30 de marzo de 2011

Encontrarás dragones: Dos piezas de tela y un hilván

    Me da igual usar como metáfora explicativa las piezas de tela o una soga de tres hilos de desigual grosor, dos semejantes entre sí y otro más delgado, más fino, más endeble.
    En la película que comento, por un lado, tenemos la pieza que desarrolla la vida de Manolo Torres, una pura ficción de un paisano, amigo de infancia, excompañero de seminario de Josemaría Escrivá a quien éste le escribe una carta anual… y cuya vida se trenza por distintos avatares tangenciales, 

más o menos creíbles, con la vida del Santo. Su peripecia vital se desarrolla entre una preguerra de niño rico y una guerra civil en la que actúa como espía del llamado bando nacional, infiltrado en un grupo de anarquistas comandados por un tal Oriol. Sus amores, sus celos, sus odios, sus crímenes de guerra… Su vejez en los años setenta del pasado siglo enlaza con la investigación de su hijo que viene desde Londres a Madrid para escribir sobre su amigo Escrivá.
    Por otro lado, la otra pieza, el otro hilo fuerte de la cuerda lo conforma la trama de la vida de Escrivá de Balaguer. Me pregunto qué opinión tendría de haberla visto. Me respondo: no lo habría admitido, no la habría visto. Ya en vida le molestaba que le grabaran y sólo consintió que lo hicieran en tertulias por empeño de sus hijos mayores. Todo cuanto se cuenta del Fundador del Opus Dei en la película es cierto, aunque está descabalado. Insisto todo es verdad, pero no ocurrió como se cuenta en la película. Conocí en vida a bastantes de los miembros de la Obra en los primeros momentos de ésta, allá en la preguerra y en la inmediata postguerra. Creo que Joffé ha contado con mucha libertad, a su modo, el meollo de la vida de un Santo.
    El hilo delgado, el hilván, es decir, la historia del joven encargado de contar la vida del Fundador de la Obra, su presencia en el Madrid de los 70, sus pesquisas, su filiación con respecto a Manolo Torres… me parece bien resuelto por el cineasta.
    Al final el conjunto del metafórico paño tiene una textura y un colorido adecuados en cuanto a la trabazón de la trama, las escenas. Tal y como explica Géraldine Chaplin, siguiendo una didáctica metáfora de Escrivá, para quien conoce el paño, por el envés hay muchos hilos sueltos, muchas marras, difíciles de comprender para quien no conozca el tapiz. Para quien lo vea desde el haz considero que puede pasar un amable rato viendo la película, sin tener por qué ir tan lejos o venirse tan pegadito a lo que fue y pudo haber sido.
        

    Acudí escéptico, pues me desagradó  -y así lo escribí en algún blog- cuando vi un trocito del trailer y observé que no era histórico lo que veía. Ahora he comprendido que no se trataba de dar gato por liebre con respecto a la biografía de Escrivá de Balaguer, sino de dar sencillamente una visión fílmica de su vida con un guión que interpreta libremente una existencia muy densa, muy rica y especialmente bien documentada para quien desee conocerla, pues a la mano están de cualquiera, por ejemplo, los tres volúmenes de Vázquez de Prada, que son suficientes para los curiosos más exigentes.
    Me advirtieron antes de verla: “Demasiada guerra”. La guerra civil española es una tragedia con una envergadura desconocida por la mayoría de los países occidentales. Cierto que existieron en el pasado siglo guerras terribles. Fijémonos en las dos peores, las grandes guerras mundiales del 14 y el 39, mas en ninguna de ellas lucharon hermanos contra padres, hijos contra abuelos, hijos contra madres… Alemania… quedó hecha un solar: cierto, pero luchó contra todos. Los americanos perdieron a muchos soldados… que lucharon contra los japoneses, italianos y alemanes… Y así sucesivamente. Mucho me temo que nunca quedará en claro, que nunca se nos convencerá de lo ocurrido con respecto a nuestra guerra (también resulta que es mía). Quienes lucharon en Vietnam pueden darse la mano, quienes lucharon en España seguimos empuñando las armas de la dialéctica, de la mentira, de la… y sigue habiendo dos bandos. Mis muertos de un bando y otro claman sobre el teclado de mi máquina y palpitan aún en un alma con zozobras.
    Que la película es lenta. Quizá sí. Siguiendo con la metáfora de los trozos de tela, la que corresponde al Fundador de la Obra se hace lento. Sus reflexiones basadas en primeros planos, en miradas, en escasa acción… pueden hacer que el lector eche de menos una mayor velocidad narrativa. Entiendo que el director ha equilibrado esto con las escenas de la vida de Torres, en especial, las de la guerra, quizá repetitivas y que poco añadían unas a otras y que quizá se pudieron solventar con unas imágenes y la voz en off de Manuel Torres, como en otros pasajes, pero servidor no entiende mucho de esto. Da una opinión que no tiene por qué ser respetada.
    Por último, a Charlie Cox le tocó bailar con el personaje más difícil: el Escrivá adulto. La carita de lelo que pone a veces, las miradas al vacío, a ninguna parte, la falta de soltura –muy bien resuelta en algunas escenas-, la carencia de garra y garbo… le hacen estar a años luz de un tipo con una envergadura personal, y con una gracia y un desparpajo humanos y sobrenaturales… que sólo puede tener un santo como San Josemaría Escrivá de Balaguer.
    En el último párrafo, al cierre, reculando y con la  boina en la mano, añado que disculpen que me haya metido en este berenjenal siendo tan ignorante en materias de santidad y de cine, pero ya digo, sea todo escrito con perdón.

27 de marzo de 2011

La primavera: De gustibus non disputandum est.


    En mi tierra, por San José, se podan los jazmines y en ello estuve. Cuando se pone uno en facha de jardinero, ya entran en danza todas las plantas de la casa. Se cambian los tiestos, se renuevan plantas, se cambia la tierra, se siembran esquejes y algunas semillas y bulbos. El taladrillo, compruebo, sigue haciendo de las suyas con mis geranios: trabaja lento en el tallo de la planta que queda hueco, seco…, arruinado. Las clivias están preciosas. Contra las crasas, los cactus no hay enemigo. Lamento la pérdida de una zamioculcas que con tanto mimo me trajo mi amigo Manolo López desde Sevilla: más se perdió en Cavite, me digo para consolarme; ya se sabe, quien no se consuela... Algunas plantas, mientras se trabaja en ellas, traen recuerdos de otras gentes y otros lugares: es hermoso. Sigo sin encontrar unos buenos bulbos de nardos que pudieran darme unas varas razonables. Perdidos los heredados de mi abuela por vía de mi padre…, perdida esa planta, lástima. Regalo a mi amigo José Alcántara un limonero: el macetón era espacio insuficiente para la planta y él lo ha puesto en el campo, en el suelo… “¡Cómo huele!”, me dice. Mi sobrino Alejandro me echa una mano como aprendiz de jardinero: cada año me ayuda más y mejor.
    
      La perra estaba grávida para ese día y estuvo a mi vera mientras me movía entre tiestos, tierras distintas, variadas plantas, poda… Poco después parió. La segunda vez que nos pare una perra en la cocina. Ya sé que suceso tal es horrísono y escandaloso para no pocos. En nuestro caso, una vez más, ha sido un hermoso acontecimiento. Tres perritas.
 



    Entra aire nuevo con la primavera. Ya me disculparán muchos que no asistiera a ninguno de los macrobotellones que hubo en los alrededores. Preferí el sol amable y suave de la mañana primaveral, los perrillos, las plantas, antes que sumarme a la bulla beoda en parte de la tarde-noche. Cada uno baja las escaleras como quiere o puede o le dejan…

25 de marzo de 2011

Un poco más lento, por favor.

     Siguiendo un consejo unamuniano, leo: “casi todas las tecnologías cuentan con detractores de este tipo, con obvios y patentes conflictos de intereses, que menosprecian la nueva tecnología y a quienes la utilizan, y la convierten en responsable de todos los males de la Humanidad”. No me identifico con individuos así..
    Continúo: “Todo va a cambiar. Pero, como dicen los franceses: «cuanto más cambia una cosa, más se convierte en lo mismo». Fijémonos, por ejemplo, en el cloud computing. En cierto modo, se trata de una extensión natural del time-sharing, inventado en los años sesenta. De hecho, por aquel entonces ya se oía hablar del término computing utility. Se imaginaban ordenadores enormes situados en edificios inmensos, a los que se podía acceder a través de líneas telefónicas desde terminales remotos. Hoy, el «terminal» es el navegador y la computing utility está compuesta por miles de procesadores apilados en racks en edificios inmensos. ¿Y qué hay de interconectar las nubes? Google tiene una red de cloud computing (centros de conexión de datos); Amazon, IBM, Microsoft y otros ofrecen varios servicios a través de la nube. ¿Qué ocurre si intentamos interconectar esas nubes? La realidad con respecto a esto en 2010 es prácticamente la misma que en 1973.”
    Estoy a favor. No me opongo. Sólo objeto que no lo entiendo. Me hago una idea, pero no lo entiendo cabalmente, ¿y usted?

                                                   * * *                             

    Como mi amigo el principito me asombro ante la técnica. Él estaba junto al guardagujas. El personal, clasificado en paquetes de mil en mil, iba en los trenes. Pasaban de izquierda a derecha y volvían de derecha a izquierda.
    — Llevan mucha prisa –dijo el principito–. ¿Qué buscan?
    — Hasta el hombre de la locomotora lo ignora –dijo el guardagujas.
    Y es ahí, estimado lector, estimada amiga, donde está el quid de la cuestión. Ir, lo que se dice ir… ya vamos. Además vamos a toda velocidad. Y como no somos felices nos movemos…
    — ¿No estaban contentos donde estaban?
    — Nadie está nunca contento donde está –dijo el guardagujas.
    Estamos de viaje en este mundo: “Sí señor, no soy más que un viajero, un peregrino de este mundo”, afirma Werther… Sé que mi fin es la muerte. Creo que mi destino está en Dios, mas, ¿todas las excursiones que hacemos por este valle del viaje tienen que ser a toda velocidad? Oiga, ¿adónde vamos?, pregunto. Me resisto a ser llevado así.
    De modo que ya el zorro le advirtió a mi amigo el principito: “Sólo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro–. Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!”. Vaya por Dios… En su Carta al General X se queja Saint-Exupéry de: "El hombre robot, el hombre termita, el hombre oscilante del trabajo en cadena sistema Bedeau. El hombre castrado de todo su poder creador y que ni siquiera sabe ya en su crear una danza o una canción. El hombre que se alimenta de cultura standard, como se alimentan los bueyes de heno. Ese es el hombre de hoy".
    Ahora vuelvo.


18 de marzo de 2011

Las malas hierbas

   Durante décadas pensé que había un hilo racional que diera sentido de medio a las lecturas y, por tanto, se podría seguir camino de un canon. Como en el cuento de Pulgarcito yo deseaba dejar trocillos de renglones, de versos, de títulos, de autores que me volvieran después de mis libros a mis lecturas. Don Alfonso Sancho Sáenz fue testigo de mis libretillas y mis lápices. Lo asediaba en su despacho de director de la Escuela de Magisterio, la puerta siempre abierta invitaba a la conversación amable sobre libros, autores…  Miró, Pérez de Ayala, Sender, Ana María Matute, Carmen Laforet, Miguel Hernández, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre… eran para mí nombres de autores que vagamente recordaba de mi manual de COU, y que se levantaban y adquirían para mí, por boca de don Alfonso, corporeidad entre sus renglones, sus palabras, sus libros… Imposible un canon. Luego publicó Bloom el suyo, El canon occidental, y todos opinamos sobre él y discutimos: era inevitable.  Miguel d’Ors también tenía su puerta abierta en la Facultad de Granada y también fue cercado, mas entonces me interesaba mucho la crítica literaria (me encandiló su Curso superior de ignorancia).
    Imposible el orden en la lectura. Los libros, como la vida nos arrollan. La vida desborda toda cuadrícula. ¡¡Por enésima vez releo El principito!! Me apasiona el capítulo XXI: no puedo evitarlo. Esta vez redescubro y medito la lucha del niño contra las plantas pequeñas de los baobats allá en su diminuto planeta. El paso del tiempo en el capítulo XXII y en el XXIII. Coincide esta lectura con otra que hago casi a la par en estas semanas: San Doroteo de Gaza –por favor, no conviene preguntar la relación entre las almorranas y las témporas-.
    Doroteo de Gaza, este palestino santo, escribe una serie de conferencias ascéticas para la vida monástica, alejadas en ocasiones, de la vida de un laico en el siglo XX, pero la verdad siempre es hermosa contemplarla a la luz del siglo VI en el desierto, en este caso en los escritos de un sabio religioso. Me llama la atención cómo este hombre santo explica que los vicios, como los baobats, hay que desterrarlos cuando son pequeños, cuando apenas tienen raíz. Las malas hierbas, los vicios, hay que buscarlos, nombrarlos y “debe arrancarse la planta inmediatamente, en cuanto se ha podido reconocerla. […] Y si un baobab no se arranca a tiempo, ya no es posible desembarazarse de él. […] «Es cuestión de disciplina», me decía más tarde el principito. «Cuando uno termina de arreglarse por la mañana debe hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs… Es un trabajo muy aburrido, pero muy fácil.»” Saint-Exupéry pone como ejemplo esos árboles africanos inmensos; otro tanto hace San Doroteo, pero habla de cipreses… Imposible arrancar con nuestras solas fuerzas un ciprés crecido, enraizado: "Así pasa con las pasiones… Cuando son pequeñas podemos reprimirlas fácilmente, si queremos. Pero si las descuidamos por parecernos pequeñas, se enquistarán en nosotros y cuanto más se endurezcan más difícil será arrancarlas. Y si han echado raíces profundas, no lograremos ni aun con esfuerzo, deshacernos de ellas; será preciso el auxilio de los santos que, cerca de Dios, velan por nosotros".
    Hace unos años era fácil distinguir una virtud de un don, un valor de un hábito… Hoy, cuando tantos no saben poner nombre a realidades tan importantes, cuando desprecian lo que ignoran, que decía Antonio Machado, así nos va… Hoy, de momento, yo, como el principito: «si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría muy suavemente hacia una fuente...». Mañana sigo.

10 de marzo de 2011

La vida es sueño, pero no una película.


     Me duele la boca de repetir que todo texto para ser comprendido necesita de un contexto. Muchos actos comunicativos pueden ser comprendidos fuera de su contexto, pero no todos. Esto, por evidente, no necesita demostración ni citas de autoridad, que las hay y muchas.
    Con permiso de Sergio M. me meteré en su jardín. El cine no me es extraño, pero me sé más limitado, si cabe, en este arte.
    Veo una extraña película: Destino oculto. Escribo extraña porque me cuelo en el cine con la hora pegada a los talones. No he leído crítica alguna de la peli y sólo he visto a Matt Damon corriendo con una chica. Me hago un prejuicio: “Bourne sigue vivo”. Había visto, si no recuerdo mal, las tres películas en las que este actor hace de agente desprogramado, o como se llame, de una agencia para matar de la administración norteamericana. Me siento con la idea de ver algo parecido y divertido, sin complicaciones… Me equivoco. Ignoraba quién era el director, el guionista, la trama… ¡Me equivoqué, sin más!
    Permítanme que les cuente algo del argumento de la película. La vida de Damon, un joven congresista, se ve truncada porque casualmente se encuentra con una chica que es bailarina. Flechazo súbito. El congresista es apresado por unos individuos que parecen controlar su vida y la de todos los hombres. Le explican que la bailarina no le conviene porque está destinado a otros menesteres. Además, si persevera en su enamoramiento también dañará el futuro artístico de la chica. Conscientes ambos de esta realidad renuncian, por amor, a sus futuros de éxito. Superan varias pruebas que les ponen los individuos oscuros y el destino cambia: ahora juega a su favor. Colorín sí hubo, mas no perdices. ¡Todos felices!
    Ignoro si acierta o no el director, el guionista, los actores… Me quedo prendido en el contenido…
    Segismundo, el personaje de La vida es sueño, está preso en una torre. Su padre, el rey Basilio, lo ha confinado en ella porque los astros afirman que será un gobernante violento. Su padre duda si será así o no. Lo libera, prueba… etcétera. La historia es conocida. ¿La vida del hombre está escrita, está predestinado o es libre? Schopenhauer aprendió español para poder leer la obra de nuestro Calderón. Para el filósofo alemán existe una voluntad más allá de la nuestra por la que el hombre se mueve como un muñeco de guiñol; una voluntad superior lo conduce. Parece libre, pero el destino está en las estrellas.
    En la película los hombres oscuros de los sombreritos me recordaron a los hombres grises que se comían el tiempo, o algo así, en Momo, sólo que esta vez estos hombres de aspecto anticuado y movimientos un tanto mecánicos ¡son ángeles! Lo cierto es que mucho queda en el aire: parecen ángeles, se puede pensar que son tales. El Director, como llaman al Gran Jefe, puede ser varón o hembra, se dice, pero se le puede reconocer como Dios, Alá, el Ser, Yahveh… Todo esto queda confuso en la película, mal resuelto… Al guionista, o a quien sea, el azar se le escurre entre las conversaciones de los personajes, otro tanto sucede con el libre albedrío… Las sombras no se iluminan. La película deja asentado que el hombre está predestinado, los ángeles con sombrero se encargan de que se cumpla lo dispuesto por el Director y los seres humanos tienen un pequeño margen, parece, para hacer su voluntad. ¿Está el hombre predestinado o llamado y, por tanto, tiene una vocación sobrenatural, exógena, dada, impuesta que debe descubrir? ¿Elige o es elegido y conducido?
    Video meliora proboque deteriora sequor, escribe Ovidio y repite San Pablo. Veo lo mejor y lo apruebo, mas sigo lo peor. Matt Damon se niega a seguir su proyecto impuesto por el Director. Es por ello perseguido por los ángeles. Él ama a la bailarina. Ambos deciden, parece, y esto es capital, POR AMOR, jugarse el futuro… Deus caritas est, escribe San Juan. Si Dios es Amor, lo que da es amor y espera sólo ser amado… ¡Ah, el Director, por amor cambia el proyecto previsto para ellos! El congresista y la bailarina pueden abandonar la torre de Segismundo, el Director que todo lo manda, que es Amor, ha cambiado el signo de las estrellas. El proyecto, si no recuerdo mal, se reconduce, queda en blanco… y por aquí desembocamos en San Agustín y su ama y haz lo que quieras, pero esa es otra película también larga y compleja.   

7 de marzo de 2011

"Me río de mi propio corazón… y sigo su voluntad."

    Por unos días se me cruza Goethe con su Werther. Lo leí hace muchos años. Incapaz de calcular cuántos. En mi recuerdo un estilo ampuloso y un suicidio. Un amor, para mí, entonces, incomprensible. Un final con suicidio. Desde aquel entonces, cuando fuera, hace muchos muchos años y hoy han corrido aguas bajo el puente: conocí de amores así, supe de suicidas –mas no por amor-… Corrieron, pues aguas de muchos tipos: turbulentas y mansas, sucias y limpias, verdes y azules, envenenadas alguna vez… Sí: las vidas parecen ser los ríos que van a dar a la mar.
    Comento en un seminario el texto. Los alumnos soportan, toleran la lectura que, de entrada, por su grandilocuencia les produce cierta vergüenza ajena. Casi no pueden evitar las sonrisas mejor o peor disimuladas, ellos y ella:

iQué feliz soy de no estar ahí! Mi buen amigo, icómo es el corazón del hombre! iAlejarme de ti, a quien tanto estimo, y de quien era inseparable, y sentirme dichoso! Ya sé que me lo perdonas. ¿No estaban bien elegidas por el destino todas mis otras amistades para angustiar un corazón como el mío? iPobre Leonor!, y la verdad del caso es que yo fui inocente. ¿Qué culpa tenía yo de que se encendiese tal pasión en su pobre corazón, mientras los encantos caprichosos de su hermana me proporcionaban grata diversión? Y, sin embargo, ¿soy inocente del todo? ¿No he alimentado yo sus sentimientos? ¿No me deleité yo mismo con sus dichos tan naturales que a menudo nos hacían reír, aunque nada tenían de risibles? ¿No he...? iOh!, ilo que es el hombre, que puede quejarse de sí mismo!  

    Me temo que sobran admiraciones. Estos muchachos mantienen relaciones con personas del otro sexo sin necesidad de tanta altisonancia. El lenguaje se vuelve más económico, más directo, soez a veces. Posiblemente la pobre Leonor se fuera despachada con un contundente “Se joda”. Asunto facturado. Problema resuelto.
    Así pues, el comienzo no fue bueno. Excesivamente pasional, rosa tirando a cursi… La exaltación es hiperbólica. Grandes palabras en grandes escenarios. La luna, las arboledas… La Naturaleza muestra el estado de ánimo del autor.
    El texto avanza y sus miradas y sus oídos se van tornando más comprensivos. Los textos resultan atractivos. El estilo sigue siendo el mismo, pero ya admite los calificativos de genial y conmovedor… La narración produce extrañas sensaciones. Muestra Goethe, en su juventud, un gran conocimiento interior de lo que es amor: cómo los sentimientos se plasman en la Naturaleza también más amable ahora. Persona de sensibilidad genial…
    Pienso y doy un salto. La situación que se nos cuenta en el Werther es desquiciada, pues un desquiciado amante irracional, trastornado, la provoca. Lotte no es inocente, cierto. Ella distingue entre el amor de benevolencia y el amor esponsal, mas Werther hace una lectura equivocada, es decir, mejor dicho: él no lee bien. Quiere y aspira a un imposible. Es el hombre que persigue un mundo creado en su imaginación y, por tanto, inalcanzable. Desea fervientemente casarse con una mujer comprometida. Sería inexacto afirmar que quiere de lo que no hay, más bien se trata de una confusión… Lotte pone alas a su loco amor.
    Es posible que a estas alturas ya no muera por amor ni Claudinita, ¿o sí?

2 de marzo de 2011

Descansa, don Miguel.

    
    El día se alarga conforme se marchan los meses hacia la primavera. Aún no anocheció. Tras los días casi primaverales vuelve el frío. Hacia la parte del río se levanta una niebla casi esculpida, estática, densa. De la ladera del fondo una columna de humo abandona el olivar con la pereza de quien hace un esfuerzo ímprobo por elevarse. Un herrerillo enreda entre unos zarzales y unos zorzales alirrojos se narran sucesos que ignoro. Acabó el momento de leer. Cierro el libro. Medito. En algunos momentos el silencio lo invade todo: el silencio de la aniquilación. Un silencio sólo comparable al que habrá tres segundos después de desaparecer el mundo.
    “Pobre Unamuno”, me digo y me lamento. Le he dedicado unas horas a comentar su sufrimiento, su querer creer… Sigo por los meandros de su vida. Sus peleas personales: dimes y diretes, su mujer, su rectorado, sus hijos, sus libros, España, sus viajes… Pienso y medito al hilo de su vida para poner luces en mi propia vida, en la vida de quienes puedan leer esto y les pudiera servir. Nada que demostrar. Lo evidente no necesita demostración y quien conozca a Unamuno sabe de sus modos, de sus obsesiones, de sus ansias inconmensurables de eternidad… Su triste tozudez, sus planteamientos pueriles, a veces. Ante la arbitrariedad y la veleidad de Unamuno, como ante el juicio de un niño, no caben apelaciones. Hay lo que hay.
    Siempre, al final, uno se cruza con pigmeos que se alimentan del olor de las manzanas y carecen de raciocinio y si no, consulten el Libro de las maravillas del mundo, atribuido con bastante certeza a Juan de Mantevilla o Mandavila. He hablado durante estos días con Unamuno de asuntos capitales. Me cansa. Tengo sensación de circularidad un tanto absurda. No siempre es posible hablar con los demás, pero siempre es posible callar con ellos. Enmudezco por ahora. Volveré sobre él por otros derroteros…
    La noche amenaza con envolver oscura al día. El viento coquetea con las copas desnudas de los álamos y las chopas. Silencio casi absoluto. Don Miguel de Unamuno se despide camino de la ciudad roja de Salamanca, allá en la meseta castellana. Descansa, don Miguel, descansa.

1 de marzo de 2011

Pobre Unamuno enredado en sí

    En su discurso de recepción del Nobel, Vargas-Llosa, dirigiéndose a su mujer, Patricia, leía: “y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”. Sin duda es un piropo de agradecimiento a su esposa y una cortés hipérbole con respecto a sí mismo.
    Sigo a vueltas con la problemática unamuniana.
    Viajaba el Principito de Saint-Exupéry en busca de un amigo. Su flor lo venció con sus mil impertinencias: vanidosa, coqueta, taimada, impaciente, exigente…, mentirosa, ¿o era sólo fingidora? La flor, sin embargo, lo domesticó, era única para él, la amaba –el amor es ciego, afirma Tomás de Aquino en la Summa-, mas fue imposible la convivencia con ella. Llegó nuestro hombrecito a unos planetas donde halló un rey, un borracho… y un vanidoso, y aquí me paro.
    Larguísimo texto de Saint-Exupéry. Lo he meditado innumerables veces. Habita en mis máquinas desde hace décadas. El texto es de Ciudadela:

Mientras tanto, se me planteó el problema del sabor de las cosas. Y los de este campamento fabricaban vasijas de barro que eran bellas. Y los de este otro, las fabricaban feas. Y comprendí con evidencia que no había ley formulable para embellecer las vasijas. Ni con inversiones para el aprendizaje, ni mediante con­cursos y honores. Observé incluso que aquellos que trabajaban en nombre de una ambición distinta, por la calidad del objeto, aun­ si consagraban las noches a su trabajo, sólo lograban obje­tos pretenciosos, vulgares y complicados. Porque, de hecho, sus noches en vela las dedicaban a su venalidad; o a su lujuria, o a su vanidad, es decir, a sí mismos, y ya no se intercambiaban en Dios intercambiándose con un objeto convertido en fuente de sacrificio e imagen de Dios, donde las arrugas y los suspiros y los pesados párpados y las manos temblorosas de haber modelado tanto y las satisfacciones del atardecer después del trabajo y el desgaste del fervor van a confundirse. Pues sólo conozco un acto fértil, que es la oración; pero conozco también que todo acto es oración si es don de sí para llegar a ser. Es como el ave que construye su nido, y el nido es tibio; como la abeja que fabrica su miel, y la miel es dulce; como el hombre que moldea su vasija por amor a la vasija, es decir por amor, es decir por oración. )Crees en el poema escrito para ser vendido? Si el poema es objeto de comercio, ya no es poema. Si la vasija es objeto de concurso, ya no es vasija e imagen de Dios. Es imagen de tu vanidad y de tus apetitos vulgares.
   
    “El literato suele serlo o por vanidad o porque no sabe hacer otra cosa”, escribe Unamuno en La Nación, hacia 1900, en un artículo-carta titulado Examen de conciencia… Vargas-Llosa escribe porque no sabe hacer otra cosa, pobrecito. Ni quiero ni puedo ni debo meterme en la intención de don Miguel, pero su vasija, su obra, sus afanes ¿pueden ser acaso “imagen de su vanidad y de sus apetitos vulgares”?
    Pierde la fe… leyendo según Laín Entralgo. “Quise volver a mi antigua fe de niño. ¡Imposible! A lo que realmente he vuelto es a cierto cristianismo sentimental, algo vago, al cristianismo llamado protestantismo liberal”, escribe Unamuno; quiere que el misterio se reduzca a su razón. ¿Se puede saber cómo va a volver un viejo a la fe del niño? La respuesta está en un texto del Evangelio… El capítulo 3 de San Juan. Unamuno desafía a Dios. Insisto, volvemos al diagnóstico de Marías: la debilidad unamuniana fue la presunción. Escribe el bilbaino a Fernando Díaz de Mendoza, esposa de María Guerrero: “Ya dirá usted que soy un pelma y un petulante. En efecto, la petulancia es en mí característica. Tengo una fe ciega en mí mismo.”
    Mantiene la pelea inútil del soberbio: ni hierra ni quita el banco. Es la pelea ejemplar de San Agustín, y de tantos, pero Unamuno no permite que Dios penetre en su alma, que la gracia lo ayude. Ante los demás se jacta de sus luchas a brazo partido con un Dios que él ha creado a su imagen y semejanza; ante Dios se muestra altanero, desafiante, petulante…; ante sí propio, en su soledad, en presencia de su mujer, se derrumba y llora… le gustaría, querría, pero ni quiere ni puede porque no conoce a Dios, no lo ama: se ama a él. Halla una y otra vez la insalvable valla de su soberbia, su capacidad, su yo, su poder con el que desea organizarle el mundo a Dios: vanidad y apetitos vulgares… Los caminos del Señor no son nuestros caminos…, afirma Isaías.
    Unamuno quiso comerse la realidad a mandíbula batiente: trabajador infatigable, padre amoroso –dicen, conocí a quien lo trató-, marido amable… Insoportable para los demás, y él lo sabe y lo dice y lo escribe, porque se mete, creyéndose administrador del derecho divino, donde sólo Dios y los amigos pueden entrar. Escupe su modo de ver el mundo a los demás. Don Miguel se cree llamado a cambiar España, el mundo, como un titán al margen de Dios. Vino Cristo al mundo y no lo escucharon, pasó Cristo por el mundo y está esto hecho un solar… ¿Se puede saber quién se creyó ser este fantástico soberbio? “Miguel de Unamuno”, seguro respondería él con aplomo.
    Y dice Clarín por muchos, en La vida es sueño:

                                           Y si Humildad y Soberbia
                                           no te obligan, personajes
                                           que han movido y  
                                           removido mil autos
                                           sacramentales, yo, ni
                                           humilde ni soberbio,
                                           sino entre las dos mitades
                                           entreverado, te pido que
                                           nos remedies y ampares.
   
    (Comprendo que estamos en una sociedad impaciente y febril, superficial, con un umbral de resistencia al fracaso, al esfuerzo, etc. bajo, a ras de suela. Patientia, mandó Adriano poner en unas monedas que acuñó en los aledaños de su final. A veces hay conversaciones que conviene echarlas largas, a calzón quieto… Va uno y vuelve sobre lo leído, lo pensando. Constante, recio, como el cazador que patea de nuevo el terreno ya cazado: sabe que la perdiz se amaga y no levanta. Vuelve con la esperanza de que la nariz del perro y su tesón venzan la taimada actitud del pájaro, al que la vida le va en el lance. En eso estoy). Estoy yendo…