28 de mayo de 2025

536- López Pérez, Manuel, EL SANTO ROSTRO DE JAÉN

 



Es imposible precisar desde cuándo sé yo de la existencia del Santo Rostro en la catedral de Jaén. Entiendo que desde que tuve noción de la realidad religiosa supe que un pliegue del paño de la Verónica se encontraba en mi tierra. Mi tercer cole, de tan agridulce memoria, se llamaba “Santo Rostro”. Decían, o eso recuerdo, que fueron tres los pliegues donde se quedó reflejado el divino rostro: el citado de Jaén, uno que había en Roma y otro que se perdió en un naufragio, decían. También supe que los viernes se podía besar el Santo Rostro en la catedral y recuerdo que decían que se formaban colas grandes para besarlo. Nunca me llevaron mis padres, nunca fui por mi cuenta.

De un tiempo a esta parte, por circunstancias que ahora al caso no vienen, voy con frecuencia a la catedral a misa y los viernes durante la celebración de esta se halla el Santo Rostro allí expuesto, en el presbiterio. Me causó cierta curiosidad saber más sobre esta reliquia, su origen, etc. y mi amigo Arturo Aragón me regaló el libro que ahora comento: la generosidad no tiene límites en algunas personas.

Conozco al autor de haberlo leído, de haber comentado de él… o haber oído hablar de él. Me parece correcto el libro. Interesante, quizá un tanto ¿anticuado? Ignoro si se han hecho investigaciones posteriores sobre la jaenera faz de Cristo a las que López Pérez cita en su obra, no obstante, con lo ahí dicho me queda claro, cosa que ignoraba, que la Verónica no existió o no al menos históricamente… y que el rostro de Cristo no es sino un icono del siglo XIV: una pintura de las muchas que se hicieron como copia del Santo Rostro marcado en la que hoy conocemos como la Sábana Santa de Turín. Eso es todo.

La tesis y el modelo del Rostro de Cristo que se halla en Jaén es, el más aceptado, que “el vera icono, la verdadera imagen, del que derivará el vocablo Verónica” es una copia de uno de estos retratos que fue llevado desde Constantinopla a Roma donde empezó a venerarse como la Sancta Facies, el Volto Santo o simplemente la Verónica (el verdadero icono).

Por toda Europa empiezan a difundirse a partir del siglo XIV copias de la Verónica de Roma junto a múltiples y devotos iconos, copias orientales del rostro que figura en la Sábana. Una de aquellas tablas llegaría a Jaén a finales del siglo XIV, quizá a través del obispo don Nicolás de Biedma.

No soy persona devota de ninguna imagen en particular: me resulta atractiva la Virgen de la Cabeza por tradición familiar, me resulta simpática esa imagen chiquita y morena en una sierra tan agradable para mí… y nada más. Insisto carezco de devoción particular por ninguna imagen: ni los crucificados, ni las vírgenes de lo que sean… nada… me mueven sino a rezar, a pedir: sea la imagen que sea (y si es posible que sea artísticamente bella). Es lo que hay. Es por ello que no acudo a procesiones. Los gritos, las risas, los chicles, los empujones, las pipas, el carrillo de chuches que las cierra (o cerraba: hace años que no asisto a ninguna) me echan p’atrás y para pasar malos ratos no está ya este que suscribe.

Recibo la bendición con el Santo Rostro cada viernes con la piedad y la devoción que el acto requiere, rememoro las horas amargas de la pasión de Cristo por redimir a la humanidad y agradezco a Dios Hombre el habernos dejado estas muestras de su paso por el mundo. 


Oración al Santo Rostro

 

Que se venera en la Catedral de Jaén

 

«Te adoro y bendigo, Señor mío

Jesucristo, porque me has redimido

con tu pasión y muerte.

Venero el sudario en que fue impreso

tu preciosísimo rostro ensangrentado

y escupido.

 

Imprime, Señor, tu sudario

como un sello en mi corazón

y sea constantemente y en tu presencia

el objeto de mis meditaciones

y brote de ellas el fuego de tu amor.

 

Mézclese la sangre de mi corazón

con la sangre de tu rostro

y únase mi amor a tu amor,

para que te ame con todo mi corazón,

todo mi espíritu, toda mi vida

y con todas mis fuerzas».

 

Amén.



18 de mayo de 2025

535- Carpintero, Helio, JULIÁN MARÍAS. UNA VIDA EN LA VERDAD.

 


Decir la verdad no es políticamente correcto, porque supuestamente la verdad ofende; es de un insolencia inaguantable. Hablar de virtudes… sencillamente no se habla porque se ignora qué sean ni se las espera. Y no sé si es peor o mejor que ayer, pero estoy segurísimo que distinto. Afirmo sin duda que me ha traído más problemas decir la verdad que haber dicho mentiras pequeñas -quizá porque carezco de medidor de mentiras- y las mentiras piadosas me parecieron siempre mentiras de pusilánimes, cobardes y gentes de esa ralea.

Conozco a Helio Carpintero, autor de este libro, de las lecturas en las que Marías hacía referencia a su familia. El libro está bien escrito y, además, lo hace de rodillas porque así es como se escriben las hagiografías (y las tesis doctorales, según supe después de haberlo hecho de pie y espada en mano). No tiene Marías tacha alguna que reprocharle y me parece bien que así lo perciba Carpintero. Estupendo.



El autor hace un recorrido por la vida, circunstancia de Marías, su obra y su pensamiento sin recargar en exceso las citas, con desenvoltura diría yo, como quien narra lo que sabe de un amigo a otro amigo. Algo así. Uno habla de los amigos con admiración y no va divulgando por ahí defectos y gabelas del variopinto pelaje negativo: o se habla bien de los demás o se calla uno.

Marías sigue la senda de Ortega y alumbra algunos aledaños del pensar de este. Aclara, comenta, avanza… ¡ilumina, como escribo! Y, sobre todo, creo halla aplicación de su pensamiento al vivir cotidiano. No se filosofa en vacío, sino a partir de las mil realidades cotidianas que nos rodean, que nos interrogan o nos obligan a preguntarnos y aclarar en la medida de lo posible, buscando siempre la verdad, objeto último de la inteligencia. No nos sirve cualquier verdad; tampoco parte de la verdad… Queremos toda la verdad porque sabemos que verdades a medias, con frecuencia, nos la falsa moneda que de mano en mano corre y termina haciendo daño a alguien, desde casi el momento en que se le da curso… Marías no se conforma con esas medias verdades. Siempre me gustó su afán por dar cuenta y razón, como le gusta a él expresar, de qué sea todo eso que nos ocupa y preocupa y nos visita y se va y se viene… ¡De eso habla Marías y escribe y a mí me interesa! (nadie en sus sano juicio se cena un revuelto de setas que ignora si son venenosas o no o tiene cierta duda…).

Lo que no me parce bien es la imagen que siempre se vierte de la Facultad de Filosofía y Letras donde impartieron clase Ortega, Zubiri, García Morente, etc. y que se dibuja como una arcadia filosófica del saber en la tierra. Lo siento, don Julián: usted lo ha escrito y dicho muchísimas veces. Los recuerdos siempre están nimbados por la memoria que se distorsiona con la distancia física y temporal y hace que cualquiera tiempo pasado… sea mejor. Se habla de la limpieza de aquella facultad donde, me consta, por siempre hay costuras o costurones por donde se deja ver el nepotismo, el amiguismo… Y otro tanto sucede con el convento de santos laicos que supuestamente fue la Institución Libre de Enseñanza: no nos tomen la coleta porque en todas partes cuecen habas y en mi casa… a calderadas. Puedo dar datos concretos que salen al paso y pasar los dejo.



No he aprendido nada en particular sobre el pensamiento de Marías: he recordado pasajes de su vivir y su pensar, pero creía que el libro se centraría más en hechos, sucesos, aclaraciones, etc. que giraran en torno a la verdad…, pero así no fue. No obstante, doy por bien empleado el tiempo que dediqué a este libro del que tomo muchas notas que quizá algún día me sirvan, aunque los tiempos se acortan y hasta es posible que quedan ahí sepultados en las notas sobre esta obra. Dios lo sabe todo.

13 de abril de 2025

532-Guardini, Romano, EL ESPÍRITU DE LA LITURGIA

 

Hacía años que no leía una introducción tan ampulosa, tan barroca y tan pesada como la que he zampado como si de una purga con agua de carabaña se tratara, para abrirme la puerta del libro de Guardini. En varios momentos he estado a punto de saltármela, pues suponía, además de lo escrito, ¡casi la mitad de las páginas del libro del propio Guardini! Deseoso estaba de llegar al texto de este…  El autor de la citada introducción es Ildefons Herwegen “uno de los fundadores y promotores más importantes de la renovación litúrgica en Alemania” y abad de Maria Laach, donde firmó el texto en 1918. Dios lo tenga en el Cielo, añado sin ningún encono.

El escrito de Guardini, según sus propias palabras, es un ensayo y, por tanto, no definitivo. Leo con verdadera vibración y tensión que me lleva más a meditar los párrafos que a pasarlos como meramente leídos. Es cierto que hallo en ellos viejas y queridas ideas de mi vida espiritual, interior, que me han servido en innumerables veces de piedras miliares, de balizas que marcan los bordes del camino en medio de tormentas, tras ventiscas y nevadas…



Así como la vida física se atrofia y peligra, si le faltan las condiciones elementales para su desarrollo o no se observan adecuadamente, lo mismo sucede con la vida del espíritu o de la religión, pues se disgrega, se agota y pierde su vigor y unidad interna. La fe no se pierde como quien pierde el boli, el móvil o las llaves.

Es la liturgia la regulación del trato de la comunidad con el Dios único y verdadero. Para el católico, la liturgia es la lex orandi de la comunidad y la condición radical de toda oración colectiva es que vaya imperada por la razón y no por el sentimiento, les guste o no a quienes de otro modo opinen (?).

En la vida individual, las concepciones, no obstante, tienen un campo mucho más vasto. Las manifestaciones litúrgicas, sin embargo, son los modos propios, públicos y oficiales de la Iglesia que, en modo alguno, pueden verse afectados por la creatividad, digamos, particular o de grupos, pues “La persona o sujeto litúrgico es algo distinto: es sencillamente, la unión de la comunidad creyente, como tal considerada; es, por lo tanto, algo que supera el concepto rígido de un agregado aritmético de individuos; es, en términos definitivos, la Iglesia”. En la Iglesia católica, de modo bien distinto a las protestantes, la comunidad es esencial como unidad, como Iglesia; el protestantismo fomenta, por el contrario, una liturgia que gravita más sobre el individualismo. Lo antedicho puede aplicarse concretamente cuando se trata de la vida espiritual, regularizada, de una colectividad; pero cuando se trata de una muchedumbre y por consiguiente de las prácticas, ejercicios y oraciones que regulan de un modo constante la piedad colectiva, entonces se convierte en cuestión primordial de existencia para la vida de la comunidad el que las leyes fundamentales y básicas de la vida normal del espíritu, natural y sobrenaturalmente considerada, tengan o no validez.

Guardini no se anda por las ramas ni por los vagorosos andamios de las flores: “La prueba de esta tendencia natural al sentimentalismo, la tenemos en las manifestaciones frecuentemente empalagosas e insulsas del arte religioso popular: basta parar la atención en muchas estampas; imágenes, estatuas y oraciones de uso frecuente entre las gentes del pueblo. No cabe duda de que el pueblo está capacitado para apreciar las manifestaciones del arte vigoroso y sublime, como nos lo atestigua toda la Edad Media y, en nuestros días, por ejemplo, lo denuncia el éxito logrado por las magníficas pinturas de un Gebhard Fugel; pero queda siempre el peligro de dar en la desviación artística o degenerar en empalagosas delicuescencias y blanduras. Lo mismo puede observarse en los cánticos y melodías preferidos por el pueblo y en otra serie de cosas semejantes”.

Demasiado prolijas algunas de las explicaciones de Guardini por capítulos o párrafos. Honduras que vendrán al caso, pero acercan por lejanos arcanos que a este lector se le hacen fastidiosos. El libro de Guardini precede y es el antecedente del libro de Ratzinger, mas me quedo con este por su cercanía, claridad… Sin duda también, es cierto, siento emoción ante algunas realidades que Guardini explica porque nunca antes las había meditado y visto desde los ángulos que él aporta.


1 de marzo de 2025

532- Musu, Ignazio: CHINA CONTEMPORÁNEA



Decía la vieja Celestina que, la mayoría de las veces, las prisas trenzan las cuerdas donde nos ahorcamos, o algo así. Pues eso es lo que me ha sucedido con este libro. Lo compré al hilo de una supuesta necesidad urgente, ¡que no lo era en absoluto!, y me he leído algo más de cien páginas del libro, sin mirar siquiera el índice ni leer la contraportada…, es decir: sin prudencia.

Empezó el libro con una síntesis muy escueta de la historia de China, algunos detalles. Esperaba que páginas adelante se ampliarían y detallarían en aspectos de la sociedad china. Falso. Páginas tras páginas me tropezaba con explicaciones de economía chinesca: planes y evoluciones desde comienzos del siglo XX, pasando por la economía comunista y centralista del partido comunista hasta llegar a una economía de mercado que no se atreven a calificar de capitalista. El Estado aún tiene grandes participaciones de acciones en las empresas no sé si estratégicas o sencillamente grandes… Todo cuanto en el libro se nos cuenta termina en torno a los comienzos del siglo XXI, con lo cual nos quedamos a las puertas de Xi Jinping y los años posteriores.

He entendido, porque ciertamente el libro se lee muy bien y las explicaciones son accesibles para un lector común, como lo soy yo, el paso que se produce de una economía basada en la agricultura a una economía industrial, insisto, de corte capitalista sin serlo del todo… Cómo las pequeñas explotaciones agrícolas se van transformando en empresas y pequeñas fábricas de componentes industriales que no solo abastecen a los mercados inmediatos y que sirven al Estado que reclama su parte, sino que existe un espacio donde poder comerciar con “excedentes” empresariales que enriquecen e ilusionan a los trabajadores y pequeños empresarios. Se citan, de paso, los chanchullos que enriquecen a los gobernantes, lo que no es novedad, pues se da por doquier: si el estado mueve mucho dinero, los ladrones acuden a donde este fluye y de donde se puede despistar para alzarse ellos con el santo y la limosna.

Las cifras en que se manejan allá son impresionantes: los habitantes, las producciones, las distancias, etc.

Sin duda el pato de un crecimiento económico como el chino, muy próximo al adjetivo desbocado, es el medio ambiente que recibe un daño terrible, ¡como el recibido en los países industrializados del primer mundo, pero con dos siglos casi de retraso! El daño a la Naturaleza es el retroceso necesario de todo progreso tal y como nos lo hemos planteado para arrasar la tierra, como explicaba Delibes y yo trabajé en la tesis que hace muchos años defendí. “Aluengo de menda el deluvio”.

Concluyo: no esperaba ni deseaba tanta economía ni creí que todo el argumentario terminara en esta obra en el año 2005: La prudencia es la auriga virtutum. Por lo demás, he pasado un rato agradable con esta obra que está escrita sin complejidad y con claridad.

16 de febrero de 2025

531-Martí García, Miguel Ángel, LA INTIMIDAD

  


Conocí al autor hace muchas décadas. Entonces no había escrito este libro ni ningún otro que yo supiera. Daba clase de Filosofía en un instituto de Córdoba. Persona amable y educada. Buen conversador. Culto y sosegado: sin aspavientos. Guardo excelente recuerdo de él y algunas anécdotas que nos contamos entonces sobre el oficio y la vida. Le guardo aprecio.

Cuando supe de este libro lo compré de inmediato. Se repitió lo que ya he escrito por aquí alguna vez. Era mi intención leerlo pronto y sin embargo han pasado décadas hasta que le ha llegado el momento: esto pasa invariablemente con los conocidos o amigos que escriben. Ciertos ejemplos que el autor pone en esta obra se quedaron ya fuera de juego. No aparecen los móviles y sus secuelas: ¿cómo imaginarnos hoy el mundo sin un móvil en una mano? No hay ordenadores… ¡por Dios! En fin…

El libro, al margen de estas minucias que apunto, da en la diana de la mejor antropología y de ella parte para escribir sobre la intimidad y todas la realidades que la rodean y afectan. Escribe Miguel Ángel pequeños artículos sueltos que se van engarzando y relacionando más o menos próximos, pero siempre próximos con el título que lleva el libro: la intimidad.

Esta realidad anda moribunda, cuando el pudor y la modestia se las llevó la trampa, cuando la arrogancia y la espontaneidad grosera tomaron la plaza púbica por doquier. Vulgaridad, ordinariez prostibularia… Da igual. Miguel Ángel desde un conocimiento profundo, meditado, experimentado en él y en otros, desde el sentido común escribe un libro que invita a meditar sobre esas realidades inherentes al ser humano de los que no puede deshacerse y que, si cualquiera rasca un poquito en su mundo interior, si aparta la superficialidad y la chabacanería, hallará esos resto de sí propio que lo conducen a un mundo interior insobornable.

Me resulta curioso, y con esto acabo, las imágenes, tan románticas, traídas de la naturaleza de las que se vale el autor para apoyar sus afirmaciones y sus explicaciones.

Gracias por este regalo que acojo con retraso, pero con sumo agrado.