Ignoro si es hiperbólico afirmar que
volver a García Márquez es regresar a un mismo tiempo y un mismo espacio. El
lugar, el Caribe, y un tiempo que desconozco cómo denominar: ucrónico,
anacrónico ¿o es sencillamente un tiempo atemporal, intemporal, un tempo sin
tiempo?
Por diversas razones leí tarde a García
Márquez en mi precoz carrera lectora. Me sigue llamando la atención este
escritor más por la limpidez neurótica y eficaz de su prosa que por lo que
cuenta, que tiene mucho, si se me permite la irreverencia metaliteraria, de
simpática sandez. Cierto que no me desagrada el equilibrio entre cómo cuenta y
lo que cuenta. Releo ahora Crónica de una
muerte anunciada porque la pusieron como lectura obligatoria, o sugerida,
para 2º de bachillerato y me parece elección acertada, si bien se me antoje discutible
por qué estudiar a este autor de nuestra lengua, castellana la llama él, en
nuestra Historia de la Literatura patria y etcétera.
Los personajes de G. M. tienen todos,
como los hijos de mi vecino, largas historias sin Historia alguna. Sin fechas
seguras. Hechos situados en lugares inciertos. Sus vidas transcurren en
situaciones equívocas e inexplicables en el fondo, si no es de la somnolencia
producida, parece, por soporíferos y confusos sueños. Los personajes deambulan
en soledad, que no solitarios, entre sus familiares, sus amigos o sus enemigos,
entre los fantasmas vívidos o equívocos de sus antepasados. Van y vienen, pero
siempre bajo un halo de cierto automatismo, como si fueran hijos, nietos y
biznietos de autómatas, de dominguines que se mueven inercialmente tras el
empujón inicial del autor que narra lo que le dictan otros que vieron o
creyeron ver o que él mismo no está seguro de haber visto u oído o quizá todo en
uno y a la vez. Extrañas a la propia realidad, sus figuras de incierta y oscura
presencia, permanecen de continuo, pero desvaídas en un sí es no siendo y
estando.
Todos los espacios descritos los
hallamos nimbados por una capa ambigua de tristeza singular y continua. Entre
un gris y un amarillo caribe caluroso y triste se mueve todo. Los hechos se
suceden fatídicos. Los personajes no eligen, sino que, como a los animales más
elementales, la vida literalmente les sucede, les cae irremediable e
irremisiblemente encima, sin que ellos hagan apenas nada por evitar o llevar a
término el acontecer impuesto. La realidad en que viven los pobladores (figuras,
personajes) de la novelas de G. M. les es indiferente y estos se muestran
indiferentes entremecidos –traídos y llevados- en ella, pero a sabiendas de que
están subyugados, sometidos, obligados y condicionados por ella. El mundo
de G. M. –quizá en esto me recuerda al de Faulkner- se mueve en unas constantes
inamovibles de temperatura, humedad y presión, continuas (en alguna de sus
casas tiene una habitación para escribir donde se da esa realidad con las
constantes de allá, del Caribe, creo que es su mansión mejicana de algún sitio,
con perfume guayaba caribe). Da igual de dónde nos escriba y nos describa, pues
todo en su esquematismo, es parte que pertenece a un mismo lugar, a un mismo y
constante espacio. Los árboles, las calles, las casas son las mismas. El
decorado no varía. ¡Serán las cosas del Caribe!
Oigo hablar a G. M. en una antigua y
larga entrevista. Habla como escribe. Es lógico. Escribe como habla. La lógica
que la sintaxis encierra no puede traicionarse. Paladea lo que afirma, dándole
una trascendencia que me admira. Su simplicidad me desarma. Parte de la
anécdota, del suceso, del chascarrillo casi, haciendo categoría de la anécdota
pues no es ensayista, como alguien escribió, sino novelista y novelista
caribeño.
Su concepción irracional de la creación
literaria está acorde con su concepción absurda del mundo. Dijeron, creo que
sin razón, que la obra de Cervantes, su don Quijote, estaba por encima de su
creador. No siendo manca la comparación, afirmo que en este caso la obra de G.
M. está a más altura que las reflexiones ramplonas y elementales de su creador.
¿Cómo puede ser eso? Me pregunto. ¿No será acaso que su discurso personal fue
siempre por derroteros que no son sino parte de su creación global? Eso siempre
da pábulo al misterio sobre la mística de su creación literaria mil veces
repetidas de las horas, de sus liturgias, de sus rosas amarillas, su máquina de
escribir…
¿De la Crónica de una muerte anunciada? ¡Un comentario mil veces repetido
por anunciado, esperable, tópico, vulgar, común… desgastado! Léala y, si puede,
disfrute.