Me temo que disiento de tus comentarios. Nada sucede. Este
puede ser un espacio adecuado para debatir, pensar, aprender, mejorar… que es
de lo que se trata, de lo que estamos tratando.
La condición indigente, precaria del
hombre -de “pecador”- es común a cuantos tenemos conciencia de nuestro hacer y
de nuestro obrar. Creo que solo el ignaro necio dice no sentirse arrepentido de
nada. La idea es precristiana: digo por si alguien tiene la culata larga, ¡que
suele provocar tiros bajos! La caída humilla, levantarse ensalza.
La cuna reconocida de la sophia nos habla de hombres que buscaban
ser felices (Nietzsche, pobre, decía que eso de la felicidad era cosa de
ingleses). Eran hombres que andaban en la philo…
es lo propio del status viatoris. No
eran sophos, pero anhelaban serlo. Se
buscaban unos a otros para poder aprender de los mejores. Eran los discípulos
que iban a las academias, los discípulos que anhelaban maestros verdaderos…
Para todo esto remito a Pierre Hadot, EJERCICIOS
ESPIRITUALES Y FILOSOFÍA ANTIGUA, que lo explica infinitamente mejor que yo
y pormenorizado. No: en absoluto considero que el filósofo vagabundee entre el
sexo de los ángeles, antes al contrario: el filósofo auténtico quiere responder
al ser inquirido por una realidad que no comprende y a la que asedia.
No entremos al detalle. Toda alegoría,
toda metáfora tiene sus límites; Ortega lo cuenta. El problema del soldado
yanqui Bowe Bergdahl –hoy sargento-, según dicen algunos, no es
que fuera secuestrado, cogido prisionero… Su error fue abandonar su puesto de
guardia, arriesgarse torpe al campo enemigo, perder las armas, entregarse,
rendirse… Quizá tuviera razones, pero no razón. Todos somos capturados por el
enemigo en alguna ocasión, todos nos equivocamos, bajamos la guardia, nos
dormimos en la garita…, pero no podemos intentar dar lecciones de defensa y
alerta, de valentía y lealtad, cuando nos hemos pasado con armas y bagajes al
enemigo. No juzgo a Zubiri; mucho menos aún sus intenciones –ni la Iglesia lo
hace-, pero se me permitirá desconfiar –y así expresarlo- de quienes están a
medio metro de la esquizofrenia vital: recelo del ciego que guía a otro ciego. Ortega afirmaba que las palabras
convencen y los ejemplos arrastran: a mí, lo leído sobre Zubiri ni lo uno ni lo
otro. Ciertamente ninguno de los filósofos citados (Nietzsche,
Wittgenstein, Camus) ni sus pensamientos me interesan para
alcanzar en mi quehacer cotidiano -y de quienes me rodean- una vida lograda:
sus vidas como sus filosofías me parecen fallidas. La muerte apremia: no digo
que no pueda aprender mucho de ellos, pero necesito atajos: y esos se me
antojan arriesgados, temerarios. Atiendo a otras voces. ¿Por qué soy otra
“clase de persona”? Cierto que todos tenemos amigos con ideas muy distintas a
las nuestras y seguimos siendo amigos… Contraria
complementaria sunt, mas no pretendamos mezclar el aceite y el agua…
Ignoro en qué sentido se habla de
“salvación” de san Agustín: Dios que no
te creó sin ti, no te salvará sin ti, decía el obispo de Hipona. Y el
Maestro afirmó aquello de sine me nihil
potestis facere… y etcétera.
Zubiri.
La soledad sonora, ha sido un libro que me enseñó que Zubiri, para mí, no
suena a verdad, está afónico.
Hola Antonio José.
ResponderEliminarEs cierto que todos los seres humanos somos pecadores, pero de ello no debe deducirse que todos los seres humanos tengamos voluntad de arrepentimiento. A los terroristas, psicópatas y dogmáticos varios me remito.
La filosofía es como la religión, o como la política para aquellos que solo creen en suprematismos ideológicos; solo "sirve" a los intereses particularistas de un individuo dependiendo de la clase de persona que éste sea. La filosofía también puede servir a intereses de grupo o de partido ("parte de").
Todos los seres humanos necesitamos justificar nuestra existencia, nuestra razón de ser. Dicha necesidad de justificar nuestras acciones es un imperativo ineludible para los hombres (Zubiri) en tanto así nos insta a ello nuestra inteligencia racional. Somos morales sí o sí, pues no existe ningún ser humano inmoral.
De lo que se tratará, entonces, será de decidir, consensuar o imponer, tanto da, qué moral será la "buena" y cuáles serán las malas.
San Agustín se "salvó a sí mismo", primero autoengañándose (necesidad psicológica mediante) y después necesitando engañar a los demás para justificarse ante sí mismo.
Toda moral nace de la necesidad "personal" de justificar actos. Detrás de todo ideólogo o suprematismo ideológico, religioso o filosófico, subyace una "cuestión personal". Dime cómo eres (determinismo biológico) y cómo han sido tus circunstancias (determinismo ambiental) y te diré qué filosofía, religión o ideología adoptarás como "tuya".
Para mí, Zubiri no fue menos "inmoral" que San Agustín, o que Sócrates. Cada filósofo articula y justifica su pensamiento determinado por su "yo" individual y por sus particulares circunstancias.