8 de diciembre de 2021

ALCALÁ VENCESLADA-05

 


 

Muñoz López, Manuel: Historias y costumbres de Marmolejo

 

Aunque alumbrado en Andújar, ciudad que amaba, Alcalá Venceslada y su familia paterna eran originarios y vivían en Marmolejo, pueblo de su infancia y también de sus amores. La familia materna, Venceslada, sin embargo, era de Andújar.

Nunca había pensado que hay libros que se deben leer con el corazón. Leerlos con la cabeza sería una tortura y un craso error. Creo que es la primera vez que pienso así de la lectura de un libro. Pues este es uno de ellos y no recuerdo haber leído ningún otro de esa especie en mi vida.

El autor de la obra don Manuel Muñoz López se ve que es hombre echao p’alante que, aún a sabiendas de que no tiene los espartillos suficientes para hacer un cesto, se pone a ello y lo termina por hacer, mejor o peor, pero a base de mucho corazón y mucho amor a su pueblo a sus gentes, y a pesar de sus limitaciones. Sin duda, semejante obra merece, por su buena intención y el empeño puesto en su elaboración, mis más sinceras felicitaciones. Pero conviene darle al César lo que es del César…

Leo este libro con motivo del trabajo biográfico de mi abuelo. La verdad es que literalmente me lo echo al coleto y de campanazo, y perdón por las expresiones. La obra está cargada de buena voluntad, de recuerdos enternecedores y es posible que útiles hasta no sé dónde ni para quién (para mí lo ha sido), pero pésimamente escrito. Cierto que es muy muy precario por su contenido, su redacción, su estructura… Faltas ortográficas abundantes, escaso sentido del párrafo, de la estructura sintáctica y del orden bajo los epígrafes, etc.; los signos de puntuación vivaquean por los renglones a su capricho; los galimatías de citas, comentarios, etc. hacen en ocasiones inextricable el texto que, para ser bien comprendido, hay que releer. La verdad es que no sé si la buena voluntad del autor redime al resto de los defectos; para mí, aquí llegados, sí. Permítanme que me meta en camisa de once varas, y me pregunte: ¿no hubo nadie que echase una mano en la redacción de esta obra a su autor? ¿Nadie le dijo “don Manuel así no se debe editar esta obra, hombre de Dios”? En fin… Le dedico un rato a averiguar sobre el autor y encuentro lo que intuía: una persona inquieta por la cultura y el afán de servicio a sus conciudadanos, de escasa formación, autodidacta, hombre afanado: escritor, pintor, sin duda inteligente y listo… Muchas gracias, don Manuel, por su esfuerzo.



Son los más quienes citan el texto de Ortega “Yo soy yo…”, pero ni saben de qué obra es ni cómo termina la idea que es como dejar a dos luces al interlocutor en mitad del sarao. Pues esa idea de Ortega, tan repetida, es de Meditaciones del Quijote y la concluye Ortega diciendo: “y si no la salvo a ella, no me salvo yo”, es decir, y lo explico a la luz del trabajo sobre Alcalá Venceslada en que ando azacanado.

Siempre, como educador, me llamó la atención que muchos padres afirmaran que a tal o cual familia sus hijos “les habían salido” muy buenos. Me venía entonces a las mientes un hermoso melonar donde hay cientos de melones y unos ciertamente salen buenos y otros… pepinos. “Salvar” la circunstancia no tiene un sentido trascendente, digamos, de índole religiosa, sino que, en sentido orteguiano, significa racionalizar, significa “hacerse cargo de ella”, es mirar, contemplar qué hay en nuestro entorno, en nuestra vida que debe ser puesto en claro: tantas y tantas realidades que nos atrapan o liberan, nos desaniman o animan, que nos ayudan o entorpecen… Si se desea alcanza una vida lograda, meta de toda vida, es conveniente conocer la circunstancia, asumirla y mejorarla. El hombre es el perfeccionador perfeccionable. Es, para mí, importantísimo conocer cuál fue la circunstancia que rodeó a Alcalá Venceslada para hacer lo que hizo y hasta dónde llegó. Ese es el sentido de la lectura de esta obra.

Es por todo lo escrito por lo que he querido saber del Marmolejo donde vivió durante tantos años Antonio Alcalá Venceslada, parte importante, por tanto, de su circunstancia. Este libro, que me he tropezado casi, era un buen comienzo para acercarme a dicho pueblo. En la obra he hallado anécdotas simpáticas y me he encontrado con muchos de mis antepasados, incluido Alcalá Venceslada de quien se habla en la obra en el capítulo VI, “Marmolejenos y su historia”, También me cruzo con otro antepasado, tío abuelo de Alcalá Venceslada, y, por tanto, pariente mío: Juan Manuel Orti y Lara…



Leo y acabo el libro, tomo algunas notas que me sirven parcial y tangencialmente, si bien es cierto, que he sentido agrado al leer de algunos parientes… y de alguna persona conocida por mí, como el inolvidable don Manuel Maroto Castro, párroco que fue la iglesia de san Ildefonso de Jaén y hombre celebérrimo por muchos motivos.

Por lo que respecta a la obra en sí, reiterar que el autor es animoso y esforzado un rato largo. A lo largo del libro se erige en un sinnúmero de sucesos en protagonista y estos cobran sentido en que es él quien narra y quien recuerda las anécdotas que cuenta de lo vivido, en muchas ocasiones en primera persona.

Cierro esta entrada con un soneto de Alcalá Venceslada a su pueblo:

 

Perdido al Norte en piélago nefando

sufriste duros tiempos de extravío,

más al fin, el timón de tu navío

llevaste al puerto con certero mando.


Hoy ya sigues tu historia. Reposando

en anchuroso Alcor cercano al río

pareces, por tu blanco caserío

níveas palomas en tranquilo bando.

 

Para la provisión de tus hogares,

sierra, huertas, cortijos, olivares

recibiste del cielo sin medida

 

y Él puso en tus entrañas lo que el oro

jamás podrá valer: puso el tesoro

del agua milagrosa que da vida.

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