Cuando uno es joven
suele ser además de inexperto y, salvo extrañas excepciones, ignorante.
Algunos, no sin mérito por su parte, siguen poseyendo ambas cualidades incluso
cuando llegan a viejos, ¡e incluso!, a muy viejos.
Cuando se es joven no se
valora, yo no lo hice al menos, la benemérita labor de aquellos que impulsan en
pueblos o ciudades revistas de más o menos vuelos, pero que recogen la
producción cultural de sus paisanos: críticas de publicaciones, presentaciones…
de libros, exposiciones de todo tipo… Revistas que, pasados los años, nos
muestran la intrahistoria de una cultura, sus aciertos y fallas, sus costurones
más externos y los más íntimos y donde uno puede hallar muchos tesoros que
quien sabe apreciar goza.
Esto es lo que me
ocurre con la revista El Pontón de Puente Genil que vivifica el
boticario don Luis Velasco. Entre boticarios y médicos, aunque Quevedo los
condenara al infierno por sus oficios, se encuentran promotores de cultura,
escritores, coleccionistas de arte, expertos no solo en su oficio sino buenos
humanistas que incluso han puesto sus propios medios para sacar adelante
empresas de valor.
Hecha esta larga
introducción corto y pego un artículo que publicaré en dos entradas, tal y como
lo hizo la citada revista. El artículo tenía que ver con la investigación
biográfica que llevé a cabo sobre Alcalá Venceslada. El resto ahí queda explicado
suficientemente.
* * *
En
Puente Genil allá por 1951… Cuentos (Parte primera)
(Artículo
publicado en El Pontón, nº 420, sept. 2024)
Cobran
sentido estas palabras y este artículo en un suceso que tuvo lugar en Puente
Genil en el año 1951. Un escritor de Jaén, Antonio Alcalá Venceslada, presentó
unos cuentos y un poema al “Certamen Literario. Homenaje a la memoria de Manuel
Reina Montilla” y aquí se explican los detalles de aquel suceso.
Don
Luis Velasco Fernández-Nieto mostró interés en que yo contara lo sucedido en el
citado certamen y aportara dos copias de los respectivos diplomas que se
entregaron a Alcalá Venceslada como ganador, curiosamente, de los dos primeros
premios con dos de sus cuentos, y el concurso de sonetos con otro suyo… Antes
de seguir adelante, le agradezco al señor Velasco Fernández-Nieto la
oportunidad que me brinda de poder contar esta pequeña historia. Los
investigadores pasamos horas y días, meses a veces, en desvelar sucesos nimios
que, en ocasiones, a pocos interesan, pero que son parte de la intrahistoria de
nuestros pueblos, nuestros antepasados, nuestra nación y que llevan a
conocerlos mejor y, por tanto, a rendirles el homenaje y el cariño que merecen.
Por
el destino de este artículo, la revista El Pontón, el lector del mismo
sabrá bien de sobra quién fue Manuel Reina Montilla y qué supuso y significa en
Puente Genil. Lamentablemente Manuel Reina, ¡cómo tantos otros escritores y
personas relevantes de la Historia!, solo alcanzan el calificativo de menores
en esa Historia así escrita, con mayúscula, cuando esta no habría sido tal e
inviable sin su trabajo, su generosidad, sus empeños, sus errores y aciertos.
Hombre polifacético, de quien no conozco su biografía sino grosso modo:
político, periodista, poeta y para mí, primera y principalmente, por mis
estudios e intereses, fue un relevante impulsor del modernismo español, lo que
supone un baño de este en el romanticismo de Bécquer que cimentó la formación
del pontanense, junto a otros poetas románticos europeos. Si fue breve la vida
Reina, apenas 49 años (Puente Genil, 4 de octubre de 1856-Puente Genil, 11 de
mayo de 1905), no por eso fue menos fecunda.
Alcalá
Venceslada no pudo conocer en vida a Reina, pero sí que lo había leído. El
gaditano Eduardo de Ory, otra persona invisible a la Historia, que tanto
colaboró también en la recepción y difusión del modernismo literario, publicó
en 1916 una obra sobre Manuel Reina, Manuel Reina. Estudio biográfico
seguido de numerosas poesías no coleccionadas en sus libros. En 1917 fue
destinado Alcalá Venceslada como bibliotecario a Cádiz y allí junto con Ory
fundó una revista, de entre las muchas que este acometió, Vida Moderna, y
colaboró en su relevante revista Suplemento Ilustrado de España y América. Ese es el único
vínculo fehaciente que hallo entre el pontanense y el andujeño, gentilicio que
gustaba usar a Alcalá.
Al
margen de lo que el lector pueda leer sobre Alcalá Venceslada en la Wikipedia,
voy a dar unas pinceladas de la vida del autor del Vocabulario andaluz,
su obra más relevante: la realidad descontextualizada no se llega a entender
cabalmente. Es frecuente leer errada la fecha de nacimiento de Alcalá,
desplazada al 5 de noviembre de 1883, cuando nació justo dos meses antes, el 5
de septiembre. No es tampoco infrecuente leer que nació en Marmolejo, lo que
tampoco es cierto: nació en Andújar, aunque su familia y sus padres tuvieron
casa en aquel y este pueblo, pasando el niño Antonio Alcalá su infancia entre
Andújar y Marmolejo hasta los 10 años.
Un
rasgo relevante de Alcalá Venceslada fue su vida viajera entre los citados 10
años y los 37, que se asentó definitivamente en Jaén en 1920, tras su
matrimonio con Isabel Muñoz-Cobo Muñoz-Cobo. Enumero muy brevemente las
ciudades y sus quehaceres en ellas por las que pasó en este tiempo: estudió en
el colegio de “El Salvador” de los jesuitas en Zaragoza durante dos años; de
este colegio pasó a “San Estanislao de Kostka” en el Palo (Málaga) con los
mismos jesuitas donde estudió otro par de años; pasó a estudiar interno en el
colegio de “Santo Tomás” de Jaén donde terminó su bachillerato; se matriculó en
Filosofía y Letras y Derecho en la universidad de Granada, donde fue colegial
del Real Colegio Mayor “San Bartolomé y Santiago”; tras cursar los citados
estudios durante dos años, se mudó a Sevilla donde continuó estudiando las
citadas carreras, con la salvedad de que en la universidad hispalense se podía
cursar la especialidad que deseaba: Historia; acabada la carrera de Filosofía y
Letras y hasta 1915 viajó con frecuencia entre Sevilla, Marmolejo (donde sus
padres ya residían fijos y habían nacido algunos de sus hermanos) y Madrid,
donde pasó temporadas viviendo y preparando las oposiciones de Archivos,
Bibliotecas y Museos; aprobadas las oposiciones se marcha a Santiago de
Compostela como bibliotecario de la Universidad de esta ciudad; dos años
después pidió el traslado a Cádiz, donde pasó a ser el director del Archivo
provincial de Hacienda; de este pasó a Huelva por unos meses y, por fin, el
viajero recaló definitivamente en Jaén, como Director de la Biblioteca
provincial entre otros menesteres, pues en Santiago comenzó también a dar
clases en el instituto de la ciudad y en Jaén también fue docente en el
instituto hasta su jubilación.
Este
es un modo de mirar la biografía del Alcalá Venceslada viajero. Sin duda
alguna ese continuo viajar y conocer personas de lugares tan dispares, desde su
infancia hasta su madurez, le dio un tono y un conocimiento muy profundo y
extenso de muchas realidades. Ese saber acumulado en cada ciudad, sus
influencias, dieron lugar a la formación que le permitió realizar la labor que
llevó a cabo como bibliotecario, escritor, arqueólogo, profesor, lexicógrafo… como
persona.
Lector
impenitente desde su infancia, afanoso rebuscador de la verdad en todos los
ámbitos humanos, intelectuales, etc. hicieron que ya desde niño, estando en
Jaén, en el colegio de “Santo Tomás” tuviera la fortuna de hallar un profesor
de Retórica que, en mi modesto entender, fue quien le dio el empujón necesario
que todo artista, sea del ámbito que sea, necesita para saberse poseedor de un
don especial que necesita ser cultivado. Ya entonces, siendo un adolescente,
causó admiración entre los poetas consagrados de la ciudad del Santo Rostro la
composición de dos largos romances que recitó en su colegio. El primero,
titulado Azarque, como ejercicio escolar produjo tanto asombro que se
desconfío de que la composición fuera original de un bachiller y como prueba se
le pidió que preparara otro para muy pocos días después con el que volvió a
sorprender a todos, este llevaba por título Homar y Celinda.
Un
último párrafo para no extenderme más en la vida de Alcalá Venceslada y llegar
al asunto que me ocupa, se lo quiero dedicar a la relación intelectual y
profesional que tuvo este con Francisco Rodríguez Marín. No quiero hacerme
pesado, pero el lector curioso, si se asoma solo a la Wikipedia, comprobará la
ingente e importante obra en muchos ámbitos de este singular autor menor
de Osuna. Fue de este señor de quien Alcalá recibió el espaldarazo para
ocuparse de tantas realidades que entonces tenían cabida bajo el nombre de folk-lore
y que ya ocuparon toda la vida de Alcalá al margen, y además, de sus empleos.
Andalucía y sus manifestaciones culturales, en el más amplio de los sentidos,
fueron de su interés y su afán. De este manantial fluyeron sus cuentos, sus
poemas y su obra principal y singular, el citado Vocabulario andaluz que
ocupó ya, de continuo, desde su paso por Sevilla, toda su vida.
A
la altura del pasado medio siglo, Alcalá no ha perdido la ilusión por la
creación literaria, pero el tiempo y las enfermedades han hecho su oficio. En
el mismo año del que estoy queriendo hablar, 1951, se publica la segunda
edición de su Vocabulario, que también había ganado el premio convocado
por la Real Academia. En la primera convocatoria de 1930 de los “Premios Conde
de Cartagena” fue ganada por Alcalá con la obra citada y también lo volvió a
ganar en 1934. Esto sin duda era motivo de felicidad personal y compartida con
familia y amigos. Ya tiene a la vista la jubilación que llegará en 1953 e
ignora, como todos, que no mucho después, en el 55 tiene una imprevista cita
con la muerte.
No
olvidemos que aún en estas fechas de 1951 colea la Guerra Civil acabada (?) en
1939. Aún el gobierno de Franco está sin reconocer a nivel internacional, las
cartillas de racionamiento siguen usándose en un país donde la autarquía y la
necesidad mandan, Europa arrastra también el final de una guerra que recibió de
nuevo el calificativo de mundial y ha sido un verdadero cataclismo…
Y
llegamos al concurso convocado en Puente Genil. Conocemos el nombre, ya citado,
del mismo; conocemos al ganador del premio de cuentos: Alcalá Venceslada;
sabemos cuándo se falló; tenemos dos diplomas que dan fe de ello, pero no hemos
sido capaces de hallar, de momento –el investigador, como
el cazador… es hombre de esperanza siempre alerta–, las bases del premio
por mucho que quienes hemos estado implicados en esto lo hemos intentado.
Si
los diplomas dan fe de que Alcalá ganó el primer y segundo premio de cuentos,
no tenemos tampoco diploma, ni sabemos si existió, del “Primer premio de
sonetos en el Certamen Literario de Manuel Reina” del que tenemos noticias por Industria
y comercio[1].
Nos da noticias de ambos Francisco Luque Estrada en su obra, Puente-Genil.
82 años de Historia. 1900-1982[2], quien
afirma que el “Certamen Literario tuvo lugar como homenaje a la memoria del
Ilustre poeta pontanés, Manuel Reina Montilla, por iniciativa de la ‘Peña
Artística Amigos del Teatro’, y bajo el Patronato de Ilustre Ayuntamiento de
esta Villa”. La citada “Peña Artística” se había creado en 1950 y no tuvo larga
vida por lo que hemos podido averiguar.
El
primer premio lo obtuvo Alcalá con uno de los cuentos, Siñor don Gato, y
con, Inés la Suavita, consiguió el accésit del mismo certamen.