Hace años que conocía el nombre de
Aurelio Arteta. Adquirí un libro suyo, La
virtud en la mirada, que empecé a leer como un cohete, que me ilusionó y
pensé trabajar a fondo. Llegó un mal momento para cumplir mi plan y se aparcó.
Lo mejor, a veces, es enemigo de lo bueno. Hasta hoy, que no lo he vuelto a
coger. Me mira tristón desde alguna estantería, pero aún no le llegó el
momento.
Ocurrió, sin embargo, que estos Tantos tontos tópicos llegó una tarde,
me puse con él y lo he disfrutado como si de un helado se tratara, poquito a
poco, pero sin cejar en el empeño, por un lado y otro, lápiz en mano: una
anotación, un escaneo, una relectura, un enlace de notas…
Tres partes le hago al libro. Dos su
autor. Edito el índice para que el lector curioso no deje de relamerse tras el
enunciado de tópicos que tantos estúpidos no dejan de repetir de continuo. Fue
Ortega quien dijo que le tocó vivir en una época estúpida y no parece que haya
cambiado el aire del candil. La primera, para mí, con mucho, la más interesante
la conforma el primer gran epígrafe que el autor llamó Bajos de moral. El segundo, Demócratas,
pero no tanto, yo lo dividiría en tres partes o dos como mínimo: una
primera dirigida al gran público a cualquier lector, de tópicos sobre la democracia
en general, y una segunda que dirige al consumo interno del pueblo vasco donde es
Arteta catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad del citado País
(Arteta es navarro, de Sangüesa por más señas, como mi amigo Jesús Mari
Villanueva –excelente caballero donde los haya, excelente pueblo: doy fe-); esta
parte para sus vecinos y sus alumnos se escribe alto y claro sobre el
nacionalismo criminal y etnicista de ETA y en este libro se lee cómo unos han vareado el nogal y otros cogían
nueces (¿les suena la imagen?), no se nombra, pero se habla del PNV… Todo
esto, a estas alturas, con la que se avecina en el País Vasco para sus
elecciones de octubre…, servidor prefiere mirarlo desde aquí.
Arteta desarma los tópicos desde la
inteligencia y el sentido común. Con la evidencia como pico que le ayuda a
cavar en la verdad. Digamos que no necesita elevarse a los grandes de la
Filosofía con mayúscula para deshacer como azucarillos tanta necedad. Algunos
de los grandes son citados: bastones para andar a veces no sobran. No obstante
sí diré que no hay peor ciego que quien no quiere ver y por ello, entiendo, en
el inicio del libro escribe una cita de Norman Manea: “¿Por qué continúas
predicando, si sabes que no puedes cambiar a los malvados?”, le preguntaron a
un rabino. “Para no cambiar yo”, fue su respuesta. Está bien. Te quedarás solo
si hablas de la verdad. Te arrinconarán y tacharán de doctrinario si quieres
buscar lo mejor… y así tomo nota para que se haga el
lector idea de algunos pespuntes con los que cose el profesor Arteta su libro:
Hay mucha sandez no solo grave, sino peligrosa; el relativismo pretende
inundarlo todo desde el nihilismo; todo parece ser opinable y toda opinión
respetable y la verdad no existir especialmente en todo lo político, lo
referido a la polis, todo lo ético y lo moral… ¡opinable!; lo diverso, lo
distinto es valioso per se y de ahí que lo auténtico sea lo natural: por eso es
normal, valioso, natural y respetable peerse en un aula, bostezar, estirarse,
comer, magrearse… ¡es auténtico y diver!;
ni que decir tiene que todo vale, todo tiene igual valor, por eso mismo nada
vale nada, nada es valioso, ni nadie sabe al final a qué atenerse; la búsqueda
de lo mejor, lo unitario, el consenso, el encuentro, el acuerdo es aburrido; el
error, la equivocación, lo malo y lo peor son meros modos particulares de ver,
de hacer, de entender el mundo: un modo que enriquece por eso es maravilloso
dejar a los demás que se equivoquen, que cada uno haga lo que quiera, todo es
respetable, todo es defendible; olvídese de la verdad, que no existe, cada uno
tiene la suya y por tanto viva la diferencia: Busque lo diferente.
Insisto en la estupidez y añado la
pereza, esa actitud acrítica que encasilla al flojo en su ignorancia, en sus
errores o aciertos, en mis verdades o mis necedades, pero no le obliga a debatir ni proponerse mejorar.
¿Qué es eso de mejorar? ¿Es que yo tengo que mejorar qué? No me complique la
vida: estamos bien como estamos. Por favor, sí: soy ignorante, pero no me
moleste. Sé que estoy en el error, pero ¿y lo bien que estoy? ¿Y usted cómo
sabe que está en la verdad? Usted es un doctrinario, un fascista… ¡pobres
andarríos!
Por supuesto el gran argumento de
autoridad es la mayoría. Si a las 12:00
en Londres la mayoría dice que es de
noche, ¡pues será de noche! ¡o será por algo! ¡Si ellos lo dicen! Sobre todo,
si ¿por qué no va a respetar lo que dicen? Allá cada uno con sus opiniones. La verdad
la hacemos a mano alzada: es la dictadura de la mayoría.
Allá cada uno con sus ideas, allá cada
uno con sus valores, sus verdades, sus autenticidades, sus opiniones y sus…
Hay puntos de vista que no comparto con
Arteta. Perfecto. Lo podría discutir con él y supongo –estoy por afirmarlo- que
me aportaría luces en el debate, un debate que no lo eludiríamos ninguno de los
dos, en caso de tener oportunidad. El libro me parece ex-ce-len-te y lo
recomiendo vivamente para quienes quieran quitar algunas telarañas del hueco de
la escalera del trabajo, de casa, del vecindario y de la taberna donde tome
cerveza y de su caletre. Muchas gracias por la luz aportada, profesor Arteta.