31 de diciembre de 2013

Fontana, Josep, Historia de España. La época del liberalismo. Volumen 6 (parte I)



  

                                              A don Luis Coronas Tejada.

         Son muchos de ustedes de entre los avisados que visitan este blog quienes me preguntan por mi versatilidad lectora, por mi studiositas en general… Es esta la que me lleva a leer casi de todo cuanto en mis manos cae, aunque siempre intento hacerlo con algún criterio. Vaya esto por delante.
         En este caso se trata de un volumen de historia, que da continuidad a las biografías que leí no hace tanto de Isabel II (dos), de Amadeo de Saboya, de Alfonso XII y de su hijo Alfonso XIII, y que pretendían refrescarme una historia que estudié hace muchos años. Este volumen, y el que le sigue, querían ser un recordatorio –como en las vacunas-, insisto, de lo aprendido hace años y en parte olvidado en sus detalles… Todo ello me lo explicaba don Luis Coronas Tejada, a quien como arriba se ve, dedico con afecto y agradecimiento sus clases.
         En general la historia toda de España por afición y devoción (que es la primera obligación) me la he paseado, con más o menos garbo o detenimiento, algunas veces. No hace tanto anduve dando vueltas por el siglo XVI al que le tengo ley y reconozco que dejé abandonado un tanto el XVIII que, por su petulancia, no me resulta simpático; aunque aseguro que volveré sobre él. En esto de las lecturas, hablado y escrito lo tenemos, las emociones se imponen a veces a los sentimientos y las razones más o menos razonadas o razonables.
         Mi colega y compañero don Joaquín Balbín, siempre de feliz memoria, fue quien me apuntó al historiador catalán, Fontana, a quien no tenía el gusto de haber leído, autor de este volumen y coordinador junto con Ramón Villares de esta colección a la que pertenece este volumen. Me habló de esta colección de libros hace un par de años, quizá, y poco a poco me fui acercando a ella y a los libros de Fontana.
         El XIX es un galimatías de absolutistas, guerras, liberales, republicanos, demócratas, gobiernos de mermados, imbéciles, laicismo, golpes de espadones, místicas monjas, ambiciones, generales a caballo, alguna putísima reina a pie y algún rey consorte bujarrón, heroísmo con tortilla española de patatas y sangre, codiciosos, hijosdeputa, reyes y reinas nefastos, conspiradores, políticos miopes, rencores, dictadores liberales, otro cuarto y mitad de guerra, ladrones, constituciones, curas trabucaires, absolutistas liberados, franceses e ingleses dándonos por donde no debían y nosotros amollados en popa para… En fin. Me temo que en el XIX se gestaron las dos Españas por lo que voy viendo… y no descarto hallar sus raíces, con claridad, y como voy buscando, en el XVIII. Las dos grandes fuerzas, las dos Españas, las que han de helar el corazón a todo español (en versos de Antonio Machado), las Españas que representan no tanto a Caín y a Abel, sino a dos caínes armados, irracionales, absurdos, ridículos, insolidarios, vacuos…, redivivos, reeditados, corregidos, aumentados, tiroteados, vilipendiados… ¡esas dos fuerzas se van cociendo a fuego lento en el XIX para organizar la Gorda en el 36 del XX!
         A medida que voy conociendo más, y con más detalle, la historia de España me pregunto, ¿hubo algún momento dulce y amable en este calvario lleno de cruces de regentes, políticos, reyes… y un pueblo incivil, inculto, visceral donde todos y todo pena? “Miré los muros de la patria mía…” escribió Quevedo, a quien le parecieron “un tiempo fuertes”… pero no sé si se debió tal ilusión a su mala cabeza o a su peor miopía ¿eso cuándo acaeció?, me pregunto, don Francisco.
         Cuando era pequeño aprendí en la Álvarez y en los libros de la época, años 60, que España era un espacio donde sus claros varones alcanzaron de la patria que fuera una unidad de destino en lo universal, ¡que vaya usted a preguntarle a José Antonio y a sus exégetas qué quería decir!  Ahora no tengo tiempo de detenerme al punto en ese perro que al par me ladra. Toda época de la patria era una pieza más en el singular y espléndido mosaico que conformaba esa nación de singular riqueza en todos los ámbitos: económico, industrial, agrario, pesquero… España era concebida como un organismo vivo avocado a ser Europa, a alejarse de África y a ser un Imperio inmarcesible en América. Carlos V me hacía emocionarme, por serlo el I de España: el Emperador… Su niño enlutado, Felipe II, dijo que el sol no se ponía por su reino y tal…, pero, a medida que me fui haciendo mayor y fui aprehendiéndome el cuadro, entraron decididos en él los tonos oscuros, ocres y sanguinolentos que daban equilibrio a tanta fúlgida luz como pusieron en mi infancia, y tanta oscuridad sobrevino que fuime de la mano a los terribles aguafuertes de Goya:

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

26 de diciembre de 2013

López Miñarro, Pedro Ángel, MITOS Y FALSAS CREENCIAS EN LA PRÁCTICA DEPORTIVA



                                                                               
                                                                              A Julio J. Rodríguez       

¿Morirse? No, gracias. Al hombre, ese animal también, estando sano, le repugna la muerte, aunque sea el único animal que se sabe moriturus. Ese instintivo rechazo a la muerte ha llevado al hombre a la búsqueda desesperada por estirar lo más posible el chicle de la vida, por muy penosa y desgraciada que sea la que le tocó vivir. Los sabios alquimistas buscaban la piedra filosofal que, resumiendo, convertiría en oro lo que tocaba ¿y para qué el oro si la vida cesa? Por esto, esa misma piedra daba lugar al elixir de la eterna juventud, a la panacea universal… ¿Morirse? No, gracias.
         La realidad, sin embargo, es muy testaruda. Todos los vivientes mueren. Hoy en el siglo XXI y desde hace ya muchas décadas, el afortunado joven, varón, apuesto, blanco, occidental, “libre”, universitario, con empleo… ¡y atlético! es el modelo, el ideal (también gracias al esfuerzo de todos, la mujer se puede incluir en esos parámetros, aunque la violencia bárbara de tantos brutos atente de forma casi epidémica contra ellas).
         Las calles se pueblan de corredores y andadores que buscan ese ideal, que corren o andan atosigados tras la panacea. Suspiran por un cuerpo que se adecue a los cánones. Los gimnasios están a rebosar de cuerpos que desean parecerse al Discóbolo que desean y anhelan y miran. Somos los gordos…, nuevos marginados de la sociedad: ¿qué puede esperarse de un gordo o una gorda? Hoy por hoy, poco. Está fuera de la línea de salida de todo. Se halla de patas metido en enfermedades sin cuento, con problemas de tallas a la hora de vestir… En realidad, todo gordo, y toda gorda, es un enfermo potencial, un enfermo diagnosticado socialmente, alguien que vive el margen, marginado, marginable. Los hospitales psiquiátricos, las consultas de los psicólogos y psiquiatras se llenan de personas con alteraciones esenciales para seguir una vida “normal”: anorexia, bulimia, obesidad, depresión, autoconcepto dañado, sobrepeso… Dietistas, nutricionistas, neurólogos, biólogos, gordólogos…
         La publicidad de continuo nos recuerda cómo debiéramos ser, pero el espejo nos devuelve la imagen inmisericorde y terrible de la realidad. Nadie se contenta. “Dentro de cien años, todos calvos”, nadie se consuela. Deseamos aproximarnos al modelo, a las modelos, a los cánones de belleza que establecieron ¿quiénes?

Lo siento: no hay pantalones de su talla.
No tenemos tallas grandes, disculpe…

A lo peor alguno de ustedes que siguen con continuidad este blog piense que ya definitivamente no tengo arreglo: que mi diagnóstico no solo implica a mi peso, sino también a la regulación de mis neurotransmisores y mis incapacidades. Diagnóstico fallido. Sigo comentando… libros.
         Mi colega Julio, al hilo de unos comentarios míos y unas preguntas que le hice sobre lo que es el área de su conocimiento, el ejercicio físico y su educación, solucionó el problema del mejor modo: dándome un libro. Contra la ignorancia, la formación. “Primero, lees el libro, y cuando sepas algo… lo hablamos”, impecable el razonamiento y el sentido común del caballero.
         Nunca leí un libro tan general de esta materia. Los había leído sobre deportes concretos y los ejercicios que deben acompañarlos de forma específica. Creo que el título es atractivo. Se ajusta a lo que yo dudaba e ilustra a la perfección al lector, pues la redacción es sencilla y la comprensión fácil.
         Quizá se pueda opinar que el término mito es excesivo para dar título a lo que son meros errores, falsas creencias o sencillamente mentiras calculadas por calculado interés ¿económico? Me da la impresión de que el libro nace de una investigación científica y es un resumen divulgativo que pone al alcance de cualquier fortuna intelectual lo que vamos a dejar en falsas creencias en las prácticas deportivas.
         En cuatro capítulos despacha lo que conforma una religión de la que son adeptos y fervientes creyentes los parroquianos del hambre, el gimnasio y la  moda. Todos los capítulos se encabezan con: Mitos y falsas creencias…
1.     relacionados con la ingestión de sustancias
2.     relacionados con la pérdida de peso
3.     relacionados con la mejora de la forma física
4.     con el ejercicio físico y la salud
Confieso que he hecho deporte durante toda mi vida y lo hice además de forma exigente y con frecuencia de manera inadecuada. En los años del baby boom daban clase de gimnasia profesores voluntariosos en ocasiones y preparados a veces, pero no siempre. Nunca que yo recuerde hice estiramientos antes de correr lo que entonces se llamaba “campo a través” (aún me acuerdo de Mariano Haro que campaba campeón por las Españas), antes de correr los cien metros, antes de iniciar un partido de tenis de mesa… ¿Estiramientos? No, entonces no había ninguna cultura…, pero tampoco hoy la hay.
He querido sugerir con el enunciado de los epígrafes: les aseguro que dentro hallarán por qué no se debe hacer deporte forrado de plásticos, por qué no se debe tomar azúcar para evitar o paliar las agujetas o hacer mil abdominales para perder directamente la panza… porque es inútil; de poca utilidad para el caso sirve correr en las horas de más calor, salvo que se desee ligar bronce o una insolación…
         Obra de misericordia corporal es enseñar a quien no sabe y de bien nacidos el ser agradecidos…, por ello: muchas gracias don Julio.

10 de diciembre de 2013

Valle-Inclán: MARTES DE CARNAVAL: LAS GALAS DEL DIFUNTO. LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA. LA HIJA DEL CAPITÁN. (II)



           Leer a Valle es disponerse a aprender con él en las fuentes vivas del vocabulario variopinto de lo vulgar y lo culto, lo hispánico y el español del otro lado del charco. Asistimos al alumbramiento del vocabulario de la germanía, el verbo barriobajero y marginal, lo tabernario y lo vulgar, junto a términos de jergas, neologismos, palabras que cobran nuevos rebrillos al deformarse o conformarse en contextos dialógicos solo imaginables por el genio y es allí donde la palabra nace y se rehace, cobrando, por su pronunciación deformada, o por su sentido, un significado asombroso, casi mágico.
         Apunto algunas expresiones: “una hembra tan barbi”, que interpreto como un neologismo por acortamiento léxico, derivando barbi, entiendo, de barbiana, es decir: desenvuelta, airosa, gallarda, achulada, arriscada… (En el Diccionario de argot español, de León se puede hallar este término; pero no en el de Delfín Carbonell). “Un kilo de billetaje”, “Estirar el remo”, “aflojar los busilis”. Me hace gracia el oído de Valle que juega con esa expresión que a veces aún hoy, entre quienes menos se espera, se oye: “¡Me es inverosímil!”, dice el ignaro pedante por “Me es indiferente”. Naturaca por naturalmente; aciclonada neologismo derivado del sustantivo ciclón que daría el verbo aciclonar y de este el citado participio: ¡menuda tarasca! “Combina de mucho pote” por combinación, asunto, ocupación de mucha importancia (pote, seguro derivado de postín, palabra derivada del caló o gitano como afirma Corominas y recoge Tineo Rebolledo en su Diccionario Gitano-Español). Cabildear, pendonada, zarandazo, chamelista, mamasita… Maricuela por marica, de por sí, diminutivo de María y por tanto, maricuela… más aún, pues dudo de su origen del español chileno, maricueca. Guinda que es otro acortamiento léxico de guindilla, ‘guardia’, en sentido despectivo. “Una hembra tan de buten”, es decir, ‘Una mujer hermosa’…
         Cruzan por este teatrillo de la España astrosa y ridícula, la España trágica sin tragedia, porque eso es el estafermo que nos retrata Valle de la España de los veinte: la tragedia española no es una tragedia, escribe. Espadones de más o menos estrellas o galones se cruzan por sus páginas, recordemos al capitán Pitito, capitán de los équites municipales; don Friolera, ese teniente tonante y tronado; bohemios, pelmas, toreros, chulos de navaja y con coima, o sin puta ni navaja, organilleros, churreros, taberneros, libreros, camareros, camelistas, trileros, putas distinguidas sin distinción alguna… Es la vida que bulle entre las páginas de Valle.
         Permítame el lector que me alargue por un regalo que deseo hacerle, la reproducción de un par de acotaciones del genio gallego. De suyo estas acotaciones, escritas, leídas, son un espectáculo y un regalo de este modelo estético.
ESCENA CUARTA

         Una rinconada en el café Universal: Espejos, mesas de mármol, rojos divanes. Mampara clandestina. Parejas amarteladas. En torno de un velador, rancho y bullanga, sombrerotes y zamarras: Tiazos del ruedo manchego, meleros, cereros, tratantes en granos. Una señora pensionista y un capellán castrense se saludan de mesa a mesa. Un señorito y un pirante maricuela se recriminan bajo la mirada comprensiva del mozo, prócer, calvo, gran nariz, noble empaque eclesiástico. La SINIBALDA, con mantón de flecos y rasgados andares, penetra en el humo, entre alegres y salaces requiebros de la parroquia. Se acoge al rincón más oscuro y llama al mozo con palmas.

         Entran el andoba del organillo y un vejete muy pulcro, vestido de negro: Afeminados ademanes pedagógicos, una afectada condescendencia de dómine escolástico. El peluquín, los anteojos, el pañuelo que lleva a la garganta y le oculta el blanco de la camisa como un alzacuello, le infligen un carácter santurrón y sospechoso de mandadero de monjas. Le dicen el Sastre Penela. En voz baja conversa, con la Sini. El golfante le muestra una fotografía entre cínico y amurriado.

         ¿Está Valle vivo en el mundo de los lectores?, me pregunto. ¿Qué sería de Valle si Luces de bohemia no fuera lectura aconsejada-obligatoria en tantos distritos universitarios para la selectividad? ¿Si no fuera por Luces qué alumbraría hoy Valle?

         De momento, servidor, ante faenas como estas obras cree que solo resta achantar la mui y hacer mutis por el foro y para más señas, Ruiz Fernández, Ciriaco, El léxico del teatro de Valle Inclán (Ensayo interpretativo), EDICIONES UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, Salamanca, 1981.

3 de diciembre de 2013

Valle-Inclán: MARTES DE CARNAVAL: LAS GALAS DEL DIFUNTO. LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA. LA HIJA DEL CAPITÁN. (I)


          Me reconozco providente y desconfío del azar. Sospecho que la casualidad no existe, pero a lo que voy. A estos textos de Valle que ahora comento, a estos esperpentos vallinclanescos, les debo mucho, aunque quizá de suyo no venga al caso y hago gracia del motivo. Recuerdo haberlos leído hace muchísimos años. En medio me los volví a cruzar, o ellos se me atravesaron, y, en parte, sin exagerar, literalmente, me cambiaron la vida. Tal cual, sin hipérbole andaluza, insisto: quede claro.
         Valle me parece un genio. Me admira su aparente facilidad para escribir, para crear. Cierto que las tres obras reunidas en este volumen de Austral no son lo mejor del gallego, mas sí representativo de lo que fue una creación genial: su esperpento. En las tres obras encontramos esos espacios comunes que Valle conocía bien y explotó lo mejor que pudo -¡y pudo mucho y bien!- desde el punto de vista creativo, estético.

         (¿Habrá alguien –me pregunto- que haya leído en estos últimos años a Julio Casares y su Crítica profana o su Crítica efímera? Ya no recuerdo en cuál de las dos comentaba el sabio políglota cómo Valle no solo plagió a otros autores, sino que se plagiaba a sí mismo, ¿acaso es el colmo del ególatra apurado? Lo ignoro, pero a don Ramón no le importaba maldita la higa, que lejos de cualquier timidez aparatosa y pusilánime, sin cohibirse, publicó otros textos plagiados que se le habían pasado desapercibidos al sabio don Julio y él se los cedía graciosamente como ejemplos de esos sus autoplagios ¡Eximio escritor y extravagante ciudadano!, que lo llamó Primo de Rivera, ese espadón, el dictador).
         Entre Luces de bohemia y La hija del capitán hay siete años de diferencia en sus fechas de edición. Luces se empezó a publicar por entregas en la revista España en el 20 (su versión definitiva, en volumen, es del 24). La Pluma publicó en el 21 Los cuernos de don Friolera, que fue libro en el 25 y El terno del difunto, del 26, quedó titulado como Las galas del difunto en el 30, fecha en que las tres obras se publicaron bajo el título de Martes de carnaval.    Dicen que para gustos, colores, pero se me antoja indiscutible que de entre los cuatro esperpentos, estas tragifarsas, que se dijo, la mejor es Luces de bohemia con diferencia, aunque en las cuatro se halle la factura del genio y la mano –la del brazo derecho- del maestro que conduce el trágico artefacto.
         Los temas que trata son intrascendentes, más en las que hoy comento que en Luces, donde se encuentra España cadáver de cuerpo entero y presente, la de ayer y, ¡ay!, la de hoy, mas espero que no la España del mañana (Machado tampoco fue profeta). De anécdotas sin importancia crea Valle una historia con sus nudos y sus esquinas, todo ello, sin lugar a dudas apoyado en sus personajes, en el lenguaje que estos emplean y en un contexto escénico que les da arropo a su contoneo.
         No me detengo en las historias ni en los personajes de estas tres obras, en esos fantoches al servicio de un titiritero que es su autor, cierto que sombras, fantoches, peleles, pero muy alejados de las figuras nivolescas, pálidamente trágicas, de Unamuno. Me voy derecho al meollo de lo que son estas tres obras, insisto, que se sujetan como los zapateros sobre el agua, casi de modo milagroso, sobre su lenguaje y sus parlamentos, ¡y cómo no!: en sus acotaciones magistrales de las que ahora reproduciré un par de ellas porque no puedo resistirme a mostrarlas para quienes no hayan tenido la fortuna de gustarlas.