26 de abril de 2012

Admirar, compararme, idolatrar, identificarme con... (I).


            Me arremango para vérmelas con la comparación, la identificación, la admiración, la idolatría…
         Todo esto surge de lo escrito por Rafa Ballesteros, ¡que no para de inventar vericuetos para mi camino y mi Prontuario para viajeros! (Sobre el después y otros temas). Comenta Rafa en una de sus entradas del blog de la admiración que suscita el atleta o el deportista y que lleva a la identificación de la afición o la masa con ese concreto personaje. El individuo incompleto, que cada uno somos, el ser indigente, necesitado… se carga con ese otro yo esplendente, de algún modo, dice Rafa, de plenitud. Aquello de lo que carezco, pero que aquel otro a quien admiro tiene me completa, me plenifica… Rafa se plantea si realmente eso me perfecciona… Esa actitud contemplativa, admirativa… ¿a qué me conduce? Peor aún cuando, por lo que sea, el ídolo se viene abajo: falla. Es el ídolo con los pies de barro, El ídolo caído, la película del boxeador encarnado por Kirk Douglas…
         No sin cierto rubor afirmo que tengo en casa más de 600 libros sin leer. Es decir: dispongo de tal cantidad de libros que no seré capaz, salvo cambio de vida, de leer en los años que Dios disponga mi muerte. Son muchos libros y mi tiempo no es el de antes… Uno de los libros que siempre ando a vueltas con él, un libro que incluso, recién comprado, inicié y que se quedó por otras urgencias a medias… es un libro precisamente sobre la admiración, La virtud en la mirada, título sugerentísimo del pensador Aurelio Arteta (ni del libro ni del autor puedo decir apenas nada).
         Rafa, admirar es la traducción positiva y magnánima, del miserable modo de decir envidia sana, envidia buena. No hay envidia buena, como no hay vicio bueno… El vicio, el pecado, la hybris, nunca es bueno. Admirar, sin embargo, no es vicio, sino que engrandece a quien así mira y comporta unas virtudes en quien lo practica en modo alguno desdeñables. Admiro así la belleza, admiro el bien, admiro la verdad… Me regodeo en ellas. El bien, su disfrute, me ayuda a crecer, es actividad felicitaria. Entre la mirada limpia y clara de quien se emboba ante la belleza de una mujer y quien la ensucia con su lujuria hay una distancia que la mujer percibe. Tu amigo Ortega decía que quien ante una mujer guapa no aplaude es un pobre hombre o poco menos, venía a decir. La belleza invita a aplaudir, por supuesto. Una buena acción. Un perfume amable que nos embriaga y nos transporta; un paisaje… Un atleta que corre, tensado como un arco, al borde del agotamiento, los músculos al cien por mil… ¡admirable!
         El fenómeno de las masas estudiado por Spengler y muy particularmente en España por Ortega, con quien tú conversabas últimamente, ha cambiado en el siglo XX el modo de mirar y de admirar. La masa enfervorecida nunca antes vista en esas cantidades de personas, muchas veces animales gregarios, acumulados, enajenados… mira a un líder. Recuerda, Rafa, por un momento los tremebundos discursos de Hitler a esas masas rendidas a sus pies (contaba Vallejo Nájera, creo que el padre, el autor de Locos egregios, que los discursos de Hitler iban creciendo en tono e intensidad hasta literalmente enfervorecer a su auditorio; lo confesaba él, conocedor de la  lengua alemana y que pudo escuchar a través de la radio esos discursos).
         Me temo que esta admiración en el hombre, animal que por social puede caer, y padece, el gregarismo, es mala. La admiración que convierte al admirado en ídolo intocable, en becerro de oro o bronce… cruza la raya de lo deseable.

25 de abril de 2012

Autorrealización / autotrascendencia (y II)


He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.

         Escribió Antonio Machado en sus Soledades. He perdido el pulso de lo que venía escribiendo, y pido perdón al lector de este blog por ello. Abordaba un asunto que veo, por la cantidad de visitas que tuvo, que interesó. Hablaba de la autorrealización frente a la autotrascendencia. Las corrientes que, en apariencia, opuestas debieran ser trenzadas, comprendidas… Maslow y Frankl, escribí… Anduve caminos que me llevaron, y aún por ellos sigo, y ya hablaré de Marañón… En un recodo del camino me encontré con Vargas Llosa y el sueño de su celta: ya escribiré sobre él… Anduve mirando sobre el Zaide, personaje del Lazarillo, del que me envió documentación el doctor Fra -¡muchas gracias!-… El patio de la casa, las macetas, el cambio de tierra… de plantas… me ha llevado su tiempo. Escribí que colgaría una foto de cómo quedó el patio. Y aquí está. No me quedé sesteando en el camino, no perdí el tiempo… Tengo más en la recámara y que me ocupó muchos ratos: un libro nuevo por escribir, un proyecto nuevo por enfocar… Vuelvo, como don Quijote, al camino de este mi costoso y trabajo proyecto que es el Prontuario para viajeros. Vamos allá.


 * * *

         Escribía Frankl que el hombre que está muy pendiente de sí mismo está enfermo. Quien de continuo se mira es porque no tiene un quién en quien mirarse, en quien trascender… La persona que busca denodadamente la felicidad en la felicidad, la plena libertad en sí, el desarrollo absoluto y pleno de su yo… en sí mismo es una persona, por norma, enferma.
         Me cautiva observar cómo los antiguos, los clásicos -¡y justo por eso lo son!- dicen verdades que observan en el mundo de su entorno, en su mundo interior, en las vidas de los demás… y hoy son ratificadas con nombres extrañísimos, a veces, por las neurociencias, los descubrimiento químicos a la sombra de la antropología. Se siente el cobijo seguro del clásico que no se cimbrea, que duda y confirma. ¡Qué hermoso ser y estar inserto en una cultura!
         El hombre es, y así debe aceptarse, como un ser incompleto. Mi amigo Rafa me ha hablado del hombre… incompleto, el hombre… imperfecto…, el hombre… inconcluso, algo así. Ignoro qué consecuencias profundas tiene el uso de una terminología u otra y a qué rama quieren llevarnos (o nos llevan), pero lo cierto es que el hombre busca mejorar y busca perfeccionar su entorno, de ahí la definición de Polo: el hombre como el perfeccionador perfeccionable.
         Me dicen que la autorrealización tiende hacia buscar, parece, un equilibrio psíquico y somático en el hombre, frente a la autotrascedencia que encuentra su sentido fuera del propio hombre. Necesariamente me encuentro impelido al otro, fuera de mí, al mundo exterior… por eso insisto con Kierkegaard que la felicidad es una puerta que abre hacia fuera. Necesito desplegar mi vida, poner mi yo al sol de los demás, al servicio de los demás para ser feliz. Sé que no estoy solo, que no soy solo y, por tanto, tomo sobre mí la responsabilidad de mi existencia, de mi vida y me acerco a las personas y a la realidad que conforma mi libertad. No, no en absoluto me olvido de mí, digamos que me necesito para darme para ser también en los demás. De ahí arranca esa realidad misteriosa de “amar al prójimo como a mí mismo”. Sí, sin duda en el amor se encuentra la clave de la autotrascendencia: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, clave en el recto proceso, por ejemplo, en la obra del novelista español Miguel Delibes. Si la autorrealización conduce hacia un yo exclusivo, cerrado, clausurado, que busca el propio beneficio… ¿qué sentido tiene? ¿Qué sentido cobra este escrito, por ejemplo?
         Recomiendo, hoy, Día del Libro, una obra de Frankl que está al alcance de cualquiera… El hombre en busca de sentido. Este puede ser un buen libro para seguir viaje.

24 de abril de 2012

Gracias por no enviarme artículos con moralina de Antonio Muñoz Molina (y III)


           Repite MM en sus artículos los viejos tópicos de una izquierda atascada en las lecturas reiterativas, manidas, anquilosadas… de sus propios santones. Muñoz Molina me recuerda a la Facultad de letras de Graná, donde enseñan los amigos de MM, decía y me escribía Miguel d’Ors, posiblemente sea la única facultad de todo Occidente donde había en un despacho una foto del Che… ¡qué atraso! Ahora tendrán colgado un hermoso retrato de Kim Jong Un. La limpieza de sangre, por ejemplo, no nace con la Contrarreforma y así, el señor académico, Muñoz Molina, bien podría leer a mi paisano el doctor Coronas Tejada que de ello sabe un pico largo y ha dedicado a ello más de media vida; lea MM a Henry Kamen… Qué vulgaridad de la izquierda la generalización sobre la culpa a los curas y los frailes y a la Iglesia… “Madre, coco”, “La serpiente me engañó y comí”. Que rebusque Muñoz Molina el origen del individualismo que se expande en el siglo XI y que tanto daño hace en la era que se avecinaba y a la Iglesia a la que él tanto critica…, aun cuando en la propia Iglesia se criticara con firmeza, con más firmeza y conocimiento, eso que entonces sucedía y que, al no evitarse, trajo barrizales de aquellos lodos. ¡Qué hastío recibir clases de ética, de moral, de qué… de quienes siguen echándole la culpa a la Serpiente, al Coco, a Felipe II, a la Inquisición, a los curas…! Es hora de despertar, señor Muñoz Molina. Se publicitan tópicos inexactos, se da pábulo a medias verdades, se airea lo que otros nos contaron en nuestra juventud y aún hoy lo repetimos… La culpa es de los otros… Sí, lo escribió Sartre… el infierno siempre son los otros.
         Él, tanta preocupación como muestra por nuestro despertar, tan vívido su pensamiento, tan fresco, tan descansado. Un antiguo alumno mío quiso visitarlo y charlar con él un momento en Nueva York. Lo fue a buscar al Cervantes de la Gran Urbe yanqui, mas fue imposible. No estaba, es decir, estaba, pero no para cualquiera. Mi alumno, un hombre hecho y derecho, allí en Nueva York, cerca de quien pensó un colega cordial, abierto, campechano, amigo del pueblo… lo recibiría a él con sumo gusto, con agrado… Estaba quien durante años y años se envolvió en la bandera de la izquierda para SER como medio identitario de quien se envuelve en la bandera para identificarse, para ser identificado, para ser identificable. Era el paisano, Muñoz Molina, el muchacho de Úbeda, el funcionario que fue del Ayuntamiento, ¿o no es ese? Nosotros, los de entonces… ¿Nos cambió la actitud el tener, mas el ser es lábil, la carne flaca…?
         Sí, estoy de acuerdo con el pensamiento general que el actual Muñoz Molina vuelca en los escritos que me envían. Ha echado agua a su actitud de no hace tanto y movida por la ignorancia, según él mismo, inoculada por otros. Ahora… desde que dio el salto, legítimo absolutamente, los Estados Unidos no son tan ¿repelentes?… Ahora él vive, no sé si en este momento aún, del erario público en el Instituto Cervantes de Nueva York… ¡no está mal, compañero! Seguro que está allí por méritos propios acreditados en ignoro dónde y cómo, pero seguro que de sobra los tiene o, al menos, tantos como pudiera tenerlos otro quídam allí puesto por la misma causa, desde la misma palanca del poder: “Madre, coco”. Pero Cuba aún existe y en ella periodistas que ni siquiera pueden respirar al aire libre… ¡Hay que escribirlo todo! Uno tiene que decirle a los amigos, se llamen Salman o como sea, que no se puede meter el dedo impunemente en el ojo del otro en nombre de la libertad de expresión propia y no esperar reacción alguna del recién entortado. La libertad de expresión no da cabida a la ofensa gratuita. ¡Y vive Dios que no justifico al violento!
         Cierto: la libertad, lo he escrito alguna vez, como la brenca y su familia, es bicho delicado… La libertad sin verdad no llega nunca a nada. La realidad hay que tomarla enterita, como es… Imposible trabajar desde el idealismo, sea cartesiano, o hegeliano… o neoyorquino. La realidad es tozuda, terca como mula, dura como brocal de pozo y quien no la quiera ver así seguirá haciendo malabarismos entre la libertad, Marx, Fidel Castro, una rica cuenta corriente, la verdad, las medias verdades, la mentira y la vacua grandilocuencia de la sombra que dan los grandes rascacielos de ninguna parte a quienes se arriman al sol que más calienta. En el fondo, incluso, con temor me escribo: ¿Y qué les importará la verdad a tantos que recitan a Góngora? ¡Ande yo caliente…!
         Un viejo militante del PCE, un tipo listo y cínico como él solo, que no perdió nunca la oportunidad de aprovecharse para su propio coleto de todo aquello que pudo, me dijo una vez, hace muchos años: No te dejes corregir por cualquiera. 
        
         Pues eso, que por todo ello, escrito sin acritud y con perdón: muchas gracias por no enviarme más artículos de Muñoz Molina dando clases de ética.

23 de abril de 2012

Dos artículos de Antonio Muñoz Molina (II)


         Cuenta el Génesis, y lo pueden comprobar, que andaba Dios buscando a  Adán y tuvo el hombre miedo porque estaba desnudo, y se ocultó. Dios que ya sabía la causa, quiso, sin embargo, como Padre que es, escuchar a su criatura. Poco a poco se desarrolla la escena. Dios le pregunta cómo supo que estaba desnudo, no le pregunta quién le dio de comer del árbol, pero Adán se dio cuenta de que el mazazo de la responsabilidad recaía sobre él, y se excusó: había comido porque la mujer, es decir, Eva, le había ofrecido. Adán pretendía descargar si no toda la responsabilidad sí, al menos, una poquita en su compañera. Eva, visto el panorama, sintiendo que se había equivocado, que le caía una responsabilidad que era cierta, decidió sacudirse también ella una poquita, tal y como hizo Adán, y le contó al Señor que la Serpiente, en fin, le había contado, le había dicho y que ella… La Serpiente…
         En el fondo Eva y Adán comen porque desean ser como dioses. Se dejan engañar porque el brillo del poder, los destellos de las apariencias, del saber, del conocimiento, de… les ciegan. Es humano. También es muy humano, pero de una humanidad infantil, inmadura, adolescente, el culpar a otros. La responsabilidad no se corresponde con la libertad que reclamamos, que exigimos, muy particularmente, para nosotros.
         La actitud de Adán, la de Eva, esa actitud pueril, resello de todo adolescente, lo encuentro en su artículo sobre la libertad de Muñoz Molina. MM. hasta hace cuatro días ha sido marxista, posiblemente aún lo sea. Ignoro si en algún texto, Muñoz Molina ha explicado, con detalle, la evolución de su pensamiento. Ignoro si tendría que hacerlo o podría hacerlo. El párrafo para mí no tiene desperdicio: “En mi primera juventud a mí me enfurecía la falta de libertad de expresión en la España de Franco o en el Chile de Pinochet, pero extrañamente esa misma libertad no la veía necesaria en China o en Cuba. Esa doble vara de medir la había aprendido de la intelectualidad europea, y de sus derivados españoles, que se caracterizaba por un curioso sentido geográfico de las libertades: en los países donde ellos vivían las consideraban imprescindibles, y hasta insuficientes. Pero a medida que aumentaba la distancia geográfica o variaba la temperatura se iban volviendo progresivamente más comprensivos con los abusos que para sí mismos nunca habrían aceptado”. Lo que es tanto como para contestarle: “Usted aprendió lo que quiso, de quien quiso, como quiso… Usted, con Cervantes, se lo digo…, Tú mismo te has forjado tu ventura…”. Aún en su artículo sobre la libertad, al que pertenece el texto citado sigue MM sosteniéndola y no enmendándola. ¿Son ciegos quienes me envían los artículos o quizá no miraron o también a ellos les cegaron en su juventud? Porque no hay peor ciego… El hermanastro del Lazarillo, al ver, a su papá se asustó el pobrete por ver a su padre negro y a su madre le dijo aquello de “Madre, coco”. Se queja de nuevo Muñoz Molina de la falta de libertad de Rushdie… y de tal periodista en tal nación y cita: Ecuador, Argentina… Tiene razón Muñoz Molina, pero no dice toda la verdad: qué fácil le era al niño asustarse del padre negro, siéndolo él también y no viéndose. Una vez más MM olvida en ese mismo artículo que la libertad no es divisible y sea donde fuera allá donde se conculque es una quiebra para todos. Muñoz Molina vuelve a olvidarse de Cuba: no cita como espacios de opresión ni Cuba ni Venezuela, tan cercarnos, a los países nombrados… Son resabios del pasado, de lo aprendido en su primera juventud y que aún alienta en el fondo de su pensamiento. ¡Qué bueno Fidel, compañero! Ser tendencioso es trenzar con los propios espartillos la pleita para que dé la cara que nosotros deseamos… Se me antoja improcedente recibir lecciones sobre la libertad de MM (hoy mientras escribo se notifica que en marzo de 2012 se detuvieron en Cuba al menos 1.158 opositores cubanos fueron detenidos por motivos políticos).
         “Madre, coco”, dice el niño mestizo. “Hideputa”, pues tal era, le contesta su padre no sin cierta enorme ironía. La libertad, no lo dice Muñoz Molina –me temo que no se atreve porque no cree en ella- no puede vivir sin la verdad. Cierto que estoy de acuerdo en el fondo de lo que escribe en sus artículos que tan fervorosa y cándidamente me envían y reenvían… La libertad más frágil y Hora de despertar. Tendrán que despertar quienes, como él, estuvieron dormidos y participaron en los nefastos fastos a los que hace referencia en su segundo artículo… ¡Qué fácil ver la viga en el ojo ajeno! “Madre, coco”. ¿Por qué llama él al despertar de la ciudadanía? ¿Acaso porque está despierto, porque está en Nueva York, o porque él es… distinto, el mismo altivo que conocí hace tantos años? Creo que quien debe despertarse y arrumbar ese pensamiento inútil de corte marxista es él. Cuando se dio la cara para una formación marxista, como es IU, ¿no habrá que dar la cara para desdecirse donde se dijo Diego? Cierto que la verdad lo es la diga quien lo diga… y, por tanto, también la puede decir cualquier Muñoz Molina, mas, ¿qué peso tiene en sus teclas si con una mano parece defender la libertad y con otra defiende los países y las ideologías que la sojuzgan? ¿Qué peso tiene en sus teclas su despertar si él vive una madurez dorada en Nueva York y en el Instituto Cervantes mientras los cubanos siguen encadenados por su amigo Fidel?

                                                                                                                                       …/…

21 de abril de 2012

Dos artículos de Antonio Muñoz Molina (I).


       De unas fechas a esta parte, con frecuencia, me llegan al buzón del correo electrónico un par de artículos escritos por Antonio Muñoz Molina: Hora de despertar y La libertad más frágil. En el primero, el autor hace una llamada, como la hecha por Manrique con la sana intención de que los españoles tomemos conciencia de la situación en que estamos: Avive el seso y despierte. En el segundo artículo lo que hace MM es una defensa de la libertad. Este par de artículos tienen el fondo de sensatez que dan la experiencia y los años. Los escritos como tales están a la altura del excelente escritor que siempre fue Muñoz Molina, a quien empecé a leer en el Cultural de ABC de los años ochenta, quizá. Perdón si no doy con las fechas exactas, pero es que me han cerrado, como a don Quijote, la puerta donde podría comprobarlo y no han sido ni los encantadores, ni mi sobrina ni mi ama de llaves: han sido los albañiles…
         No obstante –y me dirijo a los remitentes- no tengo entre las personas que puedan dar lecciones en estas materias a MM. Me temo que mis remitentes lo hacen con la mejor intención, pero desconocen la trayectoria del escritor.
         Por muchas razones, bien podría decir que tendría, para tenerle a Muñoz Molina, verdadero y vivo afecto y admiración. Pronto supe, hace muchos años, entonces un muchacho, que era paisano, conocido de amigos y amigo de conocidos que llegaba tan lejos, en principio, como el Lazarillo, con sus solas fuerzas y a base de mucho escribir y pulir lo escrito: desde muy abajo a base de estudio y valor y de su valerse personal ascendió... Mas no es así; no le tengo en alta estima. Lo siento. Desde que lo escuché por primera vez, Muñoz Molina no tenía en absoluto el habla de Úbeda y, me temo, para entonces no era el muchacho sencillo y tímido, que me dicen que fue en los Salesianos. Su habla era como de otros pueblos… de Graná, en concreto, y esto carece de importancia, pero su actitud era la típica que se les achaca a quienes son de allí. Esa actitud la padecía en mi infancia y desde entonces le tengo harto despego: me produce desprecio su jactancia, su confundido sentido de superioridad, su vanidad… (su malafollá). Desde la primera vez, y todas las siguientes, siempre que lo oí… MM, para mí, era un granaíno con muchas vocales…, con todo el mérito que se le desee atribuir, mas no con tanto como él creía atesorar. Si antes se me antojó que iba a caballo, con toda la carga que a esto le da Sabina, pronto cabalgó a sillón, el que ocupó en la Docta Casa, siendo, creo, el académico más joven que había alcanzado condición tal. Lo escribió Unamuno: el gran negocio del mundo es comprar a la gente por lo que vale y venderla por lo que cree valer.

                                                                                                                   …/…

8 de abril de 2012

ANTONIO MACHADO Y BAEZA A TRAVÉS DE LA CRÍTICA, Antonio Chicharro (Ed.). II


Y Baeza entre la niebla.
         Hechos los prolegómenos del libro. Me centro ahora un poquito en lo que el lector puede hallar en él…
         El título, sin duda sitúa perfectamente al lector, pues los artículos seleccionados por Antonio Chicharro son aquellos que hace referencia cuasi directa y exclusiva al paso del poeta sevillano por el pueblo del coordinador de la obra, Baeza, porque los Chicharro son baezanos y lo llevan a gala (Dámaso hizo la tesis sobre Alonso de Bonilla, poeta baezano, y adelantado conceptista en nuestro Barroco, poeta que vivió en la etapa de la Contrarreforma).
         Los baezanos yo bien lo sabía por don Alfonso Sancho hacían gala del paso del poeta por su pueblo, pero ponían sordina al rechazo del poeta al pueblo. El pueblo de Baeza, cuando Machado llega a él, el 1 de noviembre de 1912, era lo que el poeta dirá, un “poblachón moruno”. Baeza se le antoja al poeta el final del mundo, pensó quizá que era lo último que hubiera deseado –él no eligió Baeza, sino que fue lo primero que le ofrecieron como cambio a la Soria donde acababa de morir su mujer y él quería dejar atrás, lejos, lo antes posible-. Leí después la carta que le escribió Machado a Unamuno, famosa, en 1913 diciéndole del pueblo… Nada de todo esto aporta nada nuevo para mí. El poeta abandona el pueblo en octubre de 1919, siete años por tanto pasa Machado en Baeza. Llegó en mala hora, pobre poeta triste, cansado, pensativo y viejo… con una depresión enorme. Se marcha Machado curada el alma, con una buena gavilla de poemas, feliz, tras varios intentos por marcharse, camino de Soria, cerca ya del Madrid que ansiaba.
         Escribió Dámaso Alonso que Machado se agostó en Baeza. Es posible. Machado tras su paso por el pueblo giennense se volverá un poeta seco, recortado, sentencioso. Su poesía carecerá ya del tono íntimo, de la exaltación de lo insignificante hermoseado por la mirada amable del poeta. El mundo se volverá adusto para el sevillano tras su paso por Baeza.
         Es curioso que siempre supe que Machado llevaba garrota, pero pensé que era un motivo, digamos, más estético, algo de la moda, que necesario en el poeta. Había leído, por supuesto, lo escrito por Alcalá Laínez sobre Machado, que en el libro de Chicharro se reproduce también, ¡y no caí en que no era estética, sino necesidad de cojo! Machado era algo cojo… Lo ignoraba.
         Tampoco sabía que, la hija del director de instituto de Baeza, hizo sus pinitos, digamos, en torno al profesor-poeta-recién enviudado. Lo ignoraba. No parece, sin embargo, por lo que ahí se dice que Machado, con una depresión que le duró años, estuviera mucho por la labor de atender a esta señorita.
         Se repiten innumerables veces en los artículos seleccionados sus paseos, su modo de vestir, la tertulia de Almazán y quiénes asistían, las pobres clases que impartía, sus compasivas calificaciones –nunca suspendía a nadie-, sus paseos a Úbeda andando desde Baeza, su contemplación de los olivos y los montes sentado en la muralla de Baeza, su excursión a Cazorla, la llegada de Domínguez Berruete con Federico a Baeza…
         Decía don Alfonso que era extraño, y ciertamente no he leído comentario aclaratorio al respecto, que en la poesía del sevillano no están presentes ciudades tan hermosas como lo son en las que vivió. Recuerdo que don Alfonso decía Soria, Baeza y Segovia… Con mis años, quizá con impertinencia, añado yo ¡y París! ¿¡Y París, don Alfonso!? La ciudad de la luz no merece un mal poema del poeta sevillano. ¿Qué sabemos del paso de Machado por París? Perdón por alejarme: Sabemos que salió de prisa y corriendo con su hermano Manuel y que trabajó, como tantos otros, en la editorial Garnier, por cuatro perras… ¿pero qué hacía allí? ¿Cómo vivió allí?... Sobre esto solo he leído generalidades. Por segunda vez, becado, casado, se marcha Antonio a París; va con Leonor… ¿pero y qué hacen allí? Ella enferma, cierto… Antonio asiste a las clases de Bédier, de Bergson… ¿Y qué más hacía? No pasearon sus jardines… ¿Qué hay de la ciudad tildada de la luz? Nada. No conozco ningún poema de Machado sobre París.
         Baeza, Soria… los campos, los olivares, los olmos, los encinares, violetas, margaritas, un hombre siempre lejano cruza, un labriego, un pastor, un cazador de luenga capa… Las ciudades, sus monumentos quedan en esquemas. La Institución Libre de Enseñanza, es cierto…, enseñó el Guadarrama a sus alumnos, pero también el Prado, la arquitectura… Da la impresión de que Machado no se siente atraído por la belleza de los edificios y, sin embargo, ante una pequeña margarita, un chopo, un álamo, un jilguerillo se extasía el poeta sevillano… ¡Ah, Sevilla! Sí, Sevilla sí le resulta atractiva el poeta en su recuerdo, mas después, Sevilla, sin sevillanos… (¡y las quejas al poeta!).
         Mis felicitaciones para Antonio Chicharro. Es cierto que se repiten ideas en distintos de los artículos elegidos: inevitable. Que en la selección hay autores de gran altura intelectual, autoridades en la materia… y otros que no lo son tanto o no lo son en absoluto, pero… que ahí están: inevitable. He pasado unos ratos amables recorriendo poemas de Machado al hilo de Baeza, en la presencia de amigos ya fallecidos -¡pobre mi Juan Ruiz!- y de amigos vivos y felices -¡Pepe Martínez, Diego Orzáez, Fernando Rodrigo!-…
         Cierro el libro y se queda Baeza de nuevo extasiada, ensimismada, dormitando entre sus nieblas, sus panis, sus escudos, sus brillos opacados por una realidad que no miente, que no engaña… Nido real de gavilanes
Guimar.

5 de abril de 2012

ANTONIO MACHADO Y BAEZA A TRAVÉS DE LA CRÍTICA, Antonio Chicharro (Ed.). I


Leonor.
         Machado, Antonio, fue para mí, durante años el poeta por antonomasia. Mi maestro, don Alfonso Sancho, se lo sabía de pe a pa. Lo recitaba de memoria y lo contaba de lujo. Fue el primer poeta que leí en mi vida. Fueron los primeros poemas que medité con cierto asombro, desde la estrechez oscura que da la ignorancia. ¿Quién era este hombre? Don Alfonso contaba su vida sin necesidad de papeles: rara vez llevaba él papeles en sus explicaciones que las solía hacer a pulso, de memoria, con su deje de voz característico: entonces lo profesores podían fumar en el aula y él lo hacía, fumaba Ducados. Entre versos, siempre llegábamos al decepcionante amor de Guiomar: para mí Leonor, la esposa-niña del poeta, era la verdadera, el amor impar de Machado. Guiomar vino a ensuciar es amor excelso del poeta, con su niña, cogida de la mano, en una Soria fría, de álamos, de cerros cenicientos, de pequeñas flores, raídos encinares, violetas y siempre el Duero trazando su curva de ballesta… y en los últimos años el poeta empujando el carrito con su esposa enferma.
         Machado, Antonio, no escondía gran cosa para el bachiller que fui. Lo había leído con fruición. Mi maestro me lo enseñó. Luego leí biografías, releí sus poemas, los comenté muchas veces muchísimos de ellos… “Si está en el libro no lo aprendas de memoria”, o algo así me dijo don Alfonso, y no sé si no trozos, sólo trozos de poemas de memoria. Leí muchas monografías, artículos sueltos… y ya un tanto harto de Machado, un día Pedro Antonio Urbina, el poeta, el novelista, me dio otra perspectiva que nunca vi antes, que no pensé antes. Me volví sobre Machado, Manuel, sobre quien trabajo Miguel d’Ors; me volví sobre Juan Ramón, el poeta neurótico de Moguer, con su Zenobia y su Nobel…
        El otro día, por casualidad, me regaló el magnífico impresor de Doble A, Andrés Moreno, excelente persona también, un libro que tenía en una estantería. No conocía el libro: Antonio Machado y Baeza a través de la crítica, coordinado por Antonio Chicharro. Los Chicharro, digamos, en el distrito universitario que fue de Granada eran muy conocidos. No lo fueron menos después en el distrito de Jaén. Dámaso le dio clase a medio mundo en el Instituto Femenino, su hermano en Baeza, otro de sus hermanos en la Facultad de Filología… Estudiosos, concienzudos, lectores atentos de lo clásico y lo recién editado, eruditos… Me resultó atractivo y acepté con agrado un libro así (¡la verdad es que cualquier libro, casi, lo acepto con ese agrado!).
         El libro, como el propio coordinador advierte, emula a una colección a la que le tengo cariño, que desaparecería, supongo, pero de la que tengo muchos libros en casa. La colección era de la editorial Taurus y la colección se titulaba El escritor y la crítica. En esta misma colección hay una obra coordinada por Ricardo Gullón sobre Antonio Machado, Aurora de Albornoz coordina la de Juan Ramón, Gonzalo Sobejano la de Baroja… Quevedo, García Márquez… Eran estos libros muy singulares, pues ponían al alcance del lector, universitario en mi caso entonces, una serie de artículos que iluminaban ciertos aspectos de los autores y sus obras que no se hallaban en los manuales al uso… Luego se editaron los manuales de la Historia y crítica de la literatura española, coordinados por Francisco Rico, de editorial Crítica, que hacían algo parecido… ¡y ya me voy perdiendo! Que el libro que coordinaba Antonio Chicharro seguía la estela de todo esto, y era una 3ª edición nuevamente corregida y aumentada de 2009.
        El libro, como hecho por Andrés, está pulcramente editado. Una portada de mi conocido David Padilla con un retrato de un Machado aún joven. Excelente papel, separación entre líneas… Hermoso libro, sin duda.

3 de abril de 2012

Ley del más débil, André Lapied



         Termino de leer la Ley del más débil. Genealogía de lo políticamente correcto. Esperaba más del libro y, como no estoy seguro de hacer la crítica de la obra de forma excelente, envío al lector a otra donde, la de esta obra, se completa con el de otras y tendrá una visión mejor y más amplia del asunto (http://www.revistadelibros.com/articulos/animal-grotesco-pero-feroz).
         El libro de Lapied, salvo en planteamientos de más hondo recorrido, es un cúmulo de asertos asentados en el sentido común de cualquiera que sea capaz de salir del bosque para ver los árboles. Partiendo de raíces nietzscheanas el autor aborda el tan manido planteamiento de lo políticamente correcto que todo lo inunda. El autor quiere saber qué hay detrás de estos planteamientos y creo que no termina de cerrar el cercado como lo han hecho otros autores. El origen lo podemos encontrar en la Escuela de Frankfurt y más concretamente en el pensamiento de Horkheimer. Será en a mediados del siglo pasado cuando la idea de la corrección política se vaya extendiendo como una mancha de aceite sin que, en muchos casos, se calase en la filiación y en sentido último que tiene este montaje de unos pocos que termina por afectarnos a todos y a casi todo.
         Digamos que lo políticamente correcto parte de que todo lo débil es bueno y justo, por el hecho de ser débil y por tanto es necesario y conveniente, y mandamiento de lo políticamente correcto, proteger especialmente lo débil. Todo cuanto pueda caer bajo este epígrafe es positivo, pues el magma que calienta lo políticamente correcto así lo manda: los animales en general, las mujeres, los niños, los pueblos pequeños, las etnias perdidas… Si es débil es bueno. En esta línea roqueña de defensa se agrupa, insisto, a los desvalidos, pequeños, indefensos, desamparados, huérfanos… al pueblo judío, los homosexuales… Si a comienzos de los 70, para Fritz Schumacher Lo pequeño es hermoso, para lo políticamente correcto, lo pequeño debe ser defendido porque es naturalmente bueno y justo.
         Ni que decir tiene que todo cuanto se oponga a lo débil y pequeño es malo. Así lo masculino, el poderoso, los países ricos, las personas acaudaladas, el empresario… son malos. Ellos ejercen la fuerza contra el débil y se aprovechan de él. ¿Cómo puede ser bueno quien tiene un trabajo, gana dinero, etc.? Seguro que alcanzó esa cota aprovechándose de los inferiores y no permitiendo que éstos progresaran, mejoraran, etc. y, por tanto, todos y principalmente este poderosos deben proteger a quien igual fue indolente, perezoso, vago, sinvergüenza, maleante… ¡pobrecito!
         Una segunda línea de defensa que viste lo políticamente correcto se instala en el altozano de lo gregario. Lo individual es malo. Lo colectivo bueno. La manada es buena, el cercado bueno, el grupo bueno… Lo individual, particular, específico, concreto… ¡eso es malo! Nada de pensar por usted mismo: ya nos ocupamos nosotros de ello. Nosotros, otros dioses platónicos, nos encargamos de poner nombre a todo. Por favor, sea manso, dócil, obediente… ¿a usted quien le ha mandado pensar por usted mismo? ¡¡Qué barbaridad!! Además insisto: conviene que usted aprenda a nombrar la realidad de nuevo, a ponerle nombre a cuanto le rodea. Además, no se preocupe, usted no es responsable de nada: es la sociedad, es la circunstancia, es la calle, el colegio, los grandes, los poderosos, el Estado, el Sistema…
         Ya situados todos juntos, visto que todo es igual… pues desaparecen los valores: todo vale lo mismo. Donde todo vale, donde todo vale igual… es porque todo, con perdón es inútil, infecundo, infructuoso… ¡Nada vale nada! Todo es intercambiable, está sujeto a la opinión (por supuesto mi opinión es tan válida como la que más hablemos de lo que hablemos). Todos sabemos de todo.
         Concluyo: Cuando he escrito, con más detalle, con ironía y sorna lo pone en solfa el profesor francés, André Lapied. Añado: parece que me ha sido de más grata lectura y aprovechamiento la obra de lo que había creído al comenzar la crítica, ¡qué cosas Amanda!

        

1 de abril de 2012

Pereira deja de sostener...

Sostiene Pereira.
         Muere la gente desconocida y lo ignoramos. Mueren los conocidos, los amigos, los familiares…, seres queridos y no nos da tiempo a despedirnos de ellos-. “Que tenemos que hablar de muchas cosas” y se queda todo cortocircuitado, y la vida amputada, y la realidad toda truncada, como a medias, con la palabra en la boca.
         Ha muerto Antonio Tabucchi, ha empezado su despedida Aurora Conde… No sabía demasiado de él. Lo conocí por medio de las críticas a sus libros que salieron en el ABC, ya no recuerdo, si literario o cultural… En la biblioteca de mi casa están encuadernados, amarillentos: no es hora de bajar a mirarlos (siempre que  bajo a mirar uno de esos muchos tomos que encuaderné en rojo, me pierdo: son tantas las críticas y los críticos a quienes leí, de quienes aprendí qué hacer o no hacer y cómo…, que me quedo prendido en otras páginas y a veces no recuerdo, siquiera, qué buscaba).
         Leí los libros portugueses de este profesor italiano enamorado de Lisboa y de Pessoa, de Portugal. Leí sus novelas, algunos de sus cuentos, algunos de sus artículos. A lo peor me equivoco, pero me pareció una persona entrañable, amable.
          Siento vivamente su pérdida. No quería escribir nada sobre ello. Me despido cada vez más de más personas que me son próximas y esto deja un poso de otoño oscuro y lluvioso, denso de nubes y prieto de viento… ¡Qué desolada queda el alma ante la muerte!
         He leído este comentario de Aurora Conde, a quien no conozco, ni recuerdo haber leído nada. Me parece una buena despedida y a ella, en mi asombro, me sumo con afecto y le agradezco que sea ella quien despida al conocido, al amigo… No duden en visitar esta columna… Me parece excelente. Gracias, doña Aurora. 
Antonio Tabucchi.