Cierto que la novela es testigo de un mundo
que se marchó, un mundo imposible, marginal, pero no es menos cierto que tú
deseas mostrarnos lo que de él queda, lo que aún se puede hallar en la
escombrera de la postmodernidad.
Desde
el punto de vista estructural y desde el temático, sin llegar a ser Los últimos dinosaurios una bildungsroman, en cierto sentido con ella
emparenta. Tu novela se convierte en un viaje de aprendizaje. El viejo Juan es
el Virgilio que lleva al Dante-Luis por el pasado y el presente de La Romana y
Luis-José Manuel nos lleva a los lectores con ellos por la finca. Don Luis es
un Dante urbano, converso al campo, que viaja bajo el patrocinio de rústicos y
místicos Virgilios que le van enseñando los recónditos rincones de un mundo en
fuga o fugado o muerto o asesinado. La estructura se repite mecánicamente,
estampa tras estampa, y así seguimos una especie de itinerario… donde nos
cruzamos con un sinfín de personajes delibianos, por más próximos a mí, que
emparentan con los tuyos: el tío Ratero y el Nini (Las ratas), Paco el Bajo y el señorito Iván (Los santos inocentes), con el señor Cayo (El disputado voto), con Lorenzo (Diario de un cazador) y muy especialmente, en lo temático y en la
estructura, con una novela que no conoces Un
año con Manuel, de José Alcántara Blanca.
A
lo largo de la obra veo en ti como novelista más al geógrafo culto y observador
que al creador, pero esto puede ser deformación subjetiva del conocimiento que
de ti tengo y de lo que dijiste en la presentación de la obra: la posible tesis
que nunca llegaste a escribir es esta novela (no lo entrecomillo, que ya sabes
lo ocurrido). En algunos pasajes de la novela, por su lenguaje y contenido,
esta se convierte en un acto cuasi notarial, donde la función del lenguaje es
más referencial que poética: se levanta acta de la toponimia, de los enseres,
de las realidades que amueblan el campo… El vértice geodésico (p. 137) es
culminante.
Trece
capítulos tiene la novela, y no tenemos tiempo de ser supersticiosos. Creo que
en el V es donde se halla la clave de nuestra conversación primera sobre lo que
era potencialmente esta obra. Todo él es un es un ajuste de cuentas con el
tiempo vívido, un tiempo virginal y límpido, que dedicaste a la política, un
servicio que pensaste tal: ayudar a generar un mundo mejor, más justo, y de
donde saliste corrido y aliquebrado, pues la politicucha y los politicastros te
traicionaron. Bien que lo siento, pues, mucho me temo que esta política de
vuelo de gallina corralera no la ocupan los mejores, ya que a estos no se os da
cabida: ni los demás os lo permiten ni vuestros estómagos lo soportan. Por tu quijotada
pagaste unas altas tasas.
Como
es lógico, el mundo del que nos hablas, como bien explicaron tantos –en una
lectura reciente mía, Los hechos, de
Philips Roth, por no ir más lejos- se nutre en toda novela de lo vivido, de lo
imaginado, de lo oído, soñado, de lo que pudo haber sido, de lo hubiera llegado
a ser… y así en tu novela encontramos la vega granadina, de donde partes y
donde con tanta intensidad y verdadera pasión vives: las choperas, las tierras
de los alrededores de Santa Fe, la caza, con sus torcaces y sus conejos, el
agrado por el buen vino y la tertulia ¡y hasta los piononos no han faltado!
Una
vez más, al hilo de esta lectura me asalta la sonrisa incontenible ante la
vacuidad de ciertas palabras con afán de etiqueta: progresista, conservador,
liberal, conservacionista, verde, pacifista… Al leerte, quien no te
conozca, quizá se pueda dejar llevar del tópico y vea en ti al autor añorante,
al involucionista, al conservador… ¡y qué equivocado estaría! Hay progresistas que
conservan lo mejor y pacifistas guerreros… (solo los pacíficos pueden otorgar
la paz).
A
lo elegíaco de la obra, yo añadiría que en tu novela hay un aire, insisto, de ajuste de cuentas -sin afán de arrabal-,
ánimo de balance y repaso, con los hechos y las personas, con las costumbres y
los relatos de un ámbito donde el metarrelato sustituye con sus creencias,
tradiciones, dichos, supersticiones al saber y las supuestas verdades urbanas,
científicas, tan orgullosas como incautamente creídas.
Te diriges a él en segunda persona... ¿qué pasa? ¿Qué también él lee tu blog?
ResponderEliminarSí: el autor de esa novela, creo haber escrito, me habló de ella cuando aún era un proyecto más o menos pulido, pero sin publicar. Estuve en la presentación de la novela, la he estudiado con cariño y todo lo transformé en material de este blog; a esto le di forma de carta y con ese punto de vista o foco narrativo, dirigido a un tú, que es el autor... ¿Sí?
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