, pero de ello no debe deducirse que todos los seres humanos tengamos voluntad de arrepentimiento. A los terroristas, psicópatas y dogmáticos varios me remito.
    La filosofía es como la religión, o como la política para aquellos que solo creen en suprematismos ideológicos; solo "sirve" a los intereses particularistas de un individuo dependiendo de la clase de persona que éste sea. La filosofía también puede servir a intereses de grupo o de partido ("parte de").
    Todos los seres humanos necesitamos justificar nuestra existencia, nuestra razón de ser. Dicha necesidad de justificar nuestras acciones es un imperativo ineludible para los hombres (Zubiri) en tanto así nos insta a ello nuestra inteligencia racional. Somos morales sí o sí, pues no existe ningún ser humano inmoral.
    De lo que se tratará, entonces, será de decidir, consensuar o imponer, tanto da, qué moral será la "buena" y cuáles serán las malas.
    San Agustín se "salvó a sí mismo", primero autoengañándose (necesidad psicológica mediante) y después necesitando engañar a los demás para justificarse ante sí mismo.
    Toda moral nace de la necesidad "personal" de justificar actos. Detrás de todo ideólogo o suprematismo ideológico, religioso o filosófico, subyace una "cuestión personal". Dime cómo eres (determinismo biológico) y cómo han sido tus circunstancias (determinismo ambiental) y te diré qué filosofía, religión o ideología adoptarás como "tuya".
    Para mí, Zubiri no fue menos "inmoral" que San Agustín, o que Sócrates. Cada filósofo articula y justifica su pensamiento determinado por su "yo" individual y por sus particulares circunstancias.

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