Vengo de dar una larga
caminata. Subo y bajo a una ermitilla que hay en un prado. El espacio es precioso.
Subía meditando en una realidad largamente pensada: ahora, donde vivo, pasa uno
de los no sé cuántos caminos hacia Santiago. Cuando pasé veranos en Pamplona,
por el campus de la Universidad de Navarra, cruzaba otro trayecto hacia
Santiago por Zizur Menor. Entonces sentía el aguzonazo de hacer el camino. Me
planteaba cómo sería eso de andar y andar y pensar y meditar y rezar y andar… Hoy,
ahora, ya no me apetece en absoluto y también absolutamente respeto a los miles
de caminantes que lo hacen, ¡casi 300.000 en números redondos en lo que va de
año! ¡El Ganges en día de jubileo!
No conozco, una vez más a la declarante, a Celine Song, ni he visto Materialistas, que supongo una
película. Su DECLARADA es una evidencia que, en filosofía, decirla, sería una
impertinencia. Lo evidente no se dice.
Señora Song, nos hemos montado
en el tren del consumismo y todos viajamos queriendo, a regañadientes u obligados:
todo es objeto de consumo. Desde las realidades más valiosas y sagradas, a lo
más vulgar y baladí. Hoy a quienes hacen el camino de Santiago muchos los
llaman los turigrinos. Muchos no lo serán, pero me temo que sí la
mayoría: el hombre es bicho gregario, como las palomas y los borregos y donde
va Vicente, suele ir la gente. Los turigrinos son aquellos que hacen unas
etapas del camino, como se tumban en una playa determinada, como viajan a tal o
cual sitio… porque lo hacen los demás: “Lo que hagan los demás, a nosotros no
nos importa”, decía mi padre cuando alegábamos a qué hora llegaban los amigos a
casa por la noche, a qué hora se iban a la piscina o a la playa… ¡los
turigrinos!
Se consume el camino de Santiago, el cine y por supuesto, ¡cómo no!, el amor. Ignoro qué entenderá la señora Song por amor. Hoy por amor se entiende sexo: hoy amor es un eufemismo de sexo y de follar. To make love, hacer el amor, es un galicismo que llega al español por vía inglesa. Amor es lo que hacía, y hará, me temo, Ábalos: “La Carlota se enrolla que te cagas”. Escribir un soneto, de lo que sea, es complicado, señora Song, por eso amantes fervientes como nuestro exministro prefieren el exabrupto, el rebuzno, la grosería, la zafiedad del cerdo en la cochiquera… porque es más fácil, le es más propio.
Todo es objeto de consumo:
nada nuevo desde no sé cuándo… No me produce ni asombro ni escándalo, solo tristeza.
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