25 de febrero de 2015

Solzhenitsyn, Aleksandr, ARCHIPIÉLAGO GULAG



 


    Ignorar la historia es arriesgarse a repetir los mismos errores, y es norma que los hombres ignoremos nuestra historia. El único animal que tropieza dos… cientas veces en la misma piedra es el bípedo implume: le fallan sus conocimientos y su inteligencia humana, y los instintos animales son muy precarios. Mal negocio. El mal y los malos, junto a los tontos, campan, al lado de algunos listos, por sus respetos por este mundo hostil que se levanta hostil. La muerte viene siempre a corregir, a veces tarde, las villanías de la estupidez y la maldad.

         Termino de leer un libro de un autor que hacía años que tenía muchas ganas de leer. Lo recuerdo en las entrevistas que se le hicieron con motivo de su Nobel, mas ya no sé si la entrevista fue en España (no sé si todo está en Google, pero por medio de este confirmo que la entrevista tuvo lugar en España el 20 de marzo de 1976). ¿Quién era ese hombre de las barbas que contaba que había salido poco menos que del infierno? ¿Por qué ese infierno y en qué consistió su crimen y su condena? Querer conocer, saber, el afán por mejorar… es condición humana que el niño tiene, lo defiendo siempre, hasta que poquito a poco, los adultos nos vamos encargando de hacer roma y blanda esa punta de hermosa curiosidad denominada studiositas. De la escuela ya dije…

         Me decepciona el libro. Saco en limpio, con todos los respetos a lo que ahí se cuenta y de quienes ahí se cuenta, un galimatías de situaciones históricas rusas concretas que ignoro, de nombres que nada me dicen, de fechas, de lugares geográficos que vienen a resumirse en la dictadura que vivió Rusia desde la revolución del 17 hasta la glasnost. Aún recuerdo que esta palabra, traducida al español, significa ‘transparencia’, ‘verdad’ o algo así (y me acuerdo de ese nudo gordiano donde coincidimos el otro día mi amigo Jesús Arteaga y yo: veritas liberabit vos). La claridad, la transparencia no son la verdad, pero es curioso que la presencia de aquellas, como la limpieza, la sinceridad, la valentía, la justicia… hacen huir las sombras del mal. Terrible lo que nos cuenta Solzhenitsyn: toda la maquinaria del estado, todo un sistema se carga y arma, se pone en marcha para someter a sus dictados a toda la población sin reparar en medios de ninguna índole. Son millones –alrededor de treinta, ¡treinta millones de personas!- las que mueren bajo la dictadura del padrecito Stalin.
          Recordaba mucho de lo que en esta obra se narra, de manera semejante, lo que leí en otro libraco de Eugenia Ginzburg, El vértigo, obra que me pareció mejor estructurada, ordenada para una comprensión más razonable de todo.  Solzhenitsyn, sin embargo, da la sensación de que redacta montones de textos que va guardando –quizá en su memoria exclusivamente- para después ir añadiendo unos tras otros, quizá con algún orden diacrónico, e ir conformando un libro en el que no se evitan tampoco las referencias a tiempos posteriores o anteriores, a personas que el traductor o el autor quieren aclarar quiénes son en notas a pie de página, pero que al lector, a este lector por lo menos, le cogen a trasmano.

         Seguro que sería posible contar lo ahí expuesto en menos páginas, pero el horror no tiene riberas ni playas ni orillas ni fronteras. El sufrimiento de personas pide ser descrito –aunque el autor dice hacer gala de contención- sin cálculo, sin medida… todo lo inunda, todo lo oscurece. La vida entra en la penumbra y de ella por medio del horror en la noche cerrada del mal.

         Cierro por donde empecé esta entrada. ¿Es posible que se vuelva a repetir lo vivido allí? Mi pregunta está fuera de lugar. El infierno se repite tras cada acto malo de los hombres que se suma en un movimiento que conduce a gran parte de la humanidad a la oscuridad: las guerras de hoy en tierras rusas, las matanzas en África, en Siria, la falta de libertad, la esclavitud de tantas personas: niños, hombres, mujeres… Y la inmensa mayoría de nosotros… disimulando, como si todo ello no nos afectase: malo es desconocer la historia, pero peor es negarla y desear ignorarla.

19 de febrero de 2015

Ratzinger, J.; Seewald, P., LA SAL DE LA TIERRA



        


      No estoy seguro del número de libros que he leído sobre el cardenal Ratzinger y del cardenal Ratzinger, pero en todo caso en todas las oportunidades en que lo hice tuve tres vivas impresiones: la primera, de pena porque creo que no he abundado suficientemente ni en su persona ni en su pensamiento, en sus escritos, porque, siendo un teólogo sobresaliente, a servidor le cogía a trasmano solo por esto y por su condición de cardenal, aunque luego ocupó un espacio bien distinto en mis intereses cuando pasó a ser Benedicto XVI, que es cuando le dediqué atención, mas su papado fue breve y, por tanto, no tuve mucho tiempo de disfrutar de cuanto digo. Segunda impresión, me llama poderosamente la atención lo inesperadas de muchas de sus explicaciones, su originalidad, su sencillez, la enorme facilidad con que deshace nudos en apariencia inextricables y complejos. Tercera impresión, la profundidad con que trata todos los temas, desde un conocimiento admirable y que cuando no sabe de algo, lo dice tal cual, que no tiene información o sencillamente… que no sabe, por tanto, la humildad, sin duda, de la persona que alcanzó en gran medida la sabiduría, sin olvidar nunca que el hombre es hijo de Dios y la Iglesia una creación de origen divino.
         Llevaba tiempo este libro en la estantería. Reconozco que he olvidado cuándo y por qué lo compré y ni siquiera sabía que era un libro de entrevistas, semejante al que ya leí en Dios y el mundo, en 2005, donde me acerqué a la figura de este hombre adamirable. Les recuerdo que La sal de la tierra, aunque yo lo he leído después, es una entrevista de Peter Seewald, y el libro se publicó en su primera edición en 1996, si no me falla mi información.
         Cuando Seewald entrevista al entonces cardenal Ratzinger era un hombre de origen cristiano, católico, alemán, que había dejado la práctica religiosa, que se hallaba muy lejos de la religión, que ha pasado por una etapa de marxismo militante y que, a partir, de esta relación con el entonces cardenal vuelve al seno de la Iglesia; se produce una reconversión, digamos.
         Las preguntas que Peter Seewald hace al cardenal son de todo orden y no parece que hubiera límites algunos, pues entran todo tipo de temas, incluidos los constantes de tantos, católicos o no, con respecto a la Iglesia y sus fieles –hace unos días se volvía a hablar en los periódicos de ellos con motivo de la visita del papa Francisco a Filipinas-: la ordenación de las mujeres en la Iglesia católica, el celibato sacerdotal, todo lo relacionado con la sexualidad y las disposiciones sobre los divorciados y su relación con la Iglesia. Temas, para mí, sinceramente, que no son del máximo interés para los católicos corrientes y que me parecen el lugar común del ignorante que no sabe dónde acudir y que toca de oído y quiere golpear, aunque este ciego.
         Mucho más interesantes son las visiones que el cardenal da sobre la situación de la Iglesia y del mundo. De la evolución de tantos y tantos asuntos de los que la teología se ocupa junto con el pensamiento de una época que se mueve a una velocidad vertiginosa… ¿Qué hay de la Iglesia en Europa? ¿Qué dificultades encuentran los católicos en zonas lejanas de Asia, África? Me parece magnífica la explicación que da sobre el Islam, ahora que tan de rabiosa actualidad se ha puesto desgraciadamente, por una interpretación, sin duda, errónea del Corán. ¿Qué fue de los países del Este? ¿Qué ocurre en la teología actual y entre los teólogos alemanes? ¿Qué ha supuesto el papado de Juan Pablo II en la Iglesia? Los intereses del papa polaco, sus esperanzas, las ilusiones de la Iglesia… Los problemas reales que hallamos entre unos cristianos que no terminamos de unirnos –y que tampoco lo veía el cardenal como posibilidad a corto plazo-. La penosa imagen de las rupturas internas. La proximidad-lejanía con respecto a la Iglesia Ortodoxa… ¿Qué debe hacer el fiel ordinario en su medio, en su parroquia para hacer la voluntad de Dios? La santidad en la vida ordinaria. El amor de todo fiel a Dios y a la Iglesia. En realidad, el índice de la obra y de las preguntas, orienta perfectamente al lector, pues -¡como buenos alemanes!- lo han dividido en tres partes bien diferenciadas: una primera dedicada a la persona del cardenal; una segunda, a los problemas de la Iglesia; y una tercera y última, a las esperanzas de un tiempo nuevo de ilusiones nuevas, y esperanzador como es el inicio del siglo XXI.
         Creo que es una obra iluminadora no solo para quienes nos consideramos católicos, sino también para los cristianos en general e incluso para aquellos que tienen interés por una realidad como es la Iglesia católica.

17 de febrero de 2015

Madrid, Juan, HUIDA AL SUR






         Conocía de oídas o leídas sobre él, pero no de él a Juan Madrid. Me embarqué en la lectura del libro con los alumnos de 3º de la ESO por razones que apenas comparto y por lealtad con los compañeros de Dpto. “El libro es divertido, atrapa a los alumnos… y es una buena obra”. Entiendo que las dos primeras razones desde el punto de vista docente y educativo a mí, personalmente, y es una opinión, no me convencen en absoluto, pues por las mismas razones se me ocurren muchas otras actividades que les serían más divertidas y atractivas a los alumnos que leer. En el contexto, en el locus y la circunstancia en que nos encontramos, dentro de la estructura que la escuela tiene lo importante es que la obra fuera buena en tanto que novela y para los alumnos de estas edades.
         Ciertamente la obra me pareció todo lo que me anunciaron, aunque, como es lógico, no todos los alumnos participaron igualmente de la atracción e interés por la obra y las peripecias de sus protagonistas. La obra se leyó, en general, insisto, con agrado en clase y todos los alumnos participaron. Se hicieron innumerables comentarios de las actitudes de los personajes, comentarios “literarios”, éticos… y los alumnos, insisto, se sintieron involucrados amablemente.
         Madrid creo que maneja muy bien los resortes adecuados del escritor que desea atrapar emocionalmente a un lector adolescente de esos catorce o dieciséis años. Los protagonistas principales son jóvenes de las edades citadas más o menos. El autor, por ejemplo, delinea una relación amorosa incipiente: un noviazgo mal enfocado y peor asentado, pero que atrae –lo he comprobado- especialmente a los chicos de estas edades-; me refiero al noviazgo de Clara y Arturo. El protagonista de la novela, Tomás, es una persona marginal y marginada: moro, estuvo en un correccional (¡eso sí!: es inocente) y se quiere mostrar en la obra con cierta ambigüedad sexual, es persona de gran sensibilidad: pinta y se apiada de un perro que es mudo y que a tal nombre atiende, Mudo…, trabajador de un hotel de la costa…, y muy educado, es puesto en el brete de ser acusado por haber robado en el hotel donde trabaja. El hotel se convierte en el punto de fuga de todas las tramas orquestadas por Juan Madrid: allí llegarán Clara y Cristina, su mamá; al mismo hotel irá a parar Cristóbal con los diamantes y la documentación que había robado y allí lo hallará Sousa…
         La novela está escrita con absoluta corrección y con la sencillez –no confundir con simplicidad- propia del público al que va dirigida y el contenido que el autor pretende desplegar ante el lector. Utiliza, y en su derecho está, muy bien el dejar los capítulos en puntos climáticos altos: en cada capítulo, separados por blancos, va dejando el autor dos o tres procesos de las tramas que en la novela se siguen de manera independiente (que irán todas a parar y resolverse al hotel ya varias veces citado, como antes dije). La estructura no es lineal, pero tiene ese perfil recto que no complica la comprensión accesible al lector y evita las enrevesadas estructuras artificiosas que se acercan a la vida.
         Hay momentos de gran tensión muy bien descritos; hay temas atractivos: el amor adolescente y sus quiebras; el protagonista marginal, el ya citado Tomás; la generosidad de la poderosa (en este caso de Clara); la maldad inequívoca de los malos sin remisión… ¡y todos ellos fenecen!: Sousa, Cristóbal, Josehp Marti, Omar; la tonta reconvertida, la mamá de Clara, doña Cristina; la cegada por el amor y engañada por el egoísta y codicioso Cristóbal, Adela la directora de la caja… Y no nos falta el niño pijo, soberbio y desdeñable que desde el primer momento es marcado por el autor y, por tanto, por el lector, como despreciable: Arturo, hijo del dueño del hotel, cuya familia quiere hace dinero por encima de lo que sea, incluida la venta del propio hotel, bajo el que hay restos arqueológicos de gran valor que pretenden tapar (como se vera el autor, como diría un flamenco, toca muchos palos y muy diversos).
         Toda la obra se mueve en un ambiente especialmente próximo a nosotros –que vivimos en Jaén- pues la trama se desarrolla en la costa granadina y el autor no se priva –es licenciado en Bellas Artes, si la memoria no me falla- en explicar algo sobre calidad de los lápices y papeles para pintar, el arte del pueblo, su costa, su castillo… Salobreña, en la provincia de Granada.
         Insisto en que el libro ha dado mucho de sí desde todos los puntos de vista para los alumnos y espero que el esfuerzo de la lectura, la aventura amable de las horas dedicadas a ella fructifique en cada uno de quienes lo hemos leído. Yo he pasado un rato amable con esta obra de Juan Madrid.

12 de febrero de 2015

Magris, Claudio: EL DANUBIO



      


         Todo cuanto leí de Claudio Magris me resultó amable. Me gustó. Había oído hablar y leído algo sobre El Danubio, pero no me había resultado atractiva la idea de hacerme con el libro y de leerlo. Es digno de estudio por qué, sin embargo (algunos lo llaman con cierta grandilocuencia determinada altura de la vida), llega un momento en que un libro que no tuvo gancho de primeras… lo hace en ese momento de modo irresistible. Una obra que no se pensaba leer, que dio muchas vueltas por la biblioteca de casa… se convierte en meta ineludible de lectura en un ahora ineludible. Ignoro la causa.
         Me asombra, y en cuento tal lo escribo, la escritura de Magris. La hondura de su prosa. Sus conocimientos. Mientras leía pensaba en cuánto tiempo le dedicará a cada párrafo, ¿o es ese su modo natural de hablar, de pensar, de escribir? Seguro que sí, pero esa connaturalidad, barroca, de oraciones endiabladas, de palabras inciertas, es sin duda una naturalidad adquirida: detrás de ella hay muchas lecturas y muchas horas dedicadas a mimar la prosa, a pulir lo escrito.
         Creo que bien poco puedo decir que no se haya dicho de esta obra y que el lector podría buscar en fuentes más fiables y autorizadas, pero quiero aquí reseñar lo que yo, con mis carencias, he podido ir anotando de una obra que considero un clásico de los viajes.
         Todo el libro es el recorrido que realiza Magris, parece, con otros personajes, que se citan de pasada, que hablan por su boca, sin verdaderos diálogos novelísticos, desde las fuentes del río Danubio hasta la tristeza de la desembocadura. Se muestra Magris como un conocedor espléndido de las ciudades y los lugares por los que pasan, de su historia mayor y menor… No lo había pensado mientras lo leía, pero recuerdo ahora otro viaje que desde niño me encantó que fue el de Cela por la Alcarria. Nada que ver el temperamento de Cela con el de Magris, intuyo: la rusticidad y ruralidad de Cela se transmutan en Magris por los altos andamios de la Historia –con mayúsculas-, de los personajes más variados que imaginar podamos. Novelistas, reyes, militares, ingenieros, poetas, ensayistas, locos, pasteleros, amantes, músicos… todos desfilan entre edificios, museos, hechos que los relacionan de un modo u otro con el río… Siglos de historia de un viaje, parece, millones de veces repetido de un agua que mana, no se saben bien de dónde y que desemboca, una y otra vez, siempre el mismo río, con distinta agua, también en un espacio indefinido, que me ha dejado una extraña sensación en gris… muy oscuro.
         ¿Cómo es posible acumular tanto saber sobre temas tan diversos? Me atrae, insisto, la prosa de Magris en la que tras ella hallamos infinidad de asertos, de frases, de ideas originales y ciertas sobre temas variados: la creación en general y la literaria en particular, sobre los artistas, la convivencia entre las personas… “Toda inteligencia valiosa requiere cierta cantidad de imbecilidad para sobrevivir en ambiente tan turbio como el actual”, creo que es literal. Y como esta… decenas de perlas entre la arborescencia barroca de su prosa, que, sin embargo, en ningún caso se hace pesada, teniendo peso valioso. Magistral, Magris. Perdonen que insista: el libro lo he recomendado a algún amigo –y estoy a la espera de que me diga-. Me resultaría indeseable que alguien pensara que el libro es tedioso… ¡no lo es! Hay que tener paciencia con su inicio e irse dejando llevar por el vaivén de su prosa, y el agua del río que acompañamos, y comprender que el autor va manejando con acendrada maestría la ingente carga de su saber. Sin duda es Magris una inteligencia culta.
         Muchas notas tomé, pero compruebo que la mayoría están relacionadas con reflexiones personales, con sugerencias… que me guardo.
         (Este libro que compré de segunda mano, como suelo hacer de un tiempo a esta parte, contiene notas, subrayados, como tantos otros… ¿Quiénes lo harían y por qué? Nunca hubiera yo subrayado con bolígrafo un libro –me parece un crimen de rico- ni tampoco hubiera marcado esos párrafos, ¿qué le decían a mi predecesor en la lectura de este libro? Incluso hallo dentro de este una foto. Leo detrás: “Puerto de la Morcuera”, oct. 97. La letra de varón se percibe ágil, de persona acostumbrada a escribir a mano. Es una familia: una pareja y un par de niños, la chica ya adolescente. La mamá descansa echada boca arriba sobre una piedra, la chica está sentada y meditabunda; el papá, satisfecho, mira al frente tras unos cristales de gafas de sol; y el chaval, en manga corta, luce una camiseta del Real Madrid… ¡el fútbol llega a todas partes! ¿Quiénes serán, por qué venderían el libro, qué habrá sido de ellos? ¿Echarán de menos esta foto perdida? Si fuera así, yo la tengo: ya sé que esta entrada es una nota dentro de una botella en un mar aún más inmenso que el verdadero mar…).

9 de febrero de 2015

Riquer, Borja de, HISTORIA DE ESPAÑA. LA DICTADURA DE FRANCO. VOLUMEN 9.



         


         Me pregunto cuándo podremos contemplar con confianza, con serenidad, sin odio, el tramo histórico que va desde 1931 hasta hoy, por fijar una fecha, sin tener la duda continua de que nos están dando ideología por historia, gato por liebre, medias verdades por verdades. Imposible saber de todo, imposible acceder a todas las fuentes, imposible comprobar todo. ¿De quién fiarnos? Aunque sea el menos común de los sentidos no me queda más remedio que guiarme por el común de los sentidos y en él me dejo caer, y en criterio de los amigos que saben de lo que tanto necesito aprender.
         Quienes somos los nietos de la guerra supimos en nuestras casas las consecuencias de lo vivido en ella por nuestras familias. Los avatares de las familias fueron diversos: rojos y nacionales, fusilados o encarcelados, paseados o escondidos y ocultados, abuelos ejecutados; tíos, primos lejanos exiliados, vencedores y vencidos, prisioneros en un bando u otro, militares y civiles alzados… Casi cuarenta años de paz y silencio que cada quien los sopesó según quiso, pudo o le permitieron. Siempre, insisto, siempre las ferias, como las risas, van por barrios.
         Por diversos motivos que no vienen al caso, o sí, cojo el volumen 9, La dictadura de Franco, de la Historia de España que dirigen Josep Fontana y Ramón Villares y que firma Borja de Riquer. En la línea de lo que escribí en una entrada anterior (Ya no termino de leer todo lo que empiezo) este va a ser el primer libro que dejo en la cuneta sin terminar en esta nueva etapa lectora de mi vida, y conste que llevo leídas sesenta y siete páginas. Nada nuevo bajo el sol, se me antoja, del rencor y la mirada sesgada: no he leído absolutamente nada positivo de esos años en esta obra de ninguno de los actores principales de la historia, ni de ninguno de sus actos: si bueno por fortuna si malo por malicia, torpeza, egoísmo, vicio:
         - Franco era un mal militar, un general mediocre, inculto, visceral, amanerado, cerril, egoísta, codicioso, vengativo…;
         - los distintos gobiernos que se suceden desde el final de guerra, y aun antes de terminar esta, son romos, inútiles, guiados por mantenerse en el poder, resentidos, acomplejados, compuestos por militares, falangistas, extremistas de derechas, opusdeístas… todos ellos a cual más lerdo, negado y nulo;
         - los miembros de la Iglesia española son unos seres oscurantistas y retrógrados, más acomplejados aún, que se alían con el nuevo régimen instaurado, ponen bajo palio al caudillo que lo es por la gracia de Dios, y sacan el incensario para halagar al régimen y sus consecuencias…
         Suma y sigue.
         Me pregunto desde el sentido común porque algo no me encaja:
         ¿Siendo tan romos y torpes, teniendo una situación tan hostil, dentro y fuera de España, sin medios económicos, con deudas, con una población depauperada… cómo sacaron a España adelante quienes la dirigieron?
         ¿Siendo todos ellos, no tantos y tan tontos y, supuestamente, tan listos los demás, cómo siendo estos tantísimos, millones, tuvimos que esperar a que muriera Franco para llegar al paraíso de la transición, a la tierra prometida de la democracia donde todo tendría cumplida y justa solución entre arroyos de leche y miel?
         ¿Si los militares sublevados eran tan torpes, tan lerdos… cómo fue que vencieron en una guerra donde sus enemigos eran tan brillantes, inteligentes y excelentes estrategas…?
         ¿Cómo es posible que siendo Franco tan codicioso, siendo el dueño de España, su familia, hoy, no sea riquísima como lo son las familias de los dictadores al uso –o algunos demócratas de hoy- en tantos países que conocemos y conocimos donde día tras día salen los millones de euros en paraísos fiscales?
         ¿Era lo razonable que los miembros de la Iglesia española que habían sido perseguidos, asesinados, martirizados, masacrados… se pusieran de parte de sus asesinos, de sus verdugos, de sus ejecutores o de quienes les dieron cobijo, seguridad y un regazo seguro donde, al menos, subsistir?
         Lo siento, señores, ni mucho menos es esto lo que esperaba de una obra de esta supuesta calidad. No hallo ecuanimidad razonable. No tiene por qué haber equidad, pero todo no pudo ser como aquí se pinta: repugna al más mínimo sentido común y al más breve de los entendimientos. Es la segunda vez que me topo entre los volúmenes de esta colección con platos intelectuales, irracionales, helados, de difícil digestión para quien no siendo enteradísimo en la materia no está tampoco dispuesto a dejarse catequizar con dudosas ruedas históricas de molinos de viento… Un saludo. Y no volveré a probar fortuna en esta sesgada Historia de España de Fontana y Villares. Sin rencor que cada caminante siga su camino.

5 de febrero de 2015

Don Quijote y Sancho van a la escuela de la mano de la RAE (y V de V)



        
                  A tantos maestros y profesores héroes cotidianos de la escuela.

         El niño no quiere ir donde se le lleva. El verbo EDUCERE lo pone bien a las claras. Del prefijo se infiere el movimiento indeseable de un alguien ajeno que quiere sacar algo y conducir, DUCERE, hacia donde él cree ser lo mejor, pero puede que el niño no lo tenga tan claro. Menos aún hoy cuando la obediencia es vista como una lacra humillante (virtud que el niño desconoce en su casa y de la que abomina en la escuela) y la docilidad (tampoco hoy es virtud, sino que es sentida como sumisión lerda y despreciable frente a lo genuino, lo original, lo espontáneo que al original educando le brota y mana por la animalidad). Pues ahí están los niños caminantes por la Mancha a lomos de los renglones, mientras miran a nuestros héroes…
         La escuela y el instituto, mis queridos académicos, mis queridos gobernantes, mis queridos conciudadanos está como el camarote de los hermanos Marx: no hay cojones quien meta ya más elementos elementales de conocimientos, específicos, más elementales aún, prácticos, o mediopensionistas, teóricos y más chorradas, más caprichos; más niños y más tropa aparcada y apontocada… No cabe más madera ¡y no para que arda y mueva la locomotora!, sino para que arda la máquina en sí con todos dentro. No hay invento, ocurrencia, ingenio o soplapollez que no tenga asiento en el puñetero espacio escolar. Y así los niños debieran salir de la escuela con las reglas de urbanidad aprendidas y asumidas, conocimientos elementales y especiales, teóricos y prácticos, de todo tipo de materias: Física, Química, Teoría literaria, Latín y Griego –en sus cuatro dialectos-, Danza, Música, más Danza –esta vez clásica-, Matemáticas, tres o cuatro idiomas vivos –incluido el catalán-, con la Gramática de la RAE hecha masa de su sangre, la Historia… y todo como el Padrenuestro –que ya nadie se sabe- y así hasta hacerlos excelentes deportistas, personas virtuosas, ciudadanos probos y benéficos, cumplidores de la ley y la Constitución, nuestra señora…, “producir el mayor número de hombres vitalmente perfectos”, que diría Ortega. Y así estamos quienes nos dedicamos a ello: ¡hasta sálvese las partes!, porque ustedes, los académicos, los políticos y los ciudadanos, que tanto saben de la escuela, se acuerdan de ella solo para endilgarle más y más cometidos… DE LOS QUE USTEDES, los padres, los legisladores, los avispados del barrio DEBEN OCUPARSE, y no tanto preocuparse de la escuela y de quien en ella nos estamos dejando, con arte,… el apellido. Con un resultado que los estudios más fiables y solventes muestran con claridad meridiana: el profesorado español cada vez está más hostigado, más humillado, más ofendido, más despreciado, más deprimido y jodido…, más deseoso de abandonar las aulas, ¿o es que no es sabido todo esto?
         Me disgustaría pensar que el trabajo de la RAE no es sino un medio más para allegar fondos y hacer caja para quien sea o lo que sea, que tanto me da; una pura excusa en la que unos y otros se ponen serios y severos, con caras, gestos y palabras de ofendidos…, pero que, en realidad, juegan con espadas de cartón y con infantil actitud echan la culpa a Cervantes y mandan… a don Quijote y a Sancho, ¡cómo no!, ¡a la escuela!; pero, no obstante todo lo arriba escrito, aún quedan en la escuela arrestos, ilusión –y algún quijote- y fuerza para dar cumplida cuenta de lo que dijera el abuelo a nuestro Sancho:

          —¿Qué te parece desto, Sancho? —dijo don Quijote—. ¿Hay encantos que valgan contra la verdadera valentía? Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible.

2 de febrero de 2015

Don Quijote y Sancho van a la escuela de la mano de la RAE (IV de V)



     

         Seguimos, me temo, atascados en el comienzo de esta entrada. ¿Hay alguien que no sepa qué se debe hacer con los niños, las lecturas, con la educación o la formación? ¡En España todos lo sabemos! ¡Hasta algunos académicos! Posiblemente también todos estemos de acuerdo en que el jamón de cerdo ibérico es excelente, que los chuletones de Ávila también lo son, el aceite de Jaén un delirio, que los gambas de Huelva y las quisquillas de Motril son una maravilla, que el vino de Jerez, la manzanilla de Sanlúcar y sus langostinos, el rivera, el valdepeñas y el rioja… y el cocido madrileño… y… ¡son extraordinarios!, pero a nadie, y menos a ningún pediatra, se le ocurriría dar un potito de semejante mescolanza a un bebé porque todos, versados o no, peritos o no, expertos o no, diríamos que eso es un disparate sin acuse de recibo donde se pone en peligro la vida del lactante y, sobre todo, escucharíamos a los expertos conocedores en alimentación, a los pediatras… y todos concluiríamos en que siendo los citados caldos y viandas maravillosos… son inadecuados para la alimentación de bebés. [¿Acaso no alegó la Academia por mano de Ignacio Bosque, y lo comparto de la cruz a la raya, ignorancia supina en la materia en quienes emplean la imbecilidad de los dos géneros al escribir o hablar ignorando que el género no marcado en español es el masculino, a qué viene este matricular el Quijote en la escuela?].
         Poquito a poco vamos llegando, creo, y todo cuanto aquí se escribe no es pura opinión… Vamos al punto sexto. En resumen de lo hasta aquí escrito.

1.     Todos en España sabemos qué conviene y cuándo a nuestros escolares;
2.     El Quijote es una novela de valor excepcional y singular en la literatura universal;
3.     en España no lee el Quijote ni el tato por lo que:
                   a. la Academia ha hecho una adaptación para que se lea en las escuelas;
                   b. en todas las escuelas españolas se debe leer la genial obra de Cervantes, según Pérez Reverte;
4.     No parece haber habido consenso con respecto a esto desde hace siglos y aún hoy no lo hay.

La Academia y los académicos, que no son inmunes a lo que la sociedad percibe, demanda, anhela, apetece…, desde hace también muchas décadas, desean facilitar el acceso a la masa, que diría Ortega, de un supuesto bien del que ni la masa quiere disfrutar ni tiene tragaderas para asumir. El potito que habrán hecho, con toda su buena intención -¿a qué negársela?- comporta la elaboración de un texto accesible, facilito, light, coca-cola sin coca ni cola, café sin cafeína, dulce sin azúcar, ligero, ¿insustancial?, ¿superficial?... ¿Para tontos? ¿Para vagos? ¿Para perezosos? ¿Para quienes aún no tienen la capacidad de asumir lo que se les quiere obligar a leer? Y así don Arturo, que se transmuta en ocasiones en su imaginario capitán Alatriste, se las echa de valentón y no tiene vergüenza -¿o es que tiene una gran experiencia docente?- en afirmar que: “Es una vergüenza que los gobiernos no hayan incluido el Quijote entre las materias obligatorias. Que un alumno pueda pasar por el colegio o el instituto sin haber leído nunca esta obra, es una vergüenza para todos los ministros de Educación y Cultura que ha habido en España", según dijo a Efe. Lo que no deja de ser una sinrazón más desde muchos puntos de vista: ¿por qué tienen que ser los Ministros del ramo los responsables, por qué tiene que ser la escuela el lugar adecuado para la lectura de esa obra, por qué tienen que ser los maestros quienes obliguen a sus alumnos a leer el Quijote? ¿Qué pasa en las casas para que no se lea, para que los cultos papás, los cultos académicos, los cultos lectores de esta gran nación… no pongan a sus vástagos a leer el Quijote, o es que lo prohíbe el undécimo: “No leer el Quijote en casa”?