29 de diciembre de 2011

(Charlie-salida- 28). Cuando el amor no era verdadero amor.


Corazón destrozado por error o sin error.

         Ha brotado, ha prendido el amor. Se inicia un proceso de relación posible y posibilitante, absolutamente ilusionante. Han pasado unas semanas, unos días, unos meses, incluso unos años… ¡y todo se lo llevó la trampa! Lo que parecía no era. Lo que un día creímos un recio amor esponsal, tras un proceso necesario de conocimiento y noviazgo, resultó imposible. Hemos descubierto que hay, ahora sí, razones de peso que impiden nuestro amor… Puede que nos hallamos equivocado incluso más allá de nuestro noviazgo: creímos tener fuerza para todo, que nuestro amor lo podría todo… pecamos de ignorantes, de ilusos, de ciegos por el amor…
         ¿Por qué comprendo con tanta facilidad al amigo o a la amiga y me cuesta entender a la mujer a quien amo? ¿Por qué el amigo o la amiga me entienden a la primera y sin desacuerdo ni roce y, sin embargo, mi esposa ni me comprende ni hay...? No te parece curioso... Entiendo que existen dos elementos distintos en esas relaciones de las que hablamos: el cambio de sexo de quienes hablan y un amor de distinta naturaleza entre ellos. Hay en el amor esponsal que promueve un afán de apropiación, de posesión... que deforma mucho la realidad y el modo de percibirla, abordarla, comprenderla, explicarla... Ya te he comentado que el amor esponsal tiene que pasearse por el amor de benevolencia –propio de los amigos-, pero se ve que el paseo no es fácil.
         El amor que pone límites, que pone cercas es amor con ganga. El amor que pretenden nadar y guardar la ropa es peltre, apariencia, mas no plata. Qué diferencia, sin embargo, a ese amor que nos hace revivir, movernos en una primavera vivificadora, cargada de ilusión. Se busca por el conocimiento la verdad profunda del otro, que es aceptado en su mismidad: tú no morirás, le dice el amante a la persona amada. Toda la circunstancia se tiñe de una vibración especial. La vida entona una melodía que colorea todo de sonidos particulares. Mi proyecto de vida viene a sumarse al de la persona amada. De ella respeto su proyecto, su ser, pero amo la mismidad de la persona… Recuerdo que Pieper dice que los amigos miran lo que tienen en común, eso que les une y los hace amigos, mientras los amantes se miran a los ojos…
         El caminante mira su camino. En su camino se cruzó la persona amada. Su camino tomó nuevos derroteros, si bien el caminante sabe de su camino. Ojo dos personas que se aman siguen siendo dos personas, distintas… Dos inteligencias, dos voluntades… distintas. Podré ceder y conceder, pero no puedo, no debo renunciar y forzar la renuncia del otro a quien es. Yo soy yo… Tú eres tú… Cedo, concedo, cedemos, cedes, concedes… Vamos juntos. Nuestros proyectos vitales se trenzan por momentos, se bifurcan, se buscan, se miran siempre, nunca actúan egoístamente.
         La mentira, la superchería, el egoísmo, la deslealtad, la infidelidad… matan el amor más recio. Generalmente el amor no muere de infarto, sino que padece larga enfermedad que lo hace languidecer, debilitarse. Hoy un tal y mañana un cual… y todo así, poquito a poco, el agua se filtra y deteriora, la rutina empolva la ilusión.
         La quiebra amorosa es terrible; sus consecuencias indeseables; el sufrimiento, mar sin orillas. Quien lo vivió de veras siente pavor. El adolescente, el adulto inmaduro, reniegan del amor… sólo ven de la balanza el desgarro en la vida, en el proyecto, en el alma.
        

27 de diciembre de 2011

¿Por qué es desagradable la verdad?


La verdad brilla.
         Por sucesos destemplados de estos días me hago la pregunta que da título a esta entrada.
         Si reflexionamos un poquito observaremos que esta afirmación u otras semejantes –la verdad ofende, por ejemplo- surge en disputas donde se ponen en juego realidades de cierta intimidad personal y cuando esa discusión, desavenencia, disputa se da con personas que participan de nuestro entorno, nos son amables, queridas o incluso muy queridas. Con alguien que no me importa, al discutir no me apoyo en dicho semejante, sino que lo mando allá por donde el pepino amarga y listo.
         Es posible también la ofensa de la verdad cuando se nos confiesa a la claras que el rey de nuestro imaginario está desnudo: “¡Qué viejo estás!”, te dice alguien de sopetón… “¡Te veo más gorda!”, ¡¡oh!! El carné de identidad y la báscula nos dicen lo evidente, que así confesado y dicho… es una verdad que ofende.
         Queda, pues, claro que si toda mentira ofende no toda verdad tiene carácter vejatorio. A nadie ofende la afirmación verdadera: París es la capital de Francia o El río Nilo atraviesa Egipto. Son verdades inocuas, mansamente indiferentes.
         Además de lo ya escrito quiero hacer hincapié en que el modo, el momento, la forma de decirla forma parte esencial de la ofensa. Nada desdeñable tampoco es el modo en que se recibe. La soberbia esa hidra deforme de múltiples cabezas, sus hijuelas: la vanidad, el orgullo, la petulancia, la jactancia, la vanagloria… hacen su labor de zapa. “¿Quién se creerá que es?”, “¡Y ella más!”, “¡Esta es que ha olvidado sus pañales!”… Se produce un desplazamiento de la verdad ofensiva hacia el otro a quien se le echa otro tanto en cara con afán ridiculizador, humillante y ofensivo en suma: “¡Y tú más!”.
         El asunto, la persona y el modo en que se dice y se recibe hacen de la verdad una realidad arrojadiza y humillante, casi siempre empleada en disputas.
         El autodominio, el conocimiento a la hora de discutir, el saber estar, el darle adecuado cauce a la disputa hacen evitables este tipo de verdades tan tendenciosas como dolorosas. Mejor no olvidar: que lo evidente no se dice; que lo conocido y vejatorio de la intimidad del otro por vía de amistad es mejor no sacarlo a relucir; que la soberbia en las disputas nos hace querer sobresalir; que esa misma soberbia no se resigna a la hora de quebrantar la integridad del otro; no permitirle a esa misma fulana que nos aconseje; pero tampoco necesariamente lo mejor es tener la fiesta en paz, alguien tendrá que decir que al rey se le ve… el yerno
Non omnia quae vera sunt recte dixeris.

22 de diciembre de 2011

Felicitación navideña, 2011.


       
  Un farolico no es mucho, pero no hay problema si se va con la Luz, si la Verdad, el Camino y la Vida van en brazos de la Señora.

El portal es de madera,
las ovejitas, de barro,
los pastores, de resina
y las nubes de algodón;
las estrellitas, de plata
y el pesebre, de serrín;
pero el Niño que está en el portal
¡ese si es de veras
ese sí es de Verdad!"

         Con mis mejores deseos de siempre también para estos días, y los que vienen, a los lectores de este blog,
                                                                                         
                                                                                      Antoniojosé.
                                     

19 de diciembre de 2011

Ha muerto Vaclav Havel… (R.I.P.)


Vaclav Havel

         La última vez que hablé de él y sobre él fue hace unas semanas en Madrid con una señora traductora del checo.
         Havel para mí es el comienzo de un libro deslumbrante, que aún considero vigente y recomendable: El poder de los sin poder. Magnífico libro de una persona inquieta, un intelectual que ha vivido bajo la bota del un progresista y liberador sistema socialista en su Checoslovaquia de nacimiento. Parece que nada puede hacer el hombre inerme de la calle. Aún recuerdo el comienzo del libro…, ¿mas qué sucede si el frutero, se pregunta Havel –y escribo de memoria- se niega a poner en su escaparate un cartel donde dice “Obreros del mundo uníos”, si el frutero rompe la consigna, la cadena…?
         Julián Marías solía decir que en España somos muy dados a preguntarnos “¿¡Qué va a pasar!?” y muy rara vez nos preguntamos “¿¡Qué vamos a hacer!?”. En realidad la vida a los animales les sucede, mientras que los hombres labran su destino, los más valientes incluso se aventuran a buscarlo. La circunstancia se modifica, se mejora, mas el pobre animal que vive en su nicho ecológico se pliega a ella y, aunque le caigan chuzos de punta, aguanta el tirón… El hombre no tiene  por qué.
         Quienes no tenemos poder, tenemos el poder de poder resistir y de poder perfeccionarnos y perfeccionar nuestro entorno, y nuestra circunstancia es superable en términos orteguianos.
         El resistente, cierto, se convierte a veces en un ser incómodo. Su búsqueda de la verdad, el ir contracorriente lo puede convertir en un molesto Diógenes de lámpara en mano que de día entra al circo o al teatro cuando los demás salen… Sí, hay que pedirle a las estatuas para acostumbrarnos a que la realidad y los hombres nos nieguen el pan, la sal, los libros, la verdad y nos quieran hacer lo blanco negro y lo negro a su manera.
         Ha muerto Havel. Tras este libro leí, creo, La responsabilidad como destino… Interesante propuesta la suya para implementar con sentido superador la democracia tal y como la conocemos en occidente. Havel era un autor teatral metido a resistente político y social, a presidente de su república… Ignoro realmente qué fue de sus ideas en su práctica: la realidad es tozuda, las personas y  sus limitaciones, a veces, inamovibles. Su revolución de Terciopelo nada tiene que ver con la inane indignación de algunos.
         Cartas a Olga lo leí en unos días de verano junto a la piscina. Meditaciones estivales, sin embargo, no recuerdo cuándo lo leí… Buscaba Havel  una tercera vía de la que habló Juan Pablo II en alguna de sus encíclicas –no soy capaz, ni tengo tiempo de comprobarlo, ¿en Veritatis splendor?-. El socialismo férreo y morrocotudo se deshizo como un azucarrillo al contacto con la verdad que hizo de disolvente -¡cómo en tantos casos!- y el capitalismo sacó pecho… ¡craso error denunciaba el Papa!: el primer mundo, este nuestro mundo insensible y egoísta, está generando un cuarto mundo en sus propias entrañas… Hay que buscar una tercera vía. De ello también habló Havel…
         Lo último que leí en su momento, hará menos de diez años, fue una biografía sobre él, la autora era Eda Kriseova y que publicó Espasa.
         Tenía una imagen agridulce de esta persona que hoy, me entero, ha muerto. Me resultó atractivo su pensamiento. No leí su creación dramática. Algunos detalles de su biografía me resultaban poco amables, y ni juzgo ni soy nadie para ello…
         Descansa en paz Vaclav Havel.

14 de diciembre de 2011

(Charlie-salida-27). Del amor y los amores.


Henri Cartier-Bresson. Ojo al bretón: pariente de mi perra Muñeca.
                Siendo uno el amor, son, sin embargo, muchas las relaciones humanas que pueden calificarse de amorosas, pero eso sí: en distintos grados y de distinta naturaleza. El amor filial, aquel que tiene el hijo por el padre, siendo amor, nada tiene que ver con el amor fraterno, el amor esponsal o el amor de benevolencia… En algún lugar leí que el amor de benevolencia o amistad para un japonés tiene once grados, lo que debe ser muy esclarecedor, pero no menos complejo.
               El caminante no tiene mucho tiempo para detenerse en aspectos relevantes, pero complejos para la altura de estos papeles en la red. Por ello, este charlie quiere hablar del amor esponsal porque del amor benevolente, de la amistad, hablará en un tramo próximo. Allá que vamos.
El compromiso firme de todo verdadero y sincero amor se concreta en conocer más y más, mejor que bien al otro, sin descanso. El amor no cesa de mirar al ser amado. Lo contempla para conocerlo mejor. De ahí que sea execrable, decía Julián Marías, peligrosa, la frase lo conozco como si lo hubiera parido, es decir, parece que el amante pone techo a su conocer y, por tanto, a su amar. No se puede amar lo que no se conoce. Amo y amo más cuanto más conozco al ser amado, insisto, de ahí que el aumento del conocer aumente el amar. Al igual que existe un circulus vitiosus, un encadenamiento en lo malo, de lo negativo, un no que condiciona a otro no, que se encadenan, que aíslan cada vez más, lo mismo existe un circulus sa­lutis, un anillo de salvación, en el que un genera otro . Quiero conocer sin tasa al ser amado.
De la razón por la que se ama… Hace unos días andaba a vueltas con la neurofiolosofía. Si por un accidente perdemos el lóbulo frontal… parece que podemos dejar de ser nosotros mismos: el amor, se ha dicho, es poco menos que una secreción glandular o un bien bajado del cielo por vía de flechazo, según poetas. A lo mejor el amor es una evidencia que no necesita demostrarse… Sabemos que el amor, una vez comenzado, una vez prendido no necesita razones: El amor no tiene espacio, no tiene tiempo, no tiene medida, carece de límites, la medida del amor es el amor mismo; si amas, haz lo que quieras…, afirma el sabio santo de Hipona, San Agustín.
El enamoramiento en tanto que pasión, en tanto que emoción se pasa. “Ya no estoy enamorado”, me dice alguien tras tres años de relación: lógico. El enamoramiento debió dar pie al amor. Ortega dice del enamoramiento que es la distracción de la atención. Hay una persona que me atrae, que me obnubila de pronto, unas manos y una sonrisa, un rostro y un modo de hablar, de moverse, de decir…: caigo rendido por el enamoramiento. Me quedo colgado de esa persona. La atención se olvidó del resto y se centró en esas sonrisas masculinas y en un penetrante olor a… ¡me  he enamorado!
               Prendida esa llama amo porque amo, amo para amar. El amor es a la vez causa eficiente y causa final del amor. Comienza así, por un oscuro impulso, irracional quizá, pero inicio… y  las razones vienen después; el corazón tiene sus razones que la razón no conoce, como escribe Pascal: es su famoso orden del corazón. ¡Ah mi amigo!: el amor es la poíesis platónica, capaz de hacer el ser donde estaba el no ser. El amor como la maravillosa fábrica de Willy Wonka –qué gran libro Charlie y la fábrica de chocolate- elabora todo tipo de productos: el amor crea sus mitos, embellece lo visto por los ojos de la persona amada, objeta a lo que el amor no acepta, no admite y así todo se ilumina y oscurece con un extraño compás.
               Te amo y te conozco, te voy conociendo y más te amo… ¡Qué lejos quedó el enamoramiento! “¿Te acuerdas de aquella burbuja en que vivimos un tiempo?”. El proyecto de la ilustración nos contó, nos insistió, nos quiso convencer que somos razón hasta las cachas… y resulta que olvidó que también somos animales… Animales, racionales, dependientes… ¡Qué bueno, realmente, que tú existas!
               Las nubes, en este inicio del camino al amanecer, se dejan pintar de rosa por apenas unos rayos que pugnan entre oscuros nubarrones. “Algodonosas”, escribí siendo un niño: “Eso no existe”, me dijo mi maestro y tachó esas nubes rosáceas, algodonosas de un amanecer arduo, pero ilusionante siempre. ¡Qué bueno que tú existas!

Henri Cartier-Bresson. El amor sobrelleva casi todo.

12 de diciembre de 2011

Haruki Murakami, DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER (PARTE II)


Raymond Carver, DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR.
                  El libro tiene 230 páginas de letra más que generosa y el autor confiesa,, ante mi asombro, que su editora “llevaba más de diez años esperando que terminara la presente obra”. Asombroso. Buscaba el autor librarse, afirma, de una carga, de una necesidad: su condición de escritor demandaba escarbar en su condición de corredor, mas no deseaba hablar de él… Complejo equilibrio, confiesa, “Y esa suerte de delicado equilibrio no se vislumbra ni se alcanza si uno no relee una y otra vez los textos, dejándolos reposar un tiempo entre una lectura y otra”. Siempre es muy aventurado hacerse una idea del estilo, de la calidad de escritura, cuando uno no lee directamente la obra en la lengua que fue concebida y escrita… ¡Diez años! de lecturas y relecturas, de pulimentos y recortes y… ¡admirable sin duda! y lamento no poder gustar plenamente del estilo y la narración de Murakami.
                   La estructura interna del texto es quebrada, en apariencia caprichosa. Junto a las reflexiones que hace como corredor, se intercalan narraciones de carreras vividas por el autor: para mí, sin duda, lo mejor de todo el libro, por la vitalidad que transmite. A esto debemos añadir lo que como escritor reflexiona sobre su quehacer novelístico que, para mí, como ya dejé escrito en entradas anteriores, es, sin duda, lo menos convincente, lo más flojo, lo menos razonable.
                   La obra, como el propio autor confiesa: “Creo que este libro es algo así como unas «memorias». Sería exagerado llamarlo autobiografía, pero se me hace muy difícil calificarlo sólo de ensayo”. Lo cierto es que he disfrutado mucho del Murakami narrador de su experiencia personal como corredor, como sufrido deportista que una vez tras otra se levanta ante la adversidad, ante su propio error, ante sus múltiples vicisitudes… Me ha llamado la atención cómo no ha ocultado algunos aspectos de su condición de corredor que lo dejan en un lugar…, digamos, poco honroso. El pobre, al participar en un triatlón, cuenta cómo se untó las manos con vaselina para introducirse en su traje especial de baño, mas no se lavó las manos y así toqueteó sus gafas de nadador por lo que su “mundo se ha vuelto de un turbio color blanco, como si una densa niebla lo hubiera cubierto todo”. Imposible nadar. Imposible seguir un línea recta, “¡Si seré estúpido!”, se dice. Meses de entrenamiento echados por la borda por un olvido…, por un despiste.
                   Al final del libro confiesa, cosa que yo ignoraba, que “Para titular mi libro, me he inspirado en el título del volumen de relatos cortos de mi venerado escritor Raymond Carver, De qué hablamos cuando hablamos de amor; quisiera agradecerle a su esposa, Tess Gallagher, su amabilidad al concederme permiso para utilizarlo”, y es que el mundo es un pañuelo…
               Me parece que el libro es, será, sin duda, agradable para los corredores, para quienes durante un tiempo, aficionados o semiprofesionales, gustan de esta actividad silenciosa, sufrida… Por Murakami me aficioné yo a escuchar a Bryan Adams durante mis carreras, que en nada se parecen a las del escritor y corredor japonés, en nada a las de mi amigo Rafael Ballesteros. Gracias, señor Murakami.

Bryan Adams, 18 Till I Die
 

8 de diciembre de 2011

Haruki Murakami, DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER (PARTE I)


Foto de los corredores del maratón de Nueva York.

               Tuve noticia de esta obra de Murakami por medio de Revista de libros (http://www.revistadelibros.com/articulos/la-soledad-de-fondo). Las carreras, el correr, ha sido también una actividad que he practicado como aficionado marginal: he preferido siempre otros deportes, individuales o en equipo, pero que comportaran el uso de pelotas, bolas, raquetas…, por ejemplo: el tenis de mesa, el fútbol, el tenis, etc.
               Había conocido yo, por aquellos años, a quien hoy es mi buen amigo Rafael Ballesteros (http://ballesterror.blogspot.com/) de quien se ha hablado y con quien he conversado en este blog en muchas ocasiones. Rafael es un profesional de la carrera de fondo. Atleta de reconocido prestigio en el ámbito de los maratones y a nivel nacional. Es persona de singular sensibilidad, pues además de ser corredor es músico: compositor, profesor, director de una banda de música… Leí la crítica que hacía Martín Schifino y pensé que le sería de interés a Rafa y le envié el artículo: esto suelo hacerlo con frecuencia, es decir, siempre que encuentro, leo, etc. un artículo, un libro, una referencia de algo así que considero que puede interesar a un colega a un amigo, etc. lo envío, pues entiendo que es un medio siempre de avance, un peldaño que subir para mejorar. Leyó Rafa el artículo y me dijo que no había hallado nada singular en la crítica. Creo que no hizo ni por adquirir el libro ni por leerlo.
               A lo mejor lo expliqué, pero he olvidado el impulso que me llevó a mí, sin embargo, pasado el tiempo, a comprar el libro y a leerlo, a dedicarle una atención que me hubiera sido impensable cuando leí la crítica. Escribí unas entradas a los comentarios que Murakami hace en este libro sobre su actividad como escritor, pues, como hiciera Delibes, el autor japonés comprende como dos realidades esenciales de su existencia el escribir y el correr. Él antepone su condición de escritor a la de corredor, como Delibes antepusiera la de cazador a la de escritor: soy un cazador que escribe, repetiría un sinnúmero de veces.
               Me olvido de la condición de preceptista literario de Murakami y lo doy por suficientemente debatido y visto. Me centro hoy y con esto termino ya, por fin, este libro… en lo que el autor japonés escribe de su condición de corredor.
Víktor E. Frankl, creador de la logoterapia.
               Hay sentencias, frases, ideas que dicen las personas inteligentes, esas personas que se elevan por encima de la media, y que bien podrían ser esculpidas en piedra. Afirmaba Viktor E. Frankl, el psiquiatra vienés, creador de la logoterapia, excelente amigo mío, que el deporte en estos tiempos era una nueva ascética y, sin duda, el libro de Murakami lo refleja. El hombre ha dejado de pulirse para mejor ofrecerse y acercarse a Dios, el deportista es un asceta que mediante el deporte y sus vericuetos se eleva, personalmente, satisfactoriamente, sobre sí y sobre los demás (Murakami en su libro habla de un Dios silente en el que, es obvio, no cree). El libro es una pormenorizada explicación de cómo el deporte se convierte en el dechado de autosuperación, de esfuerzo personal, de derroche vital. Sin duda alguna son innumerables las virtudes que se adquieren a través del deporte… una maravilla. Da la impresión de que para este tipo de deportistas, como para otros enérgicos ascetas actuales (los no fumadores, los mantenedores de un peso, etc.) buscan una satisfacción, unas metas inmanentes, que no alcanzan más allá, el más allá. 

5 de diciembre de 2011

(Charlie-salida-26). De los libros del amor y el sexo.


Tienda de ultramarinos: se venden entradas de blog.
        Inicialmente, charlie, este blog era de libros, de crítica de libros, de comentarios relacionados con los libros…, pero poco a poco, con la crisis que tenemos encima se fue convirtiendo en una tienda de ultramarinos. De esta pasamos a ser una tiendecilla de TODO A CIEN y vamos camino de un bazar de chinos, que cogen la pelas en euros y se las pelan con ellos camino de su imperio del sol naciente… Lo mismo nos planchamos un huevo que nos freímos una corbata. Por dos pesetas no dan más.
         Estas entradas, con su número, siguen un supuesto plan en el que el viajero, un charlie cualquiera, es decir, tú mismo, se va encontrando con determinadas realidades que son necesarias para su viaje (Recuerde el alma dormida…) y así vamos ahora hablando del amor porque ya terminamos de hablar de la felicidad… (esa tirada del camino, ese trecho, gustó mucho: resultó jugoso a los colegas que hacen también viaje necesario). Lo del amor, no sé… Me dicen poco de ello… Me temo que me voy volviendo más y más carcunda. La experiencia me ha enseñado a ser más intransigente: antes concedía el favor de la duda a quien decidía salir por la ventana del sexto –ejemplo recurrente en este blog-: “Igual no se parte la cara –me decía-. Lo mismo tiene suerte con el tendedero o el toldo del tercero”… ¡Pues no! Salir por la ventana del sexto por llegar primero a la puerta del bloque es una NECEDAD como un camión y debe ser evitado. No concedo en esos casos el beneficio de la duda ni de nada a nadie. Ya está bien de condescendencias necias, de boba permisión, de afables sonrisas, de benignas benevolencias… Por Dios, ya vale: al pan y al vino… El agua clara y el chocolate… Ya está bien de tomarme la coleta. 

C.S.Lewis y Helen Joy Davidson.
         A lo que voy. Cito libros que me fueron bien, que me hicieron pensar, meditar durante tramos del camino en los que estuve convaleciente y tuve que detenerme y echar el párrafo largo, tranquilo, mirándome por dentro y contemplando por fuera. A veces muy herido, muy dolido, muy… jodido, señor don Diego… ¡Muy jodido! No cito las editoriales porque no me da la gana, que conste. Como también deseo que quede constancia de mi agradecimiento a sus autores, a quien Dios dé buena ventura allí donde estén.

         Sobre el Amor

        C.S. Lewis              Los cuatro amores.
         G. K. Chesterton     El amor o la fuerza del sino.
         A. López Quintás    El amor humano.
         J. Guitton              Ensayo sobre el amor humano.
         G. Thibon              Sobre el amor humano.
         E. Fromm               El arte de amar.
         K. Wojtyla              Amor y responsabilidad.
         J. A. Marina           El laberinto sentimental.
         E. Rojas                 El laberinto de la afectividad.
         E. Rojas                 Remedios para el desamor.
         J. Pieper                Las virtudes fundamentales.

         Sexualidad

        A. Léonard                        La moral sexual explicada a los jóvenes.
         J. Carreras                       Las bodas: sexo, fiesta y derecho.
         C. Caffarra                       La sexualidad humana.
         M. Gotzon Santamaría      Amar con el cuerpo.

Josef Pieper.
         Ojo. No digo que sean el no va más. Escribo que son lo que yo tuve a mano y a bien leer en su momento. Que los habrá más modernos, mejores, más altos y más simpáticos. Es lo que hay. Doy lo que tengo.
         Perdonen, pero esta tarde no están las cañas para flautas. El caminante viene azorado, apedreado, dolido, cansado… de un camino que se hace áspero y pino.

1 de diciembre de 2011

(Charlie-salida-25). El amor no es una emoción ni un sentimiento.


Se aprecia y valora al caballo, mas no se le ama.

         Recordaba algo de Martin Heidegger hace unos días, leyendo sobre el origen del lenguaje en el hombre, sobre su versatilidad… y olvidé dónde fue. El hecho es que me viene al caso porque cuando andamos con palabros, sí: pa-la-bros… en este caso que suenan demasiado, bien podemos estar hablando de algo, creyendo ser lo mismo, no siéndolo. Por tanto, me va a permitir que me ponga en claro, que le diga qué entiendo por emoción, sentimiento… y vamos allá.
      Una emoción es, resumiendo, una descarga química que sucede en un ser vivo. Ejemplo: Llaman al timbre de casa, abro la puerta, me encuentro un león y digo “¡Cáspita!” y además: se me ponen los ojos como platos, la respiración a mil, el corazón bombea a todo trapo… Inevitable: no hace falta dar órdenes a nada. Eso una emoción.
         Un sentimiento es una emoción razonada. Tras el león, siguiendo el ejemplo, viene mi primo que me había contado que tenía un león más manso que un gato, que me sonríe, que me calma, que me dice… y la emoción entra por el tubo de mi razón y me digo que no sucede nada, que todo está en orden, que el león no es fiero…, PERO EL BICHO abre la boca y las emociones se encrespan de nuevo y todo es pura descomposición.
       La emoción y los sentimientos son pasajeros. Si admito que el amor es un mero sentimiento, una emoción, le estoy dando carta de pasajero, es decir, estoy aceptando la irracional visión romántica, absurda trasnochada por errónea y egoísta, que me dice que querré, por ejemplo, al otro o a la otra, a quien sea ese otro u otra, mi padre, mi amigo, mi hermano, mi compañera, mi macho o mi hembra durante un tiempo y que, en cualquier caso, admito que lo es de forma transitoria, mientras me vaya bien, me interese, no encuentre algo mejor… Bien. Estamos hartitos de ver esta postura y sus consecuencias en la sociedad que padecemos, o disfrutamos. Decía Serrat que a los abuelos se les envía al asilo “después de habernos servido bien”. Anuncio en el periódico: CAMBIO CABALLERO DE 70, POR DOS DE 35. Si el bebé me molesta lo aborto, lo echo a la basura… Me casé el mes pasado, pero no me va bien: me separto –me dijo una vez una señora-, me separo, me divorcio, te corto el pescuezo… PORQUE SE ME HA PASADO EL AMOR… ¡Qué le vamos a hacer! Y esto le sucede al más pintado por más dinero que tenga, por más cultura, por más… Pues lo que les faltó a ellos fue un verdadero fundamento amoroso. Esa relación nació marchita, viciada, muerta, con los días contados… en realidad, esa relación no fue amorosa.
         Dicho y dejado esto en claro lo que conviene es no confundirse. No me pueden dar gato por liebre por muy tierno que esté el gato y muy grande que sea la liebre. Puedo comer gato y ser consciente de ello. Hace años me quisieron dar a mí codorniz por perdiz en unas habichuelas… 
Con el amor no se hacen títeres...
       El amor comporta la convicción de que hay un alguien (insisto que se puede amar al perro, al coche o a la moto, pero es una deformación), digo UN ALGUIEN que merece nuestra atención, a quien le podemos decir con la plenitud de su significado: QUÉ BUENO QUE TÚ EXISTAS. Es decir, sin ti mi vida, la vida, el mundo… sería distinto. Y ciertamente lo es: ¿cuántos abuelos fallecen tras la muerte súbita de la pareja con quien compartieron más de media vida? Sus horas carecen de sentido, están vacías, el mundo se ha quedado huero… Y se dejan morir de pena.
        Esa afirmación, QUÉ BUENO QUE TÚ EXISTAS, comporta un compromiso, un alguien que me entiende o me podría entender…
        Ya estamos en el final del folio otra vez… Seguimos hablando de amor, de amores y de libros sobre el amor.