1 de mayo de 2012

Admirar, compararme, idolatrar, identificarme con... (II).

Maestro y discípulo.
          Terminábamos la entrada anterior afirmando que admirar a alguien no es malo, idolatrarlo, sin duda es un modo de enajenación.
         Piaget, cuando comenta las fases por las que pasa el niño y sus características,  comenta cómo este desde muy temprano necesita, insisto, ne-ce-si-ta sentirse identificado, asignado, situado… bajo una bandera, en un grupo. Quiero que me reconozcan como parte de un conjunto. No es necesario que sea como parte de un grupo contra otro, no es necesario, pero no importa si así es.
         La afición, la masa se siente representada por su ídolo. La afición-masa afirma sin rubor, cuando su equipo o su deportista pierden, “Hemos perdido”. No se disfruta con la participación como aficionado de un deporte, por ejemplo, sino que solo se desea ver ganar al equipo. Si este pierde, si el ídolo cae… se producen verdaderos cataclismos colectivos, personales… Una nación llora la eliminación de su selección de fútbol, ¡toda una nación llora! Algún desquiciado se suicida, incluso. O bien, toda una nación recibe un espaldarazo cuando la selección gana: una tremenda inyección de orgullo nos llena, nos calma, nos eleva, nos completa… Podemos afirmar, afirman, señores, supuestamente maduros, sesudos, viendo cómo sudan once futbolistas en una pradera: “Hemos ganado”.
         Un yo-masa, incompleto, insatisfecho, indigente de pronto pasa a ser alguien. Yo soy alguien por medio de esa persona que me representa, esa persona con quien me siento identificado, por medio de ese club que me significa. También yo lo encarno a él por medio de la camiseta que me pongo, la bufanda que me ato al cuello, con los cánticos que entono cuando va a empezar el encuentro… un, casi, a modo de batalla contra, muchas veces, por desgracia, el enemigo, que no el adversario o el contrincante… No: el enemigo. Y al enemigo ni agua. Así se oyen esas posturas radicales: que gane mi equipo, el tal, y pierda el cual… Insuficiente es que venza mi equipo, no basta: debe perder el otro, el Fulánez, el Mengánez y así mi satisfacción será plena. Me siento bien. “Hemos ganado”.
         Sentirse parte de un todo me parece bueno y necesario. Entiendo que es connatural a la naturaleza humana. Llamamos anomia a la incapacidad de someterme a normas, a una pauta, a pertenecer a una cultura, a un grupo con el que me identifico, una cultura –no deseo perderme por los vericuetos de lo que supone hablar una lengua u otra: la lengua que mamamos, como ya comentó Juan de Valdés, en su Diálogo de la Lengua, condiciona nuestro modo de ser-.
         La admiración me eleva, he escrito. La idolatría me sojuzga, me hace perder la visión de conjunto, me somete a unos dictados, a unas pautas negativas… , jibariza  mis capacidades mentales que quedan reducidas a lo que dicta, en apariencia, la masa o el líder de esa masa… a veces un individuo con un megáfono en un graderío… ¿Quién es? ¿Quién lo envía? Aún recuerdo a personas pagadas por el PCE que venían de la Universidad al instituto para reconducirnos las asambleas… Se hacían con la mesa que presidía la asamblea. Aún veo a uno de ellos a veces por la calle… Eso se llama manipulación. El débil, quien tiene una personalidad lábil, quien no tiene formación, el ignorante, el incauto… es carne de cañón de esos individuos que los traen y llevan. Todo tirano, todo dictador quiere cabezas huecas, cabezas que no piensen, cadáveres ambulantes que obedezcan, dóciles a la voz del amo.
         La admiración por alguien me puede llevar a imitarlo y no es malo en absoluto. Esa persona a quien admiro, ese atleta, ese jugador de fútbol, de baloncesto, de béisbol… Me gustaría ser como el arquitecto que hizo esta casa, como el médico que descubrió tal o cual cosa, desearía poder construir aviones… Me siento identificado con este profesor a quien llamo maestro… (José Luis González-Simancas quería escribir un libro sobre la relación entre maestros y discípulos… e ignoro si llegó a ser sólo un deseo, una intención; hace años que no lo veo). Es bueno admirar e imitar al bueno, al excelente, al virtuoso…

No hay comentarios:

Publicar un comentario