28 de abril de 2011

(Charlie-salida-02) ¡¡Vendo libros!! ¡¡Déjese querer!!

    Querido charlie:

    Lo sé, pero te lo he repetido mil veces. Cada uno tiene sus limitaciones. Tú no sabes ir a las librerías a mirar. Lo ignoraste siempre. Ir de librerías no comporta comprar. Basta. Se cumple con mirar. Y tú no sabes hacerlo. Me lo ha dicho mi librera: “Cada vez que viene…”. Para qué seguir. Eres como un niño pequeño que no tiene arreglo.
    Empiezo a pensar que tienes un comprar libros compulsivo. De locos. Olvídate.

 * * *
    Mi amiga, la que no lee mi blog me escribe y me confiesa: Supongo que a los perezosos no nos gusta que se nos líe, y menos aún con lecturas poco ágiles. Dado que no me entreno escribiendo, pues cuanto más sencillas y breves las frases, mejor que mejor. Me recuerda a un jefe que yo tenía: no le des a nadie un texto de más de cinco renglones, porque, en general, se agotan. Mi jefe y mi amiga tienen razón, charlie. Nada de complejidades. Punto y seguido y ● y seguido y sujeto verbo y predicado. Oraciones simples. Ni coordinadas ni subordinadas. Como mucho eso, punto y seguido. Punto. Es decir: ●

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Miguel Torga


    Me escribe mi primo de Córdoba tras ver en el blog que vendo mis libros. Sí da cierta sensación de poca grandeza, me explico, el autor teniendo que vender sus propios libros. Eso es totalmente contrario al lema "si es bueno se vende solo". Siempre da más prestigio, aunque sea una tontería, que tu empresa "la venda otro". Yo a lo más, pondría las obras y un punto de venta donde puedan encontrarse, por ejemplo: "de venta en su librería habitual" "stock en Librería XXXX". Ya es otro el que te lo vende. Don Quijote sale al camino. Rocinante vuelve al camino, escribió Dos Passos. Mi empeño está en que la gente se divierta leyendo, que las personas seas más y mejores personas… leyendo y para eso escribo libros, porque amo a las personas. Escribir es un modo de darse, ¿me explico? Pero ya ves…, como el abuelito don Alonso, me empeño en dar de comer al sediento y de beber al hambriento.
    Vamos a darle la vuelta a tu argumento. Si se serán malos sus libros que los tiene que vender otro… ¿Has leído a Miguel Torga? Este era un tipo muy semejante a Delibes, me lo recordaba. Portugués, cazador, médico, escritor. Él siempre se editó y vendió sus libros. Algo de todo esto contaba en su Diario (1932-1987). Si no lo leíste no pasa nada. A estas alturas no hay autores imprescindibles, me temo.
    Otros detalles se me ocurren. Primero, si no lo pruebas no sabes si es bueno o no, salvo que te lo diga alguien que te lo aconseje y te conozca (puede fallar). Segundo, los consejos que me dan quienes leen libros son a veces confusos; a muchos críticos no los entiendo desde hace tiempo: nadie termina diciendo si merece la pena embarcarse o no en la lectura del libro (¿cómo le digo a alguien que me he leído trescientas páginas de basura…? Complejo); si no es especialista me dicen que me “ha cogido su lectura”, por ejemplo… Complejas vaguedades.
    Hago el propósito de ahora en adelante de decir si me mereció la pena la lectura del libro que tengo entre manos o que he terminado de leer.

* * *

    Hoy celebran en mi pueblo el día del libro… Pero como tampoco sé yo ir a mirar… Me voy de nuevo a jugar con mi amigo. ¡A ver!

26 de abril de 2011

“Dulce jueves”, John Steinbeck

     La historia de esta novela se mueve al lento compás de un barrio de Monterrey, Cannery Row, en California, al sudoeste de los USA. Allá junto a la costa, años cuarenta y muchos, postguerra mundial. Quienes allí viven lo hacen de la brisa marina, de la solidaridad del amigo, del sol, de la cerveza y de milagro. Es una sociedad elemental, muy precaria. Un prostíbulo con su dueña, Fauna; una tienda de ultramarinos de un traficante de espaldas mojadas, José María; un grupo de vagos pordioseros que viven bajo un mismo techo, Mack, Whitey  núm. 1 y Whitey núm. 2…; un doctor en Biología que debe escribir una monografía, una tesis, que nunca sale adelante por más que los lápices de fina punta y el papel están listos, el pobre Doc.
    Me gusta Steinbeck. ¿Qué hago? Me agradó y me agrada leer a los autores de la generación perdida. El sur de Faulkner, su Jefferson, los Sartoris… ese tiempo lento con un calor insufrible y que produce en el humano unas gotas de sudor que se deslizan lentas, como si fueran la goma de un cerezo. Poco a poco caen. Tal cual lo hace la pinocha del ciprés negro sobre la cabeza de Hazel, en este Dulce jueves de Steinkbeck. Tengo por ahí una foto de éste: alto y feliz tras una tirada de patos.
    Refleja el autor la belleza de un mundo más simple. Puede que más cruel, pero más comprensible. Transparentes y lúcidos los días dejan que penetre la luz sin sofisticación. Las relaciones se cultivan poquito a poco. Antes de llamar amigo a alguien hay que haber compartido muchas cervezas y  muchos ratos de silencio. La amistad es como el culantrillo de pozo, planta difícil, esquiva y delicada.
    En este mundo al que Steinbeck nos acerca todo está dado. No hay queja que valga. Cuando los personajes llegan los dedos ya estaban quietos sobre el tapete. Si vienen de cara, estupendo; si no vienen bien, ¡ya cambiará la suerte!, pero que vida fluya. La paciencia en una sociedad como la descrita es necesaria: es un comodín muy útil. Las lealtades en estas calles y solares se apoyan en la creencia de que hay una lealtad mayor, en una fe que empuja a creer que alguien nos mira con más o menos cariño desde arriba; un Alguien que con atención nos deja ir para que todo vaya como tiene que ir.
    El tiempo se muestra inmisericorde. Su paso desgasta el físico de las personas. El sol, por poco que sea, destiñe los algodones y el pelo y el pellejo que recubre las escasas carnes. Se pierde la mirada azul en la lejanía de la nada. El mar se ríe. Se sieña impotente con parar el tiempo que empuja con fuerza hacia la vejez. Se quiera o no. No pregunta, empuja. Todos los personajes de esta novela parecen haber perdido algo. Sí algo perdieron en el pasado, aunque ni ellos mismos están muy seguros de qué pudo haber sido. Lo buscan, pero no lo hallan, porque rara vez se encuentra lo que a ciencia cierta no sabe qué se perdió en el turbio charco del pasado.
    Suzy es una mujer viajada, aireada. Entra en el prostíbulo como penúltima solución. Su amor a Doc la redime, su voluntad la impulsa. Es el amor el que la salva… Doc sigue mirando a los pulpos de la playa de La Jolla. Es posible que se pueda trasladar a las personas lo que les sucede a los cefalópodos, mas ¿se puede trasladar a los doctores lo que les sucede a las chicas malas arrepentidas?
    Pensar es siempre tarea ardua y tortuosa. Más complejo aún cuando hace calor y no hay una amable cerveza sobre la mesa. La brisa marina llega desganada. La ceniza del pitillo se arrastrada perezosa hacia el final de la mesa y desaparece por el borde. No, mejor dejarlo. Mejor no tener convicción ninguna: que vague el viento. Mejor no comprometerse con nada: que vuele al viento… Mejor no responsabilizarse de nada, todo viento.
    Qué solitaria está la gente que está sola. Al atardecer, sobre las rocas verdosas, más allá de la Estación Marina de Hopkins, los leones marinos ladran como una jauría de canes.

25 de abril de 2011

(Charlie-salida-01) Quiero ser billete de 500 euros.

    
   Querido charlie:

    Hoy es Domingo de Resurrección, ¡menudo misterio! O se cree o no se cree, es un salto que decía Dámaso Alonso: no hay más. Tú sabes que yo soy de los que salto, ¡a ver! Infante de marina.
* * *
    Leo sobre el TDAH… hace muchos años venía observando en los tests de los alumnos que la memoria y la concentración bajaban notablemente. El espíritu crítico mejoraba o se mantenía. La valoración de otros aspectos dependía del individuo. ¿Qué sucedía con la memoria y la atención? Empecé a darle vueltas a este asunto. Luego comprobé que si mal andaba la memoria allí, peor fue después cuando cambié de Centro: parecía de chiste. ¿Por qué los niños miran sin parpadear sus maquinitas, los dibujitos de la tele… y, sin embargo, no logran atender en una clase, a una explicación, a un trabajo que realizan…? Simple, me dicen: Porque los estímulos y las respuestas son inmediatos y continuos, de ahí que en el momento en que la fiesta cesa, se aburren. En distraídos.com andorreé mucho. Te lo aconsejo. Ahora me propongo bucear con más empeño.
    El umbral de resistencia al fracaso, la constancia, la deportividad… ¿Sabes, charlie…? Al final me temo que esto de la instrucción requiera un paso previo del que ahora se carece. Necesitamos virtudes. Sin virtudes no hay manera… Me dicen que el sistema ejecutivo se apoya en la memoria y en la atención.
 
* * *
    Malas noticias. No empezamos bien. Una amiga ha perdido a su bebé. ¿Cómo consolar al sufriente? El sufrimiento es terrible, aterra. Le cuento que cuando leo con los alumnos El principito, les hablo, entre otros muchos asuntos del consuelo. El principito, en un momento determinado, se siente derrotado y rompe en sollozos. Está desolado. El piloto desea acompañarlo en ese viaje hacia la sima del sufrimiento… y escribe: “No sabía bien qué decir. Me sentía muy torpe. No sabía cómo llegar a él, dónde encontrarlo... ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas...!”. ¡El país de las lágrimas! es el país del sufrimiento. El niño que llora y sufre es para Saint-Exupéry un imperio impenetrable… En Tierra de hombres también lo cuenta… El niño que llora, la mujer que llora… Ese hombre viejo que tapa con sus manos su rostro doliente por el llanto, su corazón derrotado, cansado… Menudo misterio el sufrimiento.
    Deseo consolar…, pero sé que la compañía amable, el tiempo… hacen que se amortigüe el recuerdo lacerante, insidioso, agudo.
* * *
    Me dice una amiga, charlie, que no entra al blog porque no le gusta cómo escribo. Ya le pediré más explicaciones. De momento: Me encanta tener amigas así. Sinceras, leales, decidoras, resueltas… Aspiro a ser billete de 500 euros.
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    Prefiero, sin embargo, largarme con mi amigo a la calle a dar un paseo… 
 
 


23 de abril de 2011

Jodidos, con perdón. Bien jodidos.

     Me iba a preguntar, pero lo doy por sentado: El mar es ultraconservador, su vaivén de momento no tiene fin. Los ríos son también inmovilistas y tradicionales… nacen arriba y el agua fluye hacia abajo. Siempre. El cielo parece no progresar con la moda: si limpio, azul; si nublado en gama de grises… ¿Qué decir de las estaciones? Una tras otra, sin alteraciones… ¡conservadoras! Otoño, invierno…
A relajarse...

    Miro mis plantas y observo otro tanto. Las golondrinas llegan por las mismas fechas: una hermosura de primavera que la estación trae. Observamos cómo las aves migratorias, año tras año, regular y tradicionalmente se marchan: buscan otros climas, comodidad, alimento… ¡qué conservadoras son las aves! Y luego vuelven. Se parecen a los gusanos de seda: la palomita, los huevos, el gusanillo, el gusanazo, el capullo del gusanazo… ¡caramba, siempre entre amarillo pálido y amarillo anaranjado! ¿Me pregunto cuándo lograrán hacer los gusanos los capullos cúbicos para mejor poderlos almacenar para la primavera siguiente? Curioso, sin duda, ¿sabe por qué los gusanos tienden, los muy conservadores a buscar las ramas altas de las moredas? ¡Porque son ultraconservadores! Tiene su sentido. Mi pregunta no es una tomadura de pelo. Búsquelo.

    Los dos párrafos anteriores se pueden calificar de impertinentes…, me temo. Soy un impertinente.
   
    “Me dan mucho miedo las personas seguras”. Comprendo que uno tiene sus rarezas. A mí, sin embargo, por regla general, la seguridad me transmite seguridad, y la duda, titubeo; la indecisión, la veleidad… me sitúa en un plano que va desde el temor generalizado hasta el acojono cósmico dependiendo de la situación. Observo que el conductor que me lleva no domina bien el volante, los pedales, miedo (“Prepara los algodones que vamos para urgencias”). “El ascensor se suele atascar. La semana pasó cayó desde el cuatro piso”, me advierte el portero… No doy el pie hacia la caja, sino hacia la escalera: la prudencia es auriga virtutis, me digo: en el ascensor se sube su padre. Del cirujano: “De cada diez, nueve se quedan en la tabla”; “Por favor, que ni me mire”. Siga imaginando, no pare: el conductor del tren, el oculista que operará a su hija, el arquitecto que diseña su bloque… ¿Le dan miedo las personas seguras?

    El párrafo anterior se puede calificar de jactancioso, creo. Soy ultraconservador.

    Vuelve a llover hacia abajo. Medito que la lluvia tiene una seguridad ultraconservadora que la hace impertinente. Bien podría ser como ese magnífico matrimonio, muy civilizado, que cuando llegó la hora de la separación nadie padeció nada: ni ellos ni los hijos… Con el pequeño detalle añadido de que el tal matrimonio separado ya no es tal, sino un solar, donde sólo quedan cenizas de egoísmo, donde se ha hecho –necesariamente- mucho daño: la separación en un movimiento de huida donde casi todo vale. “Donde todo vale es porque nada vale”, me susurra mi perra. Donde todo vale es progreso. ¿Hacia dónde? Sin dirección, sin sentido… Pues estamos, ya perdonará, jodidos. Bien jodidos. 

22 de abril de 2011

“El niño perdido”, de Alcalá Venceslada.

     En Mateo 13, 57 se lee:

                Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:
                - No hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y en su casa.
   
    Meridiano. Incontestable. Me dieron hará… más de un año una publicación del Instituto de Estudios Giennenses. “Ahí llevas un cuento inédito de tu abuelo”. Más de un año sobre la mesa y no había abierto el hueco necesario para leer este magnífico relato, ¡pobre mi abuelo!

    Tomo nota de palabras cuyo significado ignoro, unas están en el diccionario de la RAE y otras en el Vocabulario andaluz del propio Alcalá Venceslada, unas y otras sencillamente me parecen preciosas: Cirate (acirate), sofión, pelavaras, anadear, corambre, marabullos, escarcela, garabato, pintón, tomín, lancinar, dianche, cierraojos… o expresiones: “hablando a la calladita”, “haciéndole cocos” (vino la perra)…
    [Para que las relaciones no estén exentas de tensiones y dejen de ser arcádicas, ninguneo al autor del artículo por no serme trigo limpio. Quise hacer un trabajo sobre una obra de mi abuelo. Era yo joven. Deseaba anotar y hacer un estudio preliminar de La buena simiente, un libro de fábulas. Pongo por testigo a mi padre. El libro lo editaba la Diputación de Jaén y fui a visitar a este que creí señor. Nada de nada: mucho mejor que fuera el texto tal cual, sin estudio, ni prólogo… nada: sólo el texto a cuerpo gentil. Por supuesto, como el fifiriche afirma, “La buena simiente, fábulas, en edición que cuidáramos y prologáramos”, es decir, que lo hizo él. Eruditos a la violeta. En el caso de este artículo y la publicación del cuento, tampoco son del lila citado, sino que en pie de página afirma: “Agradezco toda la información del certamen, así como el propio cuento, a la generosa labor investigadora de Salvador Contreras Gila, a quien dedico, pues con todo derecho le pertenece, el presente trabajo.” Y "¡Que osté s'alivie!"].
    El discurso y la historia del cuento se sujetan a las normas del concurso al que se presenta: “Cuento en prosa sobre costumbres jaeneras. Premio del Excelentísimo Sr. Marqués de Foronda.- Doscientas pesetas”. Convoca la Real Sociedad Económica y es la XI convocatoria, año 30. Mi abuelo gana el concurso con un cuento titulado El niño perdido. Aprovecha con tino el autor, entiendo, una historia que no es suya: el villancico del mismo título. Calificado de castellano, extremeño…, cordobés he oído decir que era… ¡tanto nos da! El villancico cuenta la historia de un Niño que llega hambriento y aterido a una casa. Quieren que se quede, mas Él explica que no es posible que su Madre es del Cielo y su Padre también, que vino a padecer, etc. Sobre esta historia superpone Alcalá Venceslada la del niño Lorenzo que se trenza con la de ese otro Niño divino de la canción. Será una vieja sirvienta, Tomasica, quien intuya que ese tal Lorenzo es de nuevo Jesús que sale al encuentro de los hombres en los caminos. Sólo ella lo entrevé, mientras que Jeromo y los gañanes la tildan de loca.
    Los aciertos expresivos son deliciosos: “Y este zorzal, ¿quién es?”, “el tinglado del Nacimiento”, la ambientación de la Nochebuena en un cortijo de Jaén, cómo se festeja la fiesta, cómo todos a una pastores y señores, niños y viejos… cantan y se divierten y comen “las perrunas, el alfajor, los mantecados manchegos (…) sin que les faltara el compás del aguardiente caldeador, que es para tales fruslerías lo que la guitarra al cante y lo que el piano al canto; el acompañamiento que los complementa y armoniza”.
    Hoy levanto mi copa para hacer justicia: pido perdón a quien nombro profeta en su casa; que sigue no siéndolo en su pueblo…, pero de quien desciendo y, en buena ley, le soy deudor insolvente. ¡Por Alcalá Venceslada!

19 de abril de 2011

Religión, champán y sexo.

   
   Empujó la primavera y la creímos. Era sincera. Los equivocados fuimos nosotros. La creímos reinstalada, segura: un año más. Salíamos de un invierno demasiado húmedo de nuevo: mucha lluvia, demasiada lluvia. No sólo se equivocó la paloma. Los frutales de las riberas de los ríos ya tienen sus frutos incipientes. Aún quedan almendros en flor en los altos más tardíos. El invierno insaciable aún demanda su presencia más allá de un espacio temporal que no es suyo. Hoy volvemos a tener al sur un día de temperatura amable, de sol benévolo.
    Ayer estuve unas horas con Bernardo Munuera. Replanteamos cómo llegar con los libros a más personas. Dedicamos ratos. ¿Qué te mueve? ¿Qué me mueve? Creo que en el fondo tenemos una ilusión inmensa por servir, por hacer más amable el mundo, por tener más días verdaderamente humanos que no soportables. Soportar envilece. Quien soporta se cansa, se hastía… “El dinero no nos mueve”. Escribir no me da para almorzar una vez al año, ¡apenas nos da para merendar una tarde si nos estiramos un poco hacia las tostadas!
    Las entradas del blog debieran ser más breves. La prisa no invita a leer textos largos. Mejor algo ligero, espumoso, gaseoso. Me acuerdo -me resulta inevitable- la conversación entre don Latino y Rubén en Luces de Bohemia: ligereza, champán, París, bohemia, juventud... ¡toda una vida por delante! Si las entradas más breves, los títulos más sugerentes. Todo cuanto se relacione, aun de forma vaguísima y equívoca, con el sexo y la religión es lugar tentador, tema atractivo a la vista.
    Se nos ocurre que para llegar a más personas podemos vender los libros desde este blog. Bien. Si así logramos que más personas pasen un ratico agradable leyendo, sea. Tengo unos libros por editar. Presto los originales a personas diversas de mi entorno y me dicen que les resultan gratos, que les parecen buenos. Bien, les parecen bien. Antes de que mueran en las colas de las editoriales, antes de que sigan sepultados en los intríngulis de mis ordenadores, prefiero que vean la luz chismosa de Internet y desde aquí darles la vida que merecen y cumplan el servicio para el que fueron concebidos.
    Dudo si regar o no. Mañana, me dicen, quizá llueva. Sí, dudo… cómo titular esta entrada, ligera como una pompa de champán. Ha empezado a llover.

17 de abril de 2011

Unamuno, cero seis. Relájese, Don Miguel. Sonría.

    Se empeña don Miguel, y no ceja, en no dejar títere con cabeza en la educación de su tiempo, fuera del nivel que fuera. Lo llevo escrito. Insistir sería un abuso a estas alturas, pero el manierismo me obliga a una última entrada, a una última vuelta de tuerca.

    Lo hemos leído quejándose de todo lo relacionado con la educación: no se han librado los maestros, los profesores, los catedráticos, los padres, los alumnos de aquí y de allí. Sobre el marco legal general no he leído que comentara nada, nada comenta. Se burla de la aplicación de los planes previstos, de los programas establecidos y cómo se llevan a término. Las víctimas de todo el proceso son al final los alumnos. Todo el sistema beneficia el estatus de unos profesores inmovilistas, perezosos, anquilosados… Y en Salamanca, siendo rector, terminará por expedientar a un profesor de la Universidad. Tendrá sus más y sus menos, pero mostró que estaba dispuesto a pasar de las palabras a los hechos. Los claustros, como rector, los convoca muy de tarde en tarde para no escuchar las retahílas de quejas de un profesorado que explica o dicta apuntes desde el altozano de la peana de su saber, con sus folios amarillentos tras los muchos años de docencia indolente. Todo catedrático, según él, tiene sólo tres preocupaciones con respecto a sus clases, sus alumnos, la Universidad: “el escalafón, el libro de texto y las vacaciones”.
    Siempre reclamó el pensar unamuniano la contradicción como un rasgo particular del mismo y una realidad fecunda. El llamado principio de no contradicción - "Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido"- que hallamos en Aristóteles, Platón, Avicena, etc. son pijadicas sin importancia para el memorialista vasco: “Y yo, Miguel de Unamuno, digo…”.
    La situación insostenible del turno de partidos, la actitud de Alfonso XIII, la dictadura de Primo, desembocarán en la República. Innumerables personas han laborado desde los más diversos ámbitos para que llegue a España. El 14 de abril del 31 se proclama. El 28 de noviembre del 32, don Miguel da una conferencia en el Ateneo de Madrid, “El momento político de la España de hoy”. Da un repaso a las que dieran antes Azaña y Ortega, en la que éste repitió refiriéndose a la marcha de la Republica su famoso “No es eso, no es eso”. La República tienes tajo: el llamado problema religioso, la reforma agraria, el problema militar… No me meteré en semejante jardín. Don Miguel es diputado. Tiene incluso un cargo específico, Presidente del Consejo de Instrucción Pública, donde ahora tiene el poder, se supone, necesario para darle la vuelta a cuanto durante tantísimos años había criticado. El ministro de Instrucción Pública le come en la mano. La fama de Unamuno y su influencia yo la ignoraba absolutamente antes de leer este libro, me parece un peso descomunal en toda España. En la citada conferencia habla de una España que no es ni monárquica ni republicana, pero que trajo una república por echar a un monarca y a un dictador: se queja con amargara de los errores cometidos al quemar conventos, al disolver la Compañía de Jesús, la confiscación de sus bienes y mientras el público protesta y le silba él no duda ahora, ¡a estas alturas!, en afirmar que ha sido un error la supresión de los religiosos que se dedican a la enseñanza, pues parece que será peor la recluta de maestros laicos donde los halla.
    A un corresponsal de la universidad americana de Berkeley le comenta la persecución laicista que se ha desencadenado en España: “la más solapada e innoble persecución contra la fe tradicional de la mayoría de los españoles”. Le parece una locura que la enseñanza sea neutral… y no cree en ella: “un maestro o maestra si es persona humana tiene una u otra fe y es inútil pretender que no la transmita”. Ahora, en ese momento afirma, priva “el más disparatado cientifismo”.
    Contra el artículo 26 de la Constitución truena, pues prohíbe ejercer la enseñanza en España a las órdenes religiosas, expresando más que nunca su escepticismo y su desengaño.
    Las críticas generales de toda una vida contra la enseñanza parecen tener unos débiles fundamentos pues su generalidad las invalida. Cuando pudo hacer algo desde el poder fue imposible: el inmovilismo dejó todo varado. El alcance de todo maestro no va más allá de sus propias aulas, sus propios alumnos y los colegas que viajan con él en el mismo centro académico.
    Mucho me temo que temperamento neurótico de don Miguel lo sumiese de continuo en un estado de permanente insatisfacción y ansiedad vital, intelectual y política.

16 de abril de 2011

¿Tú me entiendes?

El tipo elegante, Caetano Calabrese, traductor y primo mío.
    
    Desde hace muchos años, cuando aterricé en el mundo de los adultos –ojo: nunca fui yo un principito- comprendí que no siempre hablando se entiende la gente. “Niño, hablando se entiende la gente”. Falso.
    Existe una realidad, una facultad humana, llamada voluntad que dio pie a una vieja discusión: ¿Qué era antes y más la voluntad o la inteligencia? San Agustín mantenía que un hombre vale lo que vale su voluntad. El Aquinate, por el contrario, entiende que la inteligencia muestra aquel bien al que la voluntad tiende; me quedo con éste.
    Asisto a la intermediación de un negocio. La cantidad de dinero no es como para que quemar las naves tras llegar a la última playa. Imposible. Tres mujeres. Por teléfono. Entra el dinero en liza y se acabó aquello de que el lenguaje es un medio de comunicación. El código, el contexto, el medio… ¡todo hecho añicos! La voluntad quiere que el billetaje esté amartillado en la cuenta del banco. Mientras el dinero no esté allí, el producto no sale de aquí. Sencillo. Ya lo pueden cantar en endecasílabos garcilasianos. El dinero se lleva por delante la buena voluntad, el entendimiento, la cortesía, las buenas maneras… (Oigo en mi memoria a Paco Ibáñez cantando a Quevedo: Poderooooso caballero… es don don don din don es don Dinero).
    Creemos que aquello que decimos es unívoco, de cajón, impepinable y está claro que no es así… Nada de nada, monada. Los vicios que anidan en el corazón de los hombres se levantan como cobras al menor movimiento y silban la amenaza de quien está dispuesto a todo por puro egoísmo, por soberbia, por limitación genuina…
    Se desespera la buena mujer al teléfono. Le parece increíble, aunque a diario lo comprueba, que algo sencillo y simple como el mecanismo de un chupe… no funcione.
    Mi primo lo sabe: nadie escarmienta en cabeza ajena.

14 de abril de 2011

Unamuno cero cinco. Maestros y Discípulos, enseñar y aprender

    Pasan los años y don Miguel despotrica contra todo, contra esto y aquello, cuanto se refiere a la educación y la formación que se imparten en las aulas españolas. Pasan las décadas y los maestros no mejoran, los contenidos y los métodos siguen anquilosados. Se acuerda en ocasiones don Miguel de su amigo Joaquín Costa, aquel regeneracionista anterior al bilbaíno quien también tronara –polígrafo y guerrillero lo llamó, si no recuerdo mal, Pedro Salinas-, rugiera, escribo, contra las carencias de nuestra escuela y nuestra despensa. España con sus españoles está en caída libre. Llueve Costa sobre que lo que tronó otro don Miguel, el de Cervantes, en sus cartas dirigidas a su rey Felipe II. Todo lo que puede ir mal, va mal y sigue su curso natural hacia lo peor.
    Si la escuela pública no tiene asidero ni por el pescuezo, la enseñanza privada, religiosa casi por norma… es un terreno impracticable. Es miembro de tribunal y puede examinar a su sabor a quienes llegan. Se refiere a un grupo de alumnos que provienen de los jesuitas:

    Los señores Jesuitas les han envenenado la inteligencia inculcándoles unos relatos sin sentido, llenos de disparates, y que los chicos se traían aprendidos de memoria (…). Les meten en la cabeza una infinidad de logomaquias, juegos de palabras, calumnias, atrocidades, toda la morralla pseudo-científica y todos los [sic] detritus de la anémica ciencia ortodoxa.
   
    Don Miguel aprueba su oposición y llega a la Universidad, donde no se pliega a la pedagogía estatuida en ella. Rompe la costra. Muestra un nuevo estilo. Marañón se sienta a la cabecera de la cama para escuchar al enfermo, no le importa usar una silla. A Unamuno no le importa pensar en voz alta en clase, ante sus alumnos, la ventana abierta incluso en invierno, en la Salamanca heladora de ferruginosa piedra. Dialoga con sus discípulos. El programa no lo encorseta y se sale de él. Si surgen temas de formación al margen de la materia, es decir, de la verdadera materia que es el SABER, el bendito APRENDER y ENSEÑAR, si hay que instruir, don Miguel no recula, no se arredra y los acomete en el aula o fuera de ella: no le importa hablar con sus alumnos en paseos por el campo o por la ciudad o en su casa. Existe entonces con claridad la entidad del maestro que tiene discípulos a quienes orienta y forma, instruye e inquieta… Él es el rector, un catedrático, un profesor, pero sobre todo es un maestro a quien se le ha otorgado la potestas, es decir, tiene la capacidad legal para hacer cumplir sus decisiones, es una capacidad que, en su caso, el Estado otorga; además, don Miguel, por maestro, tiene la auctoritas, es decir, la legitimación social reconocida, necesaria, que procede de un saber y que se les otorga a ciudadanos sobresalientes. Hoy se hace tortuoso ser maestro y los enseñantes en general son ninguneados por la sociedad, por el Estado…, menospreciados por casi todos, cuando no despreciados.
    Como afirma mi querido y admirable amigo el profesor Munuera, en la nube está casi todo, en las nubes están no pocos y a la nube de Internet subo para comprobar que la Universidad de Salamanca tiene hoy unos 25.000 alumnos en números redondos y unos 2500 profesores. En los años del rector bilbaíno los números son distintos: 1.028 alumnos, lo que viene a suponer una pérdida notable de alumnos, por ejemplo, con respecto a 1566, año en el que había 7.800… Es cierto que se conocieron años peores: los 35 alumnos del año 1809.
    Me siento a meditar en mi patio, mientras brota el jazmín, qué pensaría este don Miguel de volver a su cátedra… y fray Luis y… Atardecer manriqueño.   


13 de abril de 2011

Oiga, nada de peregrino: exiliado, desterrado, expulsado...

    Me avisa un amigo de una exposición que hay en Barcelona sobre Sándor Márai. Este amigo me remite a un artículo de El Mundo donde leo que en el Palau Robert, desde el 12 de abril y hasta el 28 de agosto, se podrá ver la exposición Sándor Marai, un peregrino del siglo XX. De momento me coge a trasmano, mas nunca se sabe.
    Descubrí a este autor húngaro en su novela El último encuentro. Tras ella he ido leyendo algunas otras de excelente factura, mas no me impresionaron tanto como la primera. La última que leí fue Rebeldes. Con posterioridad leí dos de los tres volúmenes que Salamandra publicó con sus memorias. Me resultó agradable leerlo. Me admiró lo que escribió sobre su esposa en su último y triste volumen de memorias, Diarios.1984-1989. Su esposa, siempre L. en el texto, padece senilidad, tal y como le diagnosticó el médico. Él tiene ya 85 años. Desde ese momento su vida se centra en el cuidado de su esposa y en las lecturas que realiza. Apenas escribe. Su realidad ordinaria se llena de recuerdos que carecen de orden. Le alcanzan las noticias de su amada Hungría. Lee algunos periódicos de allá y en ellos halla a conocidos que van dejando este mundo… Arrobado escribe este viejo sobre su esposa, y me estremezco:

    Día y noche es lo mismo, como si hubiera perdido la capacidad de orientación. Y sigue siendo tan guapa a los ochenta y siete años como lo fue de joven; de otro modo, pero sigue siendo guapa. No sé hasta cuándo me aguantará el cuerpo, pero quiero estar con ella hasta el último momento, ayudarla y cuidarla. Desde finales de abril tenemos que hacerlo todo juntos -comer, lavarnos, digerir- porque ella sola no puede. El médico dice que este estado puede prolongarse, que tal vez empeore, pero en ningún caso irá a mejor. (Creo que eso no es del todo cierto: si recuperara la vista, al menos desaparecería el miedo y la incertidumbre.)

    Al final, él echará las cenizas de ella en el mar y no podrá aguantar por más tiempo el exilio de su patria, el exilio de su lengua, la carencia irreparable e insufrible de su esposa. Con una tremenda depresión pone el punto final a su vida.
    Viajero necesario por pertenecer, según él, a un pueblo pequeño con una lengua singular y única y aislada, Márai viajará por casi toda Europa y vivirá en Alemania. En Leipzig estudiará, conocerá la decadencia de una centroeuropa que se deshace desde sus cimientos. Escribirá en la prensa alemana: conocía esta lengua desde niño.
El niño Márai con su madre, hermanos y tres criadas en el monte Bakó, cerca de Kassa (ca. 1907).

    Vivirá y hallará a Unamuno en París. De él habla en su volumen de memorias, creo que en Confesiones de un burgués. Por cierto, la vida que lleva en París es muy semejante a la que llevaba nuestro don Miguel por allá.
    Sea exilio o destierro, abandonar la propia lengua está bien durante un tiempo, hacerlo de continuo es un suplicio. Ya creo haberlo escrito acá: «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», según Wittgenstein, lo que es tanto como afirmar que mi mundo no puede ir más allá de mi lenguaje… Márai vuelve a Budapest, pues necesita su húngaro mamado. No será para siempre: se ve obligado por los rusos, que ocupan su Hungría, a abandonar y cambiar su tierra por California. Lo peor de todo exiliado, escribe Juan Ramón, es no pertenecer ya a ninguna parte.
    Una vez más los enemigos malos…
    ¡Albriçia, Albar Ffañez,     ca echados somos de tierra!»

Unamuno, cero cuatro. Esos maestros ganapanes ramplones de la educación.

    Tontos de capirote que ni saben ni sabrán jamás lo que es ciencia, y hablan por boca de ganso o mejor de borrico de las bellezas clásicas. ¿Qué saben ellos ni lo que es belleza, ni lo que es clasicismo?
    Se  pasan el día embruteciéndose en el juego del tresillo, pasatiempo de desocupados y modo de calentarse la cabeza sin provecho, pues nada tiene de diversión y menos de descanso por las fatigas. De la enseñanza Primaria vale más no hablar.

    Ha corrido el tiempo. Estamos en el curso 1890-1891 y no parece que la opinión de Unamuno haya mejorado sobre los profesores. Él se da cuenta de que, si hace pruebas a los chicos, éstos responden “a pesar de la costra de necedades producida por la enseñanza rutinaria”. Los maestros, como el fonógrafo, “aprenden de memoria cuatro imbecilidades” y se las hacen repetir como a loros a los niños.
Hoy un científico interesado... ¿mañana?
    Si el objeto de la inteligencia es la verdad, si la voluntad busca el bien, ¿cómo es posible que los niños queden reducidos a mera memoria?, viene a preguntarse. Aburridos los críos de hacer palotes, como le pasó a él, terminan con el espíritu prostituido. La enseñanza primaria mal; pero es que la situación es idéntica en la secundaria y en la universitaria. Unamuno ajusta cuentas del pasado con el presente y no parece optimista con respecto al futuro:

    En la segunda enseñanza escolásticos puros o mestizos, con resabios krausísticos o de cualquier clase, sin sentido común ni discernimiento, y en la enseñanza superior o universitaria o [sic] ortodoxos necios o heterodoxos estúpidos y cargantes de impiedad vulgarísima y sin fruto.
 
    Estamos en 1890, ¿cuántos no firmarían en 2011 parte de esta declaración? Piensa Unamuno que es mejor leer a los autores españoles con los alumnos, muchos o pocos autores e ir haciendo una crítica que les ayude a los chavales a comprender mejor; esto es preferible a los infernales planes de Historia de la Literatura… (¿y hacer ambas actividades a la vez?, me pregunto). Don Miguel siempre está en el extremo, me temo. Tanto si le preguntan como si no…, él expresa su opinión en público, en privado o en sus cuadernos reservados. Si se trata de enseñar Lengua…

    Caen sobre ti todos los maestros de escuela, verdugos de la niñez, sacos de gramática ramplona, ganapanes de la educación, toda esa plaga que, con la mejor intención del mundo, están haciendo un daño irreparable. Da pena ver una escuela, oír lo que les enseñan, y cómo les enseñan.
Hoy interesados, atentos... ¿mañana?
    Por lo que voy mostrando, a quienes enseñan no hay por dónde cogerlos, aunque a algunos pueda salvárseles por la intención. Eso sí: lo que enseñan es inútil y erróneo. Cómo lo enseñan: el método, las estrategias, la didáctica aplicada… puro disparate. Quedan los alumnos incultos, pero lerdos, carne de memoria. Don Miguel avanza por las aulas como lo hace don Alonso Quijano el Bueno. (Qué poquito se habla de don Quijote en el libro leído y del mundo interior del profesor Unamuno).

11 de abril de 2011

Unamuno, cero tres. Maestros ineptos y aburguesados.

    Suele ocurrir con frecuencia que, en general, nos quejamos de los maestros que tuvimos, de la escuela a la que asistimos, del instituto que nos maleó, de la Universidad que castró los afanes infinitos de sabiduría a la que aspiraba nuestra inteligencia. La incuria del profesorado, su ineptitud, su vagancia, sus métodos anquilosados, sus programas trasnochados… son convictos. Don Miguel de Unamuno no podía ser menos. Muchas veces me pregunté qué había tras estas quejas reiteradas sobre el mismo tema de mil biografiados leídos, así al salto: Costa, Azorín, Unamuno, Maeztu, Baroja, Ortega, Cela… Mi tesis es muy simple: en muchos casos se desea mostrar cuan capaces somos cuando, tras sufrir semejantes desgracias, aprendimos a leer, recitar, multiplicar e incluso hemos llegado, ¡no me beso porque no me llego!, hasta este pináculo del saber que ocupamos… Es una hipótesis. La soberbia está tras muchas de nuestras acciones y omisiones.
    Vaya por delante que no creo en la vocación profesional concreta. Tampoco en la de profesores, médicos, enfermeros… etcétera, sean las que fueren. Unamuno llega a la enseñanza porque es el cauce más inmediato para poder obtener los medios necesarios para casarse. Hay más institutos que bibliotecas, hay más profesores que bibliotecarios, pongo como ejemplo; aunque intentó ser bibliotecario.
    Terminados sus estudios, siempre en la escuela laica, Unamuno comienza la preparación de oposiciones. No queda recogido en el libro y mi fuente, salvo error, es don Alfonso Sancho. Va el joven Unamuno por un sinfín de lugares de la geografía española con el afán de opositar y una vez tras otra es suspendido y puesto de patas en la calle. Él se queja de la ignorancia que halla en los tribunales: gentes que desconocen qué se piensa en Europa, qué se investiga más allá de los Pirineos… y aquí viene don Alfonso, más o menos: una vez expuesto el tema, generalmente con brillantez, solía decir Unamuno –y no me extraña- “Y yo Miguel de Unamuno digo…” y le arreglaba la planilla a Hegel, a Aristóteles o al Lucero del Alba, lo que daba buen pie al tribunal para patearle el culo y ponerlo de patas camino de su Bilbao… Insolencias en su casa, caballero.
    Tiene nuestro hombre 21 años y entra en el fuego real de las aulas y de la enseñanza de los colegios de Bilbao. Percibo dos realidades continuas en los comentarios que hace desde este momento sobre la enseñanza, la formación, la escuela, la Universidad, etc. La primera, la culpa la tienen los maestros, sean del grado y nivel que sean; la segunda, tiende Unamuno a generalizar (¿¡Qué sabe él a sus 21 años de todos los maestros de todos…!? Hiperbólico bilbaíno). Escribe:

Estoy sufriendo horriblemente entre esta miseria por no poder gritar y desenmascarar a estos miserables calabacines [se refiere a los profesores]. Si se penetrara en el fondo de la enseñanza pública y oficial en España, está entregada toda ella a espíritus cobardes y encogidos, gentes vulgares y rutinarias, cuya vida es vegetar, molleras vacías.

    Indignado por el quehacer de un colega de latín al que califica de «ignorante, bárbaro y estúpido», explica que hace aprender de memoria a sus alumnos listas enteras de verbos irregulares y a aquel que se equivoca lo castiga violentamente con una vara y no entiende cómo el Estado paga a semejantes profesores: «domines antiguos orgullosos y majaderos, discípulos de Hermosilla, la cabeza más huera y rutinaria que ha existido en España».
    Un folio por hoy y termina la clase. Otro día más sobre la enseñanza…

9 de abril de 2011

Unamuno, cero dos. Delfina Molina de Vedia, amores fatales.

Marga Gil
    Desde el año 82 hasta el año 93 coleccioné las separatas del llamado Sábado Cultural de ABC. Con paciencia de amanuense les hice unos índices en tinta verde. Los índices, rudimentarios, orientativos, particulares, incluían lo que me interesaba especialmente, a veces también aquello que no. Olvidé el detalle, pero luego estos suplementos se llamaron, creo, Literarios, calificativo que me parecía restrictivo y le escribí a Blanca Berasategui –fue a mano, pues no conservo copia de esa carta- para sugerirle otros títulos. Debí ser uno entre tantos. Luego cambió de nombres, se hizo más amplio: música, recuerdo, no sé si un apartado de Ciencia, ¿Arquitectura? En 1991 sacaron un CD-ROM, ABC Cultural, con la ayuda de Telefónica y con Cela en la portada. Esto dio al traste con mi colección y se acabaron la compra y los índices a mano.
    En un frío febrero de 1997, en estos culturales de ABC leí con cierto estupor la historia de Marga Gil Roësset. Había sido yo devoto lector de Juan Ramón y sobre Juan Ramón. Compré y ahí están los volúmenes de Graciela Palau de Nemes, Pedro Antonio Urbina, Aurora de Albornoz… Con motivo de su centenario estuve en Moguer y me hice con esos libros color crema que celebraban su Centenario editados por Taurus. Acompañaba al poeta Carmelo Guillén, de feliz memoria siempre. Nunca nadie me había hablado de esta Marga, con 24 años, que se suicidó por amor a Juan Ramón, con 51 años. La historia se divulgó 65 años después de la muerte de Marga, un 26 de julio de 1932… y se puede leer en Internet.
    En el comienzo del libro sobre Unamuno del que vengo hablando, pasadas las páginas de cortesía, los índices…, se arranca en la página 13 con un trozo de carta de una tal Delfina Molina de Vedia... que dice así:

Cuídate alma mía, piensa que estoy sola, lejos de ti, y piensa en lo que tú representas en mi vida. Recuérdame… que con recordarme sentirás que la máxima prudencia es deber tuyo primordial en estas circunstancias.

    Me quedo boquiabierto. Me acuerdo del tópico aprendido hace muchos años del Unamuno familiar, devoto de su Cocha… ¿Quién es esta buena mujer? Me sucede como me ocurriera con Marga Gil. Esta buena mujer, que vive en Argentina, profesora en el Liceo nº 1 de Buenos Aires, casada, enamoradísima de Unamuno le empieza a escribir en 1907, con motivo de la petición de bibliografía para una tesis. El tono de las cartas es variable, hasta llegar al trozo de la expuesta, del año 36.
Delfina Molina
    A partir del 31, muerta ya Concha, Delfina aparca el usted y se dirige a Unamuno como si fuera su marido, su novio, su amante. Ella se esconde de su esposo que, molesto, le resultan indeseables las cartas que su mujer escribe a otro hombre. En alguna oportunidad en la que ella considera que don Miguel pasa apuros económicos, le envía dinero, que él no recoge. La actitud del bilbaíno, en general, es de indiferencia.
    En dos ocasiones, salvo error mío, vio a esta señora. En ambas ocasiones Unamuno estaba exiliado en Fuerteventura y en Hendaya…
    El amor de benevolencia, la amistad son necesariamente recíprocos. El enamoramiento y el amor esponsal pueden ser restringidos, unilaterales. Una de las partes ama y no la otra. Una puede ser ignorante, engañada, rendida… y la otra lejana, mentirosa…
    Curiosidades del amor. Miro en Internet… Busco un minuto y mi pozo de ignorancia sigue siendo insondable… Hay un libro, unos cientos de páginas, sobre estos amores locos de la profesora argentina, no correspondidos… Para quien tenga curiosidad sobre el particular… Delfina, la enamorada de Unamuno, de Mª de las Nieves Pinillos Iglesias. Sigo leyendo un rato en el ABC Literario del 27-XII-86… dedicado íntegramente a don Miguel, por el cincuenta aniversario de su muerte. ¡Qué cosas, Amanda!

6 de abril de 2011

Unamuno, cero uno. Lloro por ti… Argentina, pero no mucho

    Iba a empezar escribiendo Lo que más me ha llamado la atención… o Lo primero que me ha llamado la atención… y me he parado en seco. Ni lo primero ni lo más, sino sencillamente cojo el listado de notas tomadas al hilo de la lectura y empiezo por el primer tema anotado, para mí, digno de comentario y lo hilvano, después vendrá otro y así hasta que ponga negro sobre blanco a don Miguel de Unamuno.
    Nihil novum sub sole: No nos confundamos.
    Uno es un pardillo. De Robert Walser sabe lo que cuenta sobre él una crítica en Revista de Libros –febrero, 2011- a partir de una obra de Jürg Amann. (Hoy me dice un colega que tiene 20.000 libros en Granada. Le pregunto que para qué quiere 20.000 libros. No responde. Treinta mil pastorea Pérez Reverte, creo que escribió… ¡Qué tíos leyendo! ¡Admirable!). No me pierdo, me quedo. Ensayo sobre el deseo de perderse se titula el artículo. Según parece este buen hombre, Robert Walser, por amor a su obra –me temo que no quemaba bien el gasoil tampoco, además-, copio: “Para lograr la libertad que consideraba imprescindible buscó la soledad, ejerció diferentes oficios humildes, sin permanecer mucho tiempo en ellos, cambió su domicilio –habitaciones amuebladas- con una frecuencia vertiginosa y no poseía más que una pequeña maleta de ropa”. Continúo marcha atrás: “La lucha por alcanzar las condiciones de escribir, la renuncia a la seguridad material, el sacrificio de tiempo, salud y felicidad en favor de la pasión por la escritura: todo esto vincula de tal manera la vida a la obra que se nos antoja imprescindible conocer las circunstancias a las que debemos los textos que nos conmueven”.
    Los vivos vamos de viaje. Estamos de viaje. Raro quien está conforme con lo que tiene, con lo que es, con lo que halla a su alrededor… El padre de Unamuno fue un indiano que se marchó a México para prosperar. Adán y Eva quieren huir de su condición humana y desean ser como dioses. Caín mata a Abel y es condenado a marcharse al oriente del Edén, en el país de Nod. Vivirá errante y vagabundo por la tierra.
    Unamuno se queja “por la falta de resistencia nerviosa de sus estudiantes”. Una vez  más le entran los anhelos, según le cuenta a Ortega, de largarse a la Argentina. San Agustín se queja en sus Confesiones de lo petardos que son sus alumnos en África y decide largarse a Roma: se equivoca; los alumnos siempre somos unos petardos. ¡Durante décadas Unamuno dirá, repetirá, escribirá, anhelará… marcharse a la Argentina! Innumerables veces lo escribe, lo repite. Desea huir de todos y de todo: de España, de los compromisos que lo atan y lo asfixian… y nunca se marcha. Tolstoi, creo que también lo conté por aquí, se pasó su vida como el bilbaíno, queriéndose largar y cuando tomó el tren, tuvieron que pararlo dos estaciones más allá -¡sin haber salido aún de su finca!- para que muriera en la casita del guardarraíles…
    Unamuno en unas ocasiones se echa atrás por las necesidades económicas familiares, por la cantidad de hijos, porque no es el momento… No obstante no deja de escribir “pienso seriamente en irme de aquí, de Salamanca, y de España”… Normalmente habla de la Argentina, pero no descarta irse a Estados Unidos, a la Italia previa al fascismo, Francia, Portugal… Pasan décadas y don Miguel sigue en Salamanca: amarrado a Castilla, a su cátedra, a su rectorado, a sus artículos, a su España… Cuando le dan la oportunidad de marcharse para impartir unas conferencias: no le viene bien; le comenta a su mujer que esas propuestas sólo lo quieren apartar de España… Con la República tendrá la gran oportunidad de saltar el charco con todas las garantías… más excusas, no hay viaje que valga.
    Si no me equivoco, unos meses antes de morir, escribe a Enrique Díez Canedo, Embajador de España en Argentina, que ya no irá a ese país, que ya es tarde para “ultramarinarse”, escribe. Que se siente cansado y viejo… Estamos en 1936.
    Nada que reprocharle al buen don Miguel. Creo que su viaje tenía tintes de deseo de huida. En el fondo no quería ir a la Argentina. Sus excusas son innumerables y durante décadas. ¿Se le antojaba lejos? Posiblemente. ¿Qué temía de la Argentina? Lo ignoro. En su destierro voluntario estuvo relativamente apartado y alejado de los suyos, de su Concha, de sus hijos…, pero a mano. Fuerteventura, París, Hendaya… están ahí mismo. Algo de todo ello hubo. Argentina fue una obsesión, un paraíso inalcanzable… ¿Temió verse defraudado como le sucedió después a Ortega allá? No queda resuelto en esta obra que da pie a estos comentarios. Dejo constancia de esta realidad obsesiva por irse lejos, muy lejos…

5 de abril de 2011

Por favor, que pase don Miguel de Unamuno

     Por fin. He terminado de leer la biografía de Unamuno con la que llevaba varias semanas. 784 páginas y muchas notas. Siempre se aprende de cualquier libro que se lee. Cierto que los hay malos de solemnidad: no es el caso. Esperaba otros enfoques también, que no estaban… No hay culpable, no hay ofensa: yo esperaba, mas no estaba. Hallé cierto mucho que tampoco esperaba, aunque no era lo que más interés despertaba en mí.
    Se han cruzado en estas semanas otros libros, otras obras, otros escritos. Compruebo que el blog continuamente reclama ser alimentado. No hay tolva que lo alimente. Se hace a sangre. Un motivo más de admiración en mi existencia para aquellos que de continuo mantienen vivo el afán, las entradas, etc. En mi caso carezco de tiempo, que no de asuntos por comentar, de temas que abordar. Poco a poco. Hay rachas donde todo parece que se oscurece, se escora, amenaza, amaga… ¡la vida en rama!, decía Ortega.
    De las notas que he sacado pretendo hacer varias entradas por ponerlas en claro, por ponerme en claro, por sacarle partido a lo leído.
    ¿Alguien, por cierto, habló de la relación entre Romeo y Julieta y La vida es sueño? ¡Cada vez esto es más y más complicado!