11 de julio de 2025

02. DECLARADAS- Sergio del Molino "Todo escritor es un extraño, el invitado que sobra en la fiesta".

 

02. DECLARADAS- Sergio del Molino "Todo escritor es un extraño, el invitado que sobra en la fiesta".

Todo el santo día leyendo y no tengo el gusto de saber quién es este escritor, supongo, llamado Sergio del Molino. Lo siento, pero el saber ocupa espacio (mira cómo tengo de libros la mesa), pero el aprender sobre todo ocupa mucho tiempo, del que no se dispone y hay que elegir. ¿Lo comprende don Sergio?

Luis Antonio de Villena: "Me acechan los achaques, las goteras, la soledad. La vejez son varias enfermedades en una"

Eso sí, veo que este señor sigue la estela que posiblemente sea conocida en occidente desde Platón a esta parte, se difundió por la escuela florentina de Marsilio Ficino y la asumieron los poetas renacentistas: Boccaccio, Garcilaso, Petrarca… El escritor es un loco, un ser aparte que puede comer piedras y vestir como le dé la gana, porque es un tocado de la gracia, un alma pura y un corazón gentil. ¡Ahí es nada!

Antonio Gala » Biblioteca de Escritoras/es Andaluces

El escritor, por tanto, es distinto y diferente, original en todo. Ciertamente sobra en toda fiesta, comida, partido de fútbol… porque no es razonable ser poeta y jugar al fútbol, como mucho al ajedrez y al parchís en pista cubierta con casco… ¡deportes así! ¡Al baloncesto conceptual jugaba un conocido pintor madrileño! Ese deporte me pareció una milongona que nos quiso meter doblada como medio para echar unas risas y divertirnos… ¡un fenómeno!

Un escritor, al fin y al cabo, es un loco que sobra en la república, según el tal Platón y, por tanto, sobra en la fiesta, según don Sergio, y allá donde vaya… su halo, su ser especial… le impide hablar con cualquiera, estar con cualquiera o en cualquier sitio. Por lo tanto, lo mejor es meterlo en el manicomio como a Leopoldo María Panero.

LEOPOLDO MARÍA PANERO Y LA TERCERA PERSONA | Revista Replicante

10 de julio de 2025

01. DECLARADAS. Rodrigo Cortés: «Hay más dolor en el cine que en la literatura».

caja metálica para guardar rollo de películas d - Compra venta en  todocoleccion 

Querido charlie:

Tiempo ha que no te escribo. Me consta que todo te va bien, como a mí. No es más feliz quien más tiene…, dicen. Tú sabes que hay realidades que ignoro. No estoy seguro de esto porque muchos de mis anhelos, luchas y deseos son inmarcesibles, un mar sin orillas, y me tengo por feliz. Sí, ya recuerdo lo que decía el alemán de la felicidad y de quienes nos preguntamos por ella: que es cosa de ingleses… ¿Era Aristóteles inglés? Creo que no.

Que me pierdo, digo, charlie. Quiero hacer unos ejercicios de escritura rápida. Voy a hacerlos sin mucha meditación, sino al hilo de lo que leo. Se trata de cortar y pegar aquí declaraciones, titulares que seleccionan los periodistas, que voy a sacar de allí por donde voy leyendo y hacer un breve comentario: de noticias que ni siquiera leí. Algo insustancial, como el periódico que soñaba con hacer Dieguito, el personaje de Luces de bohemia, un periódico que nunca, lógico, llegó a editar… solo a soñar: “una hoja volandera, un periódico ligero, festivo, espuma de champaña, fuego de virutas”. Algo así voy a hacer yo: comentarios a esos titulares que me resultan chocantes, chorradas, chuminadas, chinchorreras, chismosas… y chistosas o con cantera de la que sacarles algo de punta. Vamos con la primera de serie.

Rodrigo Cortés: «Hay más dolor en el cine que en la literatura».

Ignoro quién es Rodrigo Cortés: ni idea. Ni lo busco, pero leo que según su leal saber y entender hay que más dolor en el cine que en la literatura. Se ve que es cineasta o literato y que además sabe medir el dolor y lo ha calculado y ha hecho estudios comparativos entre el dolor que hay en el cine y en la literatura. Para mí que más dolor hay en un hospital que en el cine y la literatura juntos, digo yo. Todos los que están ingresados en los hospitales están doloridos y sufren. ¿He de entender cine por película de cine? Hay películas indoloras como hay libros amables como un atardecer hermoso… y hay películas desagradables, pero, al final son solo eso: películas, libros. Con no verlas, como con la literatura… ¿Puede doler un libro? Supongo que sí, supongo que el autor del libro puede transmitir esa sensación…, pero es más de sufrimiento que de dolor.

Diccionarios de segunda mano: María Moliner. Diccionario de uso del español - Foto 1

Si te dan con el Diccionario de María Moliner en la cabeza debe de doler, eso sí. Recuerdo los rollos de películas metidos en unas cajas de latón: si te dan con una de ellas, debía de doler porque las llevaban en carrillo y debían de pesar.

En resumen: la declarada de tal Cortés lo debió de dejar dolorido…


6 de julio de 2025

541-González-Simancas, José Luis, EXPERIENCIAS DE ACCIÓN TUTORIAL

 



Lo he dicho, supongo, muchas veces y hasta es posible que lo haya dejado aquí escrito. Normalmente no me planteo escribir un libro, sino que más bien las historias o los temas me asaltan, me los topo. Ahora, cuando no deseaba escribir nada en particular, me refiero a una novela (tengo varias terminadas y por pulir) o a algún ensayo (tengo otro en la misma situación que las novelas citadas)… se me cruza un asunto que me resulta lejano y me carga de nostalgia.

Hablo con un amigo de los años que dediqué a la educación. Hablo de quienes fueron mis preceptuados y lo hago con la pasión del amigo porque muchísimos de ellos lo son y me mantengo en comunicación (prefiero más esta palabra que “contacto”: no me gusta que me toquen). Sé de sus esposas, de sus hijos, de sus viajes, de sus problemas… de sus vidas. Rarísimo es el día en que no hablo con alguno de ellos, me escribe un correo, un wasap, me comenta tal o cual cosa. Y este amigo del que hablaba al comienzo de este párrafo, por su experiencia de estos últimos años, por mi pasión al hablar de aquellos años que me llenan de melancolía me propone que escriba un libro sobre las tutorías personales, las preceptuaciones. A su juicio, y al mío, son muchos los profesores que se dedican a ellas y queriendo jugar al fútbol… juegan al rugby o al fútbol americano: no saben ni tienen dónde acudir para aprender, me temo.



Por largas razones que voy explicando en el libro que ahora está en la fase de documentación, conocí de primera mano a la persona que “trajo” las preceptuaciones personales tal y como las practiqué yo durante décadas (cada profesor tiene su estilo personal). La persona en cuestión es el autor de este libro. Ignoraba la existencia de esta obra, que recupero en una librería de segunda mano y me pongo a leerla. Me parece muy interesante, pero considero que don José Luis, un genio de la innovación educativa valiosa y solucionador de verdaderos problemas educativos (no son pocos los que innovan pasando un palito entre las olas del mar), digo, don José Luis no ha acertado en la transmisión de aquello que trabajó en un estudio, pues el libro es fruto de un estudio realizado por el ICE (Instituto de Ciencias de la Educación) de la Universidad de Navarra donde siguió lo que trajo de Inglaterra, lo asentó en Gaztelueta y luego se divulgó según y como por los centros que eran labor personal o corporativa del Opus Dei al menos, que yo sepa, en España, ignoro si se harán tutorías personales en centros de estas características en otros sitios del mundo donde miembros de la Obra trabajan en la educación.

Insisto: la exposición que se hace de la investigación da como resultado chubascos dispersos. Creo que, siendo lo mejor enemigo de lo bueno, el autor se guio por una estructura expositiva que da una información impresionista, pero no logra retratar con realismo y de cuerpo entero lo que es una tutoría. Ciertamente, a lo peor, yo busco lo que él no quiso explicar (me entero ahora que él ha fallecido) y solo aspiraba y eso hizo a plasmar como el título anuncia: Experiencias de acción tutorial por tener la convicción de que no existe un solo modo de hacer tutorías personales (es obvio que así es), pero creo que debía haber ido más allá de la exposición de lo que halló en su investigación. Echo de menos el comentario del maestro… Es curioso que los tutores que cuentan sus experiencias hablan del laissez faire, de ese dejar a los alumnos a su aire… y algo así es lo que el autor ha hecho con lo que las nueve experiencias tutoriales le contaron en los comienzos de la séptima década del siglo pasado.

El punto 6, Relación con el grupo de clase, apenas me ha aportado nada para el tema de la tutoría personal, quizá como era lógico; sin embargo, compruebo lo distintas que fueron aquellas clases, aquellos alumnos, aquellas aulas… a lo que después vino. En parte yo viví personalmente como alumno aquellos cambios que luego fui comprobando como profesor y que muchas veces lo ejemplifico con un nombre imaginario de una profesora, quien en los años 60 era doña María de la Concepción; en los 70 fue doña Concepción, a finales de estos doña Concha, en los 80 pasó a ser doña Conchi, a finales de estos Conchi y luego fue derivando a Chonchi, Chochi y Chocho… y ahora ya no sé por dónde irá la cuesta abajo. Los responsable últimos, sin duda, porque lo he vivido han sido los profesores que lo han tolerado, permitido, fomentado y ahora lo padecen.

        Este libro merece la pena para aquellos que quieran tener noticias de qué es una preceptuación, también llamada, con matices casi insignificantes, tutoría… A ver si logro yo escribir el libro que se me pide… A.M.D.G.

11 de junio de 2025

POBRES LIBROS MÍOS...

 


Hace unos meses en una librería de lance, de segunda mano o como se llamen ahora… compré por dos euros una novela mía, Amanda, querida. Por ese mismo precio compré un Vocabulario andaluz de Alcalá Venceslada, mi abuelo. En aquel momento no pensé en mí. Pensé en mi abuelo: durante décadas rebuscando palabras andaluzas no recogidas en el diccionario de la RAE, 18.600, y ahora todo, desde el punto de vista económico, se resolvía con dos tristes euros; una vida de trabajo intenso, meticuloso, denodado… ¡dos euros!

Cierto que no lo obligó, ni a él ni a mí, ni nada ni nadie a elaborar con meticulosidad de lexicógrafo entomólogo ese Vocabulario de a dos euros el ejemplar, ni a mí a escribir la novela. Hoy, ¡a lo peor fue siempre así!, la unidad métrica de toda realidad es el dinero: todo se mide en dinero, que no por el valor que tenga esa realidad concreta (“solo el necio confunde valor y precio”, escribió Quevedo). Son frecuentes las noticias donde se recoge en el titular ¿Cuánto gana Fulanito por vencer en el trofeo TAL? ¿Cuándo cobró Tal actor por su última película? Los coches de MENGANO valen millones de dólares… y así, tanto tienes, tanto vales.

Pienso ahora en mí y en mi novela. No han sido pocos los autores que han visto sus obras como hijas de sus entrañas y así, la obra, publicada, editada, es el hijo que abandona el nido, que, como la Ratita presumida, se marcha a recorrer mundo sin el cuidado del padre y, por tanto, ¡Dios dirá! No lo veo yo así. Tengo para mí que una obra mía se asemeja más a uno de mis perros que a uno de mis hijos -que no tuve-. El acontecer y los accidentes de la vida, a los animales y a los libros, les suceden, no los eligen. El libro editado y el perro criado y educado van camino adelante; el hijo llega un momento en que elige y acierta o se equivoca: es libre.

Aquella tarde de mi compra, volví a casa con mi Amanda y el Vocabulario andaluz de mi abuelo como si hubiera encontrado a un perro mío perdido, a un perro que agradeció dejar de estar a la intemperie en esas librerías (?) donde se dejan abandonados los libros que no se quieren, como si se dejaran perros en la perrera pública. ¡Pobrecitos míos! Hoy ya están ambos al calor de quienes los aprecia, los valora y sabe de ellos en sus bibliotecas.



28 de mayo de 2025

536- López Pérez, Manuel, EL SANTO ROSTRO DE JAÉN

 



Es imposible precisar desde cuándo sé yo de la existencia del Santo Rostro en la catedral de Jaén. Entiendo que desde que tuve noción de la realidad religiosa supe que un pliegue del paño de la Verónica se encontraba en mi tierra. Mi tercer cole, de tan agridulce memoria, se llamaba “Santo Rostro”. Decían, o eso recuerdo, que fueron tres los pliegues donde se quedó reflejado el divino rostro: el citado de Jaén, uno que había en Roma y otro que se perdió en un naufragio, decían. También supe que los viernes se podía besar el Santo Rostro en la catedral y recuerdo que decían que se formaban colas grandes para besarlo. Nunca me llevaron mis padres, nunca fui por mi cuenta.

De un tiempo a esta parte, por circunstancias que ahora al caso no vienen, voy con frecuencia a la catedral a misa y los viernes durante la celebración de esta se halla el Santo Rostro allí expuesto, en el presbiterio. Me causó cierta curiosidad saber más sobre esta reliquia, su origen, etc. y mi amigo Arturo Aragón me regaló el libro que ahora comento: la generosidad no tiene límites en algunas personas.

Conozco al autor de haberlo leído, de haber comentado de él… o haber oído hablar de él. Me parece correcto el libro. Interesante, quizá un tanto ¿anticuado? Ignoro si se han hecho investigaciones posteriores sobre la jaenera faz de Cristo a las que López Pérez cita en su obra, no obstante, con lo ahí dicho me queda claro, cosa que ignoraba, que la Verónica no existió o no al menos históricamente… y que el rostro de Cristo no es sino un icono del siglo XIV: una pintura de las muchas que se hicieron como copia del Santo Rostro marcado en la que hoy conocemos como la Sábana Santa de Turín. Eso es todo.

La tesis y el modelo del Rostro de Cristo que se halla en Jaén es, el más aceptado, que “el vera icono, la verdadera imagen, del que derivará el vocablo Verónica” es una copia de uno de estos retratos que fue llevado desde Constantinopla a Roma donde empezó a venerarse como la Sancta Facies, el Volto Santo o simplemente la Verónica (el verdadero icono).

Por toda Europa empiezan a difundirse a partir del siglo XIV copias de la Verónica de Roma junto a múltiples y devotos iconos, copias orientales del rostro que figura en la Sábana. Una de aquellas tablas llegaría a Jaén a finales del siglo XIV, quizá a través del obispo don Nicolás de Biedma.

No soy persona devota de ninguna imagen en particular: me resulta atractiva la Virgen de la Cabeza por tradición familiar, me resulta simpática esa imagen chiquita y morena en una sierra tan agradable para mí… y nada más. Insisto carezco de devoción particular por ninguna imagen: ni los crucificados, ni las vírgenes de lo que sean… nada… me mueven sino a rezar, a pedir: sea la imagen que sea (y si es posible que sea artísticamente bella). Es lo que hay. Es por ello que no acudo a procesiones. Los gritos, las risas, los chicles, los empujones, las pipas, el carrillo de chuches que las cierra (o cerraba: hace años que no asisto a ninguna) me echan p’atrás y para pasar malos ratos no está ya este que suscribe.

Recibo la bendición con el Santo Rostro cada viernes con la piedad y la devoción que el acto requiere, rememoro las horas amargas de la pasión de Cristo por redimir a la humanidad y agradezco a Dios Hombre el habernos dejado estas muestras de su paso por el mundo. 


Oración al Santo Rostro

 

Que se venera en la Catedral de Jaén

 

«Te adoro y bendigo, Señor mío

Jesucristo, porque me has redimido

con tu pasión y muerte.

Venero el sudario en que fue impreso

tu preciosísimo rostro ensangrentado

y escupido.

 

Imprime, Señor, tu sudario

como un sello en mi corazón

y sea constantemente y en tu presencia

el objeto de mis meditaciones

y brote de ellas el fuego de tu amor.

 

Mézclese la sangre de mi corazón

con la sangre de tu rostro

y únase mi amor a tu amor,

para que te ame con todo mi corazón,

todo mi espíritu, toda mi vida

y con todas mis fuerzas».

 

Amén.