28 de noviembre de 2021

456-Alberca, Manuel- LA ESPADA Y LA PALABRA

 



Momentos ha habido, entre unos asuntos y otros, entre unas lecturas y otros libros, otras voces y otros ámbitos… en que creí doblar el año y no el libro de Alberca, que se me ha hecho más largo que un domingo sin dineros…

Creo que salvo la biografía de Vázquez de Prada sobre san Josemaría Escrivá de Balaguer (tres volúmenes y más de dos mil páginas, calculo), no había leído una biografía tan detallada de nadie, con tanto pormenor como la que ha escrito Manuel Alberca sobre Valle-Inclán… Hay momentos en la misma en que sigue al escritor gallego no diré día a día, pero casi semana a semana en algunos momentos de la existencia del dramaturgo.

Valle-Inclán ha sido, y es, uno de los escritores a quienes he leído mucho y con pasión, con dedicación y admirado. Creo que Luces de bohemia es una obra de superación difícil y quizá la mejor obra del teatro español del siglo XX.

Tengo que admitir que en mi imaginario lector y devoto… Max Estrella se zampó a Valle. La adecuación absurda por mi parte del personaje y la persona ha hecho que lea las biografías anteriores sobre Valle a través del cristal del bohemio madrileño… que muere en el escalón del portal de su casa; es, sin embargo, Valle un bohemio sui generis y sumamente cauto con la publicación de sus obras y con las ganancias de estas (me acordé del libro donde se reproducía la correspondencia entre Delibes y el dueño de la editorial destino, Vergés: esa contabilidad exhaustiva, de tendero al por menor…). Este ha sido uno de los descubrimientos hechos en esta lectura: su gran ambición fue poder vivir, ¡y vivir bien!, de lo que escribía o de las prebendas que arañaba donde le era posible… y así fue un cesante relativo que ciertamente estuvo en alguna ocasión en los calabozos de la policía… Ignoraba sus escarceos en la política; su cercanía a Lerroux; la consistencia de su carlismo que no era una realidad imaginaria y romántica y ñoña…, sino una concepción absolutamente fundada en su pensamiento, que nacía de la convicción que brotaba de su clasismo del que Alberca da detalles numerosos en la biografía… ¡cuenta detalles y circunstancias de enjundia! Me he hecho cargo de lo que supuso su viaje de juventud a México y cuánto debió su obra posterior (y muchos de sus beneficios y momios asociados a él y sus amigos); su paso por la Academia de Roma que bajo la óptica de la biografía que escribiera Ramón era para mí un problema para el gallego, ¡y lo fue!, pero generado por él… La separación dolorosa de su esposa, la actriz Josefina Blanco, y las circunstancias en que sus hijos quedan…

No he leído ni tengo la biografía que su nieto, Joaquín del Valle-Inclán, escribió sobre su abuelo, ni dudo de su calidad, pero dada la circunstancia… creo que, de leerla, habrá que dejar que pase un tiempito como dicen allá. Pues las 745 páginas de Alberca, notas incluidas, han sido plato largo y de más larga digestión, aunque sin duda de buen provecho (432 páginas tiene el libro del nieto).

Ciertamente muy largo, pero he disfrutado con la lectura… Demasiado detalla a veces y, por tanto, lenta. La vida del dramaturgo fracasado se movía entre las páginas con una morosidad impropia del concepto que tenía yo de un Valle-Inclán decidor, parlanchín, inquieto… ¡más rápido se movía el personaje que la narración biográfica!

En algún momento Alberca afirma que Valle no era mentiroso… y, sin embargo, la biografía está plagada de las mentiras que de continuo el gallego decía: no es que fuera mentiroso ni fantasioso ni un soñador… era ¡mentirosísimo! Un trolero magistral y siempre en su propio beneficio.



Admirable el trabajo del autor para elaborar una biografía como esta… y lo afirma quien anda tras los pasos de otro escritor y sabe de lo complejo que es obtener datos, interpretarlos, etc. Considero que los admiradores, como servidor, del autor genial… disfrutarán de esta obra de Alberca. Me quito el cráneo.

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